Barcelona (EFE).-La pandemia fue la gran prueba de fuego para muchas empresas de la alimentación y la restauración que, una vez sobrevivida, se han vuelto expertas en adaptarse a todo tipo de crisis y ven las mascarillas como el recuerdo lejano de otra vida.
Solo han pasado dos años desde la anterior edición de Alimentaria en 2022 y, sin embargo, nada tiene que ver el ambiente de entonces con el que se respiraba esta semana en Barcelona, empezando por las caras al descubierto.
Si el uso de la mascarilla marcó la experiencia de los visitantes en plena recuperación poscovid, ahora el olfato, el gusto y el resto de sentidos se han podido emplear a fondo para absorber la oferta de este año de récord, con 3.200 compañías expositoras que han ocupado cerca de 100.000 metros cuadrados.
Había muchas ganas de feria e incluso de fiesta, con sesiones de música y cócteles en barra, sobre todo por la tarde, cuando el mundo de la alimentación parecía relajarse, tras constatar un aumento de los encuentros profesionales y las oportunidades de negocio.
Atrás quedaron la distancia de seguridad, la ausencia de apretones de manos y el miedo al contagio que tanto condicionaron la cita de 2022, tras una pandemia global que obligó a cerrar empresas, contraer la actividad -en unos sectores más que en otros- y lidiar con un sinfín de restricciones.
Los compradores asiáticos han regresado esta vez por la puerta grande, acogidos en ese intento de internacionalizar más el sector alimentario español, que ha vuelto a demostrar su potencia exportadora.