¿Qué relaciones se establecen entre la comida y el teatro? Arnold Wesker fue repostero y cocinero y se sirvió de su experiencia en los fogones para escribir su más famosa obra: “La cocina”. Y aunque algunos creen que el placer en la comida es solo por el sabor, también es visual como lo declaró Giacomo Casanova: “Quiero un ragú y soy un conocedor, pero si no está bien presentado, me parecerá mal”. La historia entre la cocina y el teatro es tan antigua como la relación entre el hambre y el mundo. “Es más fácil vender comida que una entrada de teatro” afirma Fabio Alberti, el cual no encuentra trabajo como actor pero tiene un libro de recetas, un foodtruck y un programa de radio en Argentina.
En muchas obras de teatro he puesto gente comiendo en escena. Sea porque se devoraba algún plato en especial, como en la obra “Japón” de Víctor Falcón, donde el padre ausente recorría la escena mordisqueando las patas de la gallina en un plato de sopa, – ¿dónde deja de ser ese padre mi propio padre? – o cuando grandes cantidades de naranjas recorrían el escenario hasta ser pisoteadas por una madre que se negaba al pasar del tiempo como en “Jardín de colores” de María del Carmen Sirvas. He puesto en varias oportunidades, maletas llenas de naranjas -como el recuerdo de infancia de una amiga mía, la cual esperaba impaciente a su padre que regresase de viaje -. Y ahora que recuerdo, también he puesto a vomitar leche a varios personajes femeninos.
En el teatro, la presencia de la comida puede ser el carácter de realismo que pueden dar a las acciones, representadas o evocadas, la mención o incluso representación en el tablado de algo tan habitual, y en ese sentido intrascendente, como el alimentarse,- no hay que olvidar que habitualmente el simple comer no es algo memorable o dramático por sí mismo, pero su mención en el escenario aproxima el ámbito de la ficción dramática a la realidad del espectador. Dicen que las aves siempre han inspirado la imaginación del hombre. Su vuelo hace pensar en la libertad y desprendimiento de las cosas terrenas.
Pero los pollos y las gallinas no se puede decir que vuelen. Entre mis recuerdos de infancia, las patas de pollo eran sancochadas junto a sopas y guisos, mientras me cuentan que en la cocina oriental, las patas de pollo suelen ser una opción en los restaurantes dim sum, servidas como garras de fenghuang (fénix chino). A las patas de pollo también se les llama “talones de fénix”. El pollo forma parte de la simbología china del fénix y el dragón, y representa la unión familiar. En la obra “Japón” el padre que se atraganta las patas de pollo, se niega a la realidad que su esposa moribunda está a punto de morir, y piensa solamente en realizar un viaje a Japón.
El teatro, arte de raigambre popular, desde siempre estuvo relacionado con la cocina, otra disciplina que también seduce al pueblo[1]. Los más diversos platos y los avatares de los comensales -y también de los que soñaban con sentarse a una mesa bien provista- estuvieron presentes en las diferentes obras, como argumento o protagonistas. Los atenienses condimentaban su asistencia a las prolongadas representaciones teatrales con habas, nueces y garbanzos. Las mismas sólo se interrumpían para que actores y público salieran a comer. En la comedia Pluto , de Aristófanes -otro ateniense, los ruegos a los dioses implorando riqueza y salud se aderezaban con libaciones de vino, carnes, panes y aceite.
Me gusta leer este tipo de noticias porque me hacen ver como la comida se relaciona con un montón de temas y aspectos de la vida. Esta noticia en específico, se centra en como la comida llega a tener gran simbolismo en el teatro llegando a ser mucho más que una mera forma de alimentarse sino que también una manera de conectar con el público.