Para comprobar la frescura de un huevo solo necesitas un recipiente con agua. Observando si el alimento flota o se hunde se puede adivinar su estado, y la ciencia explica que esto se debe a la estructura de la misma cáscara del huevo.
Los huevos más frescos y de alta calidad que podemos comprar son, sin duda, los que adquirimos directamente en una granja.
Aunque ahora es muy fácil conseguir huevos en el mercado, estos no suelen ser tan frescos como parecen, ya que las industrias los someten a algunas técnicas para prolongar su frescura y poder tener más tiempo para comercializarlos.
La prueba consiste en colocar el huevo con mucho cuidado en una taza de agua. Si el huevo está fresco se hundirá y permanecerá en un plano longitudinal en la parte inferior de la taza. Sin embargo, cuanto más viejo esté el huevo, más flotará en el agua.
Esto es por que a medida que pasa el tiempo, el huevo va perdiendo agua a través de los poros de la cáscara, lo que provoca una disminución de peso y también un aumento de aire en el interior del huevo.
Además, como dato curioso, se cree que no se deben lavar los huevos, ya que estas prácticas podrían debilitar o dañar la cáscara, que actúa como una barrera protectora que evita la entrada de microorganismos.
Este artículo es muy útil ya que nos explica un método fácil y accesible para comprobar la frescura de los huevos. Además, es un recurso funcional para mejorar como nos manejamos con los alimentos en el hogar.
Es una forma muy sencilla y efectiva de saber la frescura de los huevos, ya que los frescos se hunden debido a su densidad y los más viejos flotan por la acumulación de aire en su interior.