La renuncia a los productos cárnicos no es la panacea para el medio ambiente y, llevada al extremo, puede producir consecuencias nutricionales negativas.
El impacto del cambio climático en nuestro planeta es alarmante. A medida que los efectos nocivos se han intensificado, la carne se ha convertido en un objetivo público. Cada día más gente aboga por comer menos carne para salvar el medio ambiente. Algunos activistas, incluso, proponen ponerle un impuesto para reducir su consumo.
Argumentan que la producción genera más gases de efecto invernadero que todo el sector del transporte. Sin embargo, esta afirmación es falsa (como podremos comprobar más adelante), pero la persistencia de este idea lleva a suposiciones inexactas en relación con el consumo de carne y el cambio climático.
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Mi trabajo de investigación se centra en analizar las formas en que la agricultura animal afecta a la calidad del aire y al cambio climático. Existen muchas razones para optar bien por consumir proteínas animales o bien por elegir un menú vegetariano. Sin embargo, la renuncia a la carne y sus derivados no es la panacea para el medio ambiente, como muchos nos quieren hacer creer y, llevada al extremo, también puede producir consecuencias nutricionales negativas.
Fuente: https://elpais.com/elpais/2018/12/11/planeta_futuro/1544527239_882200.html#?rel=mas
La idea de reducir el consumo de carne no es tan sencillo como parece, hay muchos factores significativos. Por ello, considero que hay que buscar un equilibrio que permita reducir el impacto ambiental sin que ponga en riesgo la salud.