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Más de cuatro millones de ciudadanos españoles llevan un tipo de dieta veggie

Cocinamos menos y ‘pecamos’ más

Los hogares son el laboratorio ideal para observar los cambios más recientes en alimentación. Es precisamente ahí, señala Massanés, donde se puede apreciar el auge de los particularismos alimentarios. Este concepto refiere a cómo dentro de una misma familia cada miembro come de manera diferente. “Ahora es común, por ejemplo, que un miembro sea vegano, que otro siga una dieta paleo y que otro haya sido diagnosticado con alguna intolerancia”, detalla el experto. Hace 20 años, en cambio, lo habitual era que bajo un mismo techo el menú fuese el mismo para todos.

Asimismo, según Calderón, hemos pasado de hacer cinco comidas al día, con un primer y un segundo plato, un postre y pan blanco para acompañar, a reducir el número de ingestas y consumir un plato único y sin pan. Las prisas, las largas jornadas laborales y la reducción del tiempo que pasamos en casa podrían explicarlo.

Pero si hubiese que escoger uno de los grandes cambios que han marcado estas dos décadas es que hemos dejado de cocinar. Al menos así lo indica Massanés, que explica que, “dedicamos tiempo en la cocina pero necesitamos comer alimentos cocinados, dejamos que otros lo hagan por nosotros, ya sean los alimentos ultraprocesados, la comida preparada o los restaurantes que nos traen la comida a casa”.

De lo light al super alimento

La industria también se ha ido adaptando a los nuevos modelos alimentarios. Y a la inversa. Según los expertos hemos experimentado tres maneras en las que la agroindustria nos presentaba los alimentos. Los años 2000 arrancaron con el boom de los productos light, 0% o desnatados. Luego le siguieron los productos enriquecidos con Omega 3, con calcio, etc. Y ahora, lo natural ha vuelto a posicionarse en el centro. “Como nos hemos alejado tanto de lo natural, hemos empezado a desconfiar de lo manipulado y la industria, como ha visto que no puede quitar (light) ni añadir (enriquecidos) ha pasado a explicarle al consumidor las propiedades y beneficios de los alimentos. De ahí nace el concepto de los conocidos, equívocamente, como “superalimentos”, detalla el investigador.

Hablamos de alimentos como las semillas (de chía, de lino, de sésamo), los derivados de la soja, como el tofu o el tempeh, los productos fermentados, como el skyr o el kéfir, así como las algas y los pseudocereales como la quinoa, el trigo sarraceno o el amaranto. Son alimentos que hace dos décadas era complicado encontrarlos y únicamente estaban disponibles en tiendas especializadas, en internet o en los herbolarios. La experta del SEDCA señala que, “aunque antes no tenían apenas repercusión en nuestra alimentación, hoy en día no solo están disponibles en casi cualquier supermercado

Esto, para el director de la Fundación Alicia, está irremediablemente ligado a que hemos sustituido la identidad de la tradición por las tendencias. O dicho de otro modo: abrazar las tendencias alimentarias del mundo ha pasado a formar parte de nuestra tradición. “Por eso comemos hummus, sushi o poké en vez de cocido, consumimos kale mientras dejamos de lado el aceite de oliva o desayunamos todos una tostada con aguacate: tenemos la necesidad de abrazar las novedades y hemos convertido esa dinámica en parte de nuestra identidad”.

Pero esto no significa que nuestra tradición vaya a caer en el olvido. Según el experto, en los últimos meses se ha observado una ralentización de este fenómeno. “Quizá porque ya no somos capaces de absorber todas las modas que aparecen y desaparecen de un día para el otro”, concluye Massanés.

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1 comentario

  1. Me parece muy interesante ver cómo han cambiado nuestros hábitos alimentarios en los últimos años, destacando que cada miembro de la familia ahora puede seguir dietas diferentes. También el hemos dejado de cocinar y optamos más por alimentos ultraprocesados ​​y comida rápida debido a las prisas. Sin embargo, pienso que aunque optemos por nuevas modas como los «superalimentos», es importante no olvidar nuestras tradiciones culinarias.

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