Josep Casacuberta: ‘Nos alimentamos de especies inventadas por el ser humano, fruto de la modificación genética’
La mejora genética de las plantas es imprescindible para dar respuesta a la alimentación del futuro. Esta es una de las conclusiones que se pueden extraer de las jornadas de debate celebradas en Cosmocaixa convocadas por B·Debate, Centro Internacional para el Debate Científico – una iniciativa de Biocat y la Obra Social “la Caixa” – y que ha reunido a los mejores expertos mundiales en agrigenómica.
Esta edición de B·Debate, titulada Evolution of plant phenotypes. From genomes to traits, se ha centrado en entender los mecanismos evolutivos de las plantas para seleccionar características de su genoma que influyen en mejoras de todo tipo, desde las características organolépticas del tacto, el gusto y el olfato, hasta la calidad nutricional y conservación de estos productos alimenticios.
Josep Casacuberta, líder científico de este B·Debate y coordinador del programa de genómica de plantas y animales del Centre de Investigación en Agrigenómica (CRAG), asegura que «nos alimentamos de especies inventadas por el ser humano, fruto de la modificación genética». Los cambios en las variedades vegetales antes se conseguían de forma intuitiva, pero gracias a la investigación científica, actualmente, existen varias técnicas de mejora más precisas como por ejemplo la selección asistida por marcadores o la transgenia.
Sobre esta última cuestión – la transgenia-, el Parlament de Catalunya ha puesto en marcha este año la Subcomisión de Estudio de Transgénicos, que depende de la Comisión de Agricultura, Ramadería y Pesca, para debatir sobre la implantación y el cultivo de transgénicos en Cataluña.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la producción de alimentos tendrá que aumentar un 70% para abastecer a la población mundial en 2050 y, por tanto, en los próximos 50 años tendremos de producir más alimentos de los que hemos cultivado en toda la humanidad. En el último medio siglo, en el que la población mundial se ha doblado, las mejoras de producción se han conseguido sobre todo aumentando la superficie cultivada, y el agua y los abonos cultivados. Pero tal y como explica Josep Casacuberta, «esto ya no es posible, lo que nos obliga a utilizar todas las herramientas a nuestro alcance, como la mejora en el conocimiento básico de la genética de las plantas».
De esta forma, mirando hacia el futuro, uno de los principales retos de la agrigenómica es conseguir variedades de plantas más eficientes, con el objetivo de aumentar la producción sin incrementar los recursos de espacio, agua y abono invertidos en cultivarlas. Y todo ello en un contexto en el que el cambio climático dificultará el cultivo.
UN APETITO DE PELÍCULA ¿Por qué comemos tanto en las salas de cine? (Hay una explicación científica)
Casi como si se tratase de un ritual, antes de sentarse en sus butacas a disfrutar de una película en el cine, la mayoría de los espectadores tiene una regla de oro: comprar palomitas (y si son del tamaño grande, mejor). Una vez comienza la proyección, se activa la cuenta atrás para llegar al final del bote y –seamos claros– también para evitar que tu acompañante te robe más de la cuenta. Pero, ¿por qué se despierta el apetito de manera intensa mientras vemos una película?
El fenómeno de sentir hambre mientras disfrutamos de una película en la pantalla grande tiene mucho que ver con el entorno en el que comemos. Y es que el espacio produce un importante impacto en nuestras elecciones y comportamientos a la hora de comprar comida.
Por eso los cines buscan crear un espacio sensorial ‘prefabricado’ con una iluminación tenue que cree un ambiente relajado y centrado en la pantalla. Es una estrategia que también utilizan los restaurantes de lujo para animar a los comensales a comer más, condicionando su estado de ánimo. Sarah Lefebvre, profesora de marketing en la Universidad Estatal de Murray, en Kentucky, Estados Unidos, destaca que la disminución de la iluminación nos induce a estar más relajados, y en ese estado tendemos a consumir más porque la preocupación por la cantidad de comida que ingerimos se desvanece, no le prestamos atención.
La disminución de la iluminación nos relaja y, en ese estado, tendemos a consumir más porque la preocupación por la cantidad de comida que ingerimos se desvanece
La iluminación baja no solo influye en la cantidad que comemos, sino también en nuestras preferencias a la hora de elegir. Hay estudios que demuestran que, en ambientes con poca luz, las personas tienden a optar por comidas más ‘indulgentes’ en lugar de saludables. Esta tendencia se amplifica en el cine, donde la distracción con la trama en pantalla juega un papel adicional. Es aquí donde las palomitas de maíz, un snack poco atractivo en otros lugares, se convierten en un capricho reconfortante. Del que siempre queremos más.
Incluso el sabor de los alimentos se ve influenciado por la iluminación. Lefebvre explora la ‘compensación sensorial’, una teoría que sugiere que la privación de un sentido puede intensificar otro. En un estudio, descubrió que en condiciones de poca luz, los alimentos con un único matiz de sabor, como dulce o salado, saben mejor que cuando están iluminados. Sin embargo, cuando se agrega un segundo elemento de sabor, la diferencia que experimentamos al comerlo en un lugar iluminado u oscuro, disminuye.
Al no ver la comida, los alimentos con un único matiz de sabor, como dulce o salado, nos saben mejor que cuando están iluminados
En el apetito que se nos despierta en el cine también intervienen otros factores ambientales como el aire acondicionado de las salas. Una temperatura baja consigue que queramos comer más, puesto que el frío consume nuestras reservas de energía y hace que el cerebro envíe señales en busca de más calorías. Y los cines, obviamente, aprovechan esta técnica de termostato.
¿Y lo que hay en la pantalla no afecta en el apetito? Evidentemente, las películas en sí mismas desempeñan un papel determinante en nuestro ritual gastronómico en el cine. De hecho, los personajes y la trama pueden moldear nuestro apetito durante la proyección.
Seguro que te ha pasado alguna vez que has visto a un personaje comiendo una hamburguesa o cualquier otra apetitosa comida en una escena y has cogido un gran puñado de palomitas. Así lo explica Vivien Shuo Azhou, profesora de estudios de comunicación en la Universidad Bautista de Hong Kong: «Las acciones de los personajes de las películas, particularmente cuando están comiendo, crean patrones en la forma en que come la audiencia».
Se trata de un efecto de imitación –o experiencia vicaria– donde los espectadores comen cuando los personajes lo hacen, a modo de imitación. Aunque no ocurre siempre, solo cuando las personas se identifican con los personajes de la película, aclara Zhuo. Además, añade: «Comer es un comportamiento relacionado con objetivos, y cuando nos preocupamos por un personaje, inconscientemente adoptamos sus objetivos como propios».
Algunos cines en los que se permite cenar dentro de la sala llevan esta relación entre la película y la comida un paso más allá, ofreciendo elementos temáticos del menú que coinciden con la trama de la película. Por ejemplo, ante el fenómeno de la película Barbie, el menú edición limitada de palomitas rosas en las cajas de las muñecas está siendo un éxito rotundo entre los asistentes de todas las edades.
Una temperatura baja hace que queramos comer más, en busca de más calorías. Y eso también explica el uso, y abuso, del aire acondicionado en las salas
Pero la intensidad con la que se devoran las palomitas no es la misma durante toda la película. Las escenas finales son el momento con más posibilidades de que el público deje a un lado su bote de pop corn y saque su lado más goloso con un aperitivo dulce. Lo demuestra un estudio de 2017 en el que los espectadores que pudieron disfrutar de ambos tipos de snacks –dulces y salados– durante toda la proyección, se decantaron por el dulce hacia el final. «Descubrimos que cuando las personas están expuestas a una escena en la que se está terminando de comer, tienden a elegir más los M&M», explica Zhou. Ya seas de dulce o de salado, la próxima vez que te encuentres en una sala de cine con un apetito insaciable, recuerda que no estás solo en esta experiencia.
Deporte, Alimentación y Cultura: Una Trilogía de Salud, Rendimiento y Tradición
El deporte, la alimentación y la cultura están profundamente interconectados, formando un trípode que no solo impacta la salud y el bienestar de las personas, sino que también refleja las tradiciones y valores de una sociedad. A lo largo de la historia, la práctica deportiva y los hábitos alimenticios han estado entrelazados con las costumbres y creencias culturales, formando un espacio donde el cuerpo, la mente y la comunidad se encuentran.
El papel de la alimentación en el rendimiento deportivo
La nutrición es un componente esencial en el rendimiento deportivo, y su importancia no puede ser subestimada. Los atletas, desde los profesionales hasta los aficionados, dependen de una dieta adecuada para optimizar su energía, fortalecer sus músculos y mejorar su resistencia. En este contexto, la alimentación se convierte en una herramienta para alcanzar el máximo potencial físico, y su relación con el deporte está respaldada por una ciencia cada vez más precisa y detallada.
Macronutrientes y micronutrientes: base del rendimiento
Los macronutrientes —proteínas, carbohidratos y grasas— son fundamentales para el rendimiento deportivo. Las proteínas son esenciales para la reparación y crecimiento muscular, especialmente después de entrenamientos intensos. Los carbohidratos, por su parte, son la principal fuente de energía para actividades de alta intensidad y resistencia, como correr, nadar o practicar deportes de equipo. Las grasas saludables, como las que se encuentran en los frutos secos, el aguacate y los aceites vegetales, son esenciales para la función celular y la energía a largo plazo.
Además de los macronutrientes, los micronutrientes (vitaminas y minerales) juegan un papel crucial en la salud general y la prevención de lesiones. Minerales como el calcio, el magnesio y el hierro son esenciales para la contracción muscular, la producción de energía y la oxigenación de los tejidos, lo que permite un rendimiento deportivo óptimo.
La cultura detrás de las dietas deportivas
Cada cultura tiene sus propios enfoques y tradiciones relacionadas con la nutrición deportiva. Por ejemplo, en Japón, los deportistas a menudo consumen una dieta rica en pescado, arroz y verduras, elementos clave en la dieta tradicional japonesa que aportan proteínas de alta calidad y nutrientes esenciales para la salud y el rendimiento. En África, particularmente en países como Kenia o Etiopía, la dieta tradicional basada en cereales como el mijo y el sorgo, combinada con verduras locales, ha sido asociada con la resistencia sobresaliente de los corredores de fondo de élite.
En otros lugares, como en las regiones mediterráneas, la dieta basada en aceite de oliva, pescados grasos y vegetales frescos, conocida por sus propiedades antiinflamatorias y antioxidantes, también favorece una mayor recuperación y resistencia, lo que beneficia a los atletas.
La relación cultural con el deporte
El deporte no solo es una actividad física; es un fenómeno social y cultural que tiene un impacto profundo en las comunidades. En muchas culturas, el deporte se asocia con valores de esfuerzo, superación personal y disciplina, pero también refleja las normas sociales y los ideales colectivos.
Deporte y valores culturales
En algunos países, el deporte está íntimamente ligado a la identidad nacional. En Brasil, por ejemplo, el fútbol es mucho más que un deporte; es una manifestación cultural que une a la sociedad, independientemente de la clase social o la región. La pasión por el fútbol en Brasil se ve reflejada en las comidas que se disfrutan durante los partidos, como las churrascarías (parrilladas) y el feijão (frijoles), que son alimentos profundamente arraigados en la cultura brasileña.
De manera similar, en otros países latinoamericanos, como Argentina, el fútbol y la comida se combinan en rituales sociales, donde asados y empanadas se convierten en el marco perfecto para disfrutar de un partido. Estas tradiciones alimentarias no solo proporcionan sustento físico, sino que también permiten que las personas se conecten con su comunidad y su herencia cultural mientras practican o disfrutan de su deporte favorito.
El deporte como reflejo de la diversidad cultural
Los deportes también pueden ser una vía para la integración y el entendimiento entre diferentes culturas. Por ejemplo, el rugby en Nueva Zelanda se ha convertido en un símbolo de la unión entre las culturas maoríes y europeas. En el ámbito culinario, los deportes profesionales han contribuido a popularizar ciertas comidas internacionales. Los jugadores de baloncesto, fútbol o tenis, que viajan por todo el mundo, adoptan nuevas prácticas alimenticias influenciadas por las culturas locales, como es el caso de la popularidad del sushi entre los atletas de élite, o el consumo de batidos de proteínas, que se han globalizado gracias a la influencia de entrenadores y nutricionistas deportivos internacionales.
En el ámbito olímpico, la diversidad cultural de los atletas contribuye a un intercambio de prácticas alimenticias, donde la comida juega un papel central en la representación de cada país y región, ofreciendo a los atletas la oportunidad de compartir sus tradiciones culinarias con el mundo. Los menús olímpicos, por ejemplo, incluyen opciones que abarcan una gran variedad de culturas, adaptadas a las necesidades dietéticas de los deportistas.
Comida y rituales deportivos en las diferentes culturas
El deporte está rodeado de rituales que no solo se refieren a la competencia misma, sino también a la comida que acompaña las victorias o derrotas. En muchos países, las celebraciones después de un partido o una competición importante giran en torno a ciertos platos y bebidas que se asocian con la festividad o el orgullo local.
En Japón, por ejemplo, después de un partido de sumo, los luchadores disfrutan de un plato tradicional llamado chanko nabe, una sopa rica en proteínas, que es considerada como una comida que contribuye al fortalecimiento y la recuperación de los deportistas. En México, después de una victoria en un deporte popular como el boxeo, es común celebrarlo con una gran fiesta donde se sirve comida tradicional como tacos, tamales o mole, alimentos que tienen un fuerte vínculo con la cultura mexicana y sus tradiciones festivas.
En países como Turquía, el fútbol y el voleibol tienen una fuerte presencia en las reuniones familiares, y las comidas que se comparten en estos momentos se convierten en una parte esencial de la cultura deportiva. Los platos típicos, como el kebab, el meze y el baklava, no solo son manjares deliciosos, sino también símbolos de la hospitalidad y la camaradería que acompañan al deporte.
Alimentación y globalización: ¿homogeneización o diversidad?
La globalización ha transformado profundamente nuestras prácticas alimenticias, trayendo consigo tanto la promesa de mayor diversidad como la amenaza de homogeneización.
Acceso a nuevos sabores:
Gracias a la globalización, hoy podemos disfrutar de una mayor variedad de ingredientes y platos internacionales. Ingredientes como el aceite de oliva, el aguacate, la quinoa, el té verde o las especias de la India están ahora disponibles en supermercados de todo el mundo. Esto ha permitido que las personas prueben sabores que antes solo estaban disponibles en regiones específicas, enriqueciendo nuestras dietas y nuestra comprensión de otras culturas.
La amenaza de la homogeneización:
Sin embargo, la globalización también ha dado lugar a la estandarización de muchos aspectos de nuestra dieta. Las cadenas de comida rápida, como McDonald’s, Starbucks o KFC, han invadido mercados globales, imponiendo un modelo alimenticio basado en productos procesados, rápidos y baratos. Este fenómeno puede llevar a la desaparición de las cocinas locales, a la disminución de la diversidad de ingredientes y a la pérdida de conocimientos gastronómicos ancestrales.
La comida rápida y los productos industrializados, a menudo altos en azúcares, grasas y sal, también están relacionados con problemas de salud pública, como la obesidad y enfermedades crónicas, lo que hace aún más urgente el debate sobre la preservación de las tradiciones culinarias locales.
La comida y su relación con la espiritualidad
La alimentación está fuertemente vinculada a la religión y la espiritualidad en muchas culturas. Las creencias sobre lo que es adecuado comer, cómo y cuándo hacerlo, están influenciadas por las enseñanzas religiosas, y muchas veces la comida tiene un significado simbólico o espiritual.
El alimento como vehículo de trascendencia:
En el cristianismo, el acto de compartir el pan y el vino durante la misa es una representación simbólica del cuerpo y la sangre de Cristo, y por lo tanto, un acto de comunión espiritual. El ayuno, por otro lado, es un medio de purificación, penitencia y acercamiento a Dios.
En el judaísmo, las leyes dietéticas kosher dictan qué alimentos son puros y adecuados para el consumo, y cómo deben ser preparados. Los alimentos no kosher no solo están prohibidos por razones de salud, sino también por razones espirituales y religiosas.
Comida y no violencia en el Hinduismo y el Budismo:
En el hinduismo y el budismo, la dieta vegetariana es promovida como una forma de respeto por todas las formas de vida. La no violencia, o ahimsa, es un principio clave en ambas religiones, y muchos seguidores eligen una dieta basada en plantas como una forma de vivir en armonía con los seres vivos. En la India, el consumo de carne de vaca es generalmente rechazado, dado que las vacas son consideradas animales sagrados.
Los rituales alimenticios: la comida como acto social
La comida es un elemento central en los rituales sociales de todas las culturas. Desde las comidas familiares hasta los grandes banquetes, los actos de compartir alimentos representan un momento de conexión emocional, social y espiritual entre las personas.
La comida como vínculo familiar:
En muchas culturas, las comidas familiares son momentos clave para reforzar los lazos entre los miembros de la familia. En Italia, por ejemplo, la comida es un ritual que se celebra a lo largo de varias horas, donde los miembros de la familia se reúnen para disfrutar de varios platos, compartir historias y fortalecer relaciones. En muchas culturas latinoamericanas, los domingos son reservados para reuniones familiares, y la comida, como el asado argentino o los tamales en México, se convierten en el punto central de estas celebraciones.
Comidas festivas y religiosas:
Las festividades religiosas y los rituales de paso también tienen una fuerte conexión con la comida. En la Navidad, el Día de Acción de Gracias o el Año Nuevo, los platos tradicionales no solo representan un festín, sino una forma de honrar las tradiciones y reforzar la identidad colectiva. Por ejemplo, en el contexto del Ramadán, el iftar, la comida que rompe el ayuno, es un evento que va más allá de la nutrición, ya que se convierte en una oportunidad para reunir a la comunidad, compartir con los más necesitados y fortalecer los lazos de hermandad.
En las bodas, las fiestas de cumpleaños o las celebraciones nacionales, la comida juega un rol fundamental. La preparación y el consumo de ciertos platos pueden simbolizar buenos augurios o la prosperidad de una nueva etapa en la vida de una persona.
La jerarquía y los roles en la comida:
En muchos casos, la manera en que se comparte la comida refleja las jerarquías sociales y familiares. En algunas culturas, el padre es quien sirve primero y el último en comer, mientras que en otras, se espera que los invitados sean los primeros en ser atendidos. Estos rituales pueden hablar de respeto, honor y la importancia de las relaciones interpersonales.
Novak Djokovic: el tenista vegano que rompe todos los récords
Novak Djokovic, uno de los tenistas más destacados de todos los tiempos, ha compartido abiertamente los beneficios que ha obtenido de seguir una dieta basada en plantas. Aunque él mismo evita definirse estrictamente como «vegano,» su régimen alimenticio excluye productos de origen animal. Esta elección ha sido clave en su rendimiento físico y recuperación durante los últimos años
Razones detrás de su elección
Djokovic adoptó esta dieta inicialmente por motivos de salud. Durante años, enfrentó problemas de alergias e intolerancias alimentarias que afectaban su resistencia en la cancha. Después de investigar sobre diferentes enfoques nutricionales, decidió probar una alimentación basada en plantas. Los resultados fueron inmediatos: mejoró su energía, redujo el tiempo de recuperación y se sintió más fuerte y ligero
En entrevistas, Djokovic ha destacado que esta dieta le permite mantener un equilibrio mental y físico óptimo, lo cual es crucial para un deporte tan exigente como el tenis. Señala que su recuperación después de partidos intensos es mucho más rápida, lo que le da una ventaja competitiva
Participación en The Game Changers
Djokovic también es conocido por su participación en el documental The Game Changers, producido por James Cameron y dirigido por Louie Psihoyos. Este documental explora cómo los atletas de élite, incluidos culturistas, corredores y luchadores, han mejorado su rendimiento adoptando dietas basadas en plantas. Djokovic no solo comparte su experiencia, sino que también desafía el mito de que la carne es esencial para el rendimiento deportivo
En el documental, se enfatiza que las dietas a base de plantas pueden proporcionar todos los nutrientes necesarios para construir músculo, mejorar la resistencia y acelerar la recuperación. Djokovic destaca que cambiar su dieta le permitió alcanzar un nuevo nivel en su carrera
Más allá del deporte: Conciencia social y ambiental
Además de los beneficios personales, Djokovic ha mostrado interés en los aspectos éticos y ambientales del veganismo. Aunque no siempre lo menciona directamente, su decisión refleja una tendencia creciente entre los deportistas de alto nivel que ven la alimentación vegana como una forma de contribuir al bienestar del planeta
Reflexión final
El caso de Novak Djokovic demuestra que una dieta basada en plantas no solo es compatible con el deporte de alto rendimiento, sino que puede ser un factor decisivo en la obtención de resultados sobresalientes. Su testimonio, respaldado por la ciencia y la experiencia de otros atletas, desafía las concepciones tradicionales sobre nutrición y rendimiento
En un mundo donde la sostenibilidad y la salud son prioridades crecientes, la experiencia de Djokovic sirve como inspiración para explorar alternativas más saludables y éticas, no solo para deportistas, sino para cualquier persona interesada en mejorar su bienestar general.
La gastronomía como un puente entre culturas
La comida tiene un poder único para conectar personas de diferentes culturas, creando un espacio de intercambio que trasciende las barreras lingüísticas y geográficas. En la era de la globalización, los ingredientes y recetas de diferentes partes del mundo se mezclan y evolucionan, dando lugar a nuevas formas de comer que reflejan la interconexión global.
La migración como motor de intercambio culinario:
Las migraciones a lo largo de la historia han sido un motor clave para la fusión de tradiciones gastronómicas. En los países de América, por ejemplo, la mezcla de alimentos y costumbres culinarias de los pueblos indígenas, los colonizadores europeos, los esclavos africanos y los inmigrantes de diferentes partes del mundo ha dado lugar a una diversidad culinaria única. Platillos como el gumbo en Luisiana (EE. UU.), el ceviche en Perú, o el arroz con pollo en el Caribe son ejemplos de cómo la mezcla de ingredientes y técnicas ha dado lugar a nuevas formas de expresión gastronómica.
En ciudades cosmopolitas como Nueva York, Londres o París, los mercados, restaurantes y tiendas de alimentos ofrecen una variedad impresionante de sabores internacionales. El concepto de «comida global» ha hecho que ingredientes como la cúrcuma, el aguacate, o el kimchi estén presentes en muchas mesas del mundo, mientras que platos como la pizza o los tacos se han adaptado y transformado según las preferencias locales.
Fusionando sabores: la creatividad culinaria:
La mezcla de tradiciones culinarias puede llevar a la creación de nuevos platos que combinan ingredientes y métodos de cocina de diferentes partes del mundo. Ejemplos de esta fusión incluyen el «sushi burrito», que toma la estructura del sushi japonés y la presenta en forma de un burrito, o la «pizza hawaiiana», que combina la tradición italiana con ingredientes tropicales como la piña. Estos platos no solo ofrecen nuevos sabores, sino que también representan la creatividad y el intercambio cultural que caracterizan la globalización.
Sin embargo, este intercambio culinario también plantea desafíos. Por un lado, puede promover el entendimiento mutuo y el respeto hacia otras culturas. Por otro, puede haber una pérdida de autenticidad o incluso apropiación cultural cuando los elementos de una gastronomía son adoptados sin comprender su contexto original.
La comida como reflejo de identidad cultural
La relación entre comida e identidad cultural es profunda y multifacética. Los hábitos alimenticios no solo están relacionados con el tipo de alimentos que consumimos, sino con la manera en que estos alimentos nos conectan con nuestra historia, nuestra geografía y nuestras tradiciones. Comer es un acto que va más allá de la simple necesidad biológica; se trata de una forma de pertenencia a una comunidad, un pueblo o una nación.
Elementos que definen la identidad cultural a través de la comida:
- Ingredientes autóctonos: Muchos alimentos están profundamente ligados a las características geográficas de un lugar. Por ejemplo, el maíz en América Latina o el arroz en Asia son más que ingredientes: son símbolos que hablan de la relación de una cultura con su territorio y su historia. En México, el maíz es considerado un «regalo de los dioses» y ocupa un lugar fundamental en la dieta de las diferentes regiones del país. Su presencia en la gastronomía mexicana refleja una historia de miles de años de cultivo y consumo, lo que lo convierte en un emblema de identidad.
- Platos tradicionales: Cada cultura tiene platos que definen su identidad, y estos suelen estar ligados a festividades, rituales o momentos importantes. La paella en España, la pizza en Italia, el sushi en Japón y el curry en la India son solo algunos ejemplos de comidas que no solo representan la gastronomía de esos países, sino que son parte de su identidad colectiva. Estos platos no solo son una forma de nutrición, sino de continuidad cultural.
- Sabores y técnicas culinarias: Los métodos de cocción y la combinación de sabores también varían según la cultura. En la India, el uso de especias complejas refleja una tradición de sabores intensos y de técnicas de cocción que datan de siglos atrás. En contraste, las cocinas del norte de Europa tienden a resaltar sabores más simples, como el salmón o las papas, que son fundamentales para el sustento en climas fríos.
Comida como forma de resistencia cultural:
En muchas ocasiones, la comida ha sido una herramienta para resistir la homogeneización cultural. Durante la colonización, muchas culturas utilizaron sus recetas tradicionales como una forma de mantener viva su identidad frente a la imposición de costumbres extranjeras. Hoy en día, la preservación de platos tradicionales sigue siendo una forma de afirmar la cultura local frente a los desafíos globalizadores.
Nanopartículas dulces para combatir infartos cerebrales
Los compuestos que surgen de la unión de la glucosamina, un tipo de azúcar, con nanopartículas conocidas como fulerenos, populares por su forma de balón de fútbol, ayudan a reducir el daño celular y la inflamación que se producen tras un ictus o accidente cerebrovascular. Lo ha comprobado en ratones un equipo del Instituto Max Planck en Alemania, que también espera que se pueda utilizar en humanos.
La mayoría de los infartos en el cerebro ocurren cuando los vasos sanguíneos que llegan a este órgano se obstruyen con coágulos o depósitos grasos que disminuyen el flujo de sangre hacia sus células. Es entonces cuando se produce el ataque isquémico del cerebro, una patología que conduce a la degeneración de las neuronas, puede resultar mortal y para la que no existen muchos fármacos que permitan tratarlo.
Ahora, científicos alemanes y suizos han comprobado que la combinación de dos sustancias ayuda a reducir la inflamación y el volumen cerebral afectado tras el accidente cerebrovascular. Se trata de la glucosamina, un aminoazúcar de uso común en el tratamiento de la artritis y la artrosis; y de ciertos derivados de los fulerenos, unas estructuras huecas y esféricas formadas por muchos átomos de carbono.
Hasta ahora se sabía que los fulerenos captan bien radicales químicos que los hacen actuar como agentes neuroprotectores, mientras que la glucosamina sirve para atenuar la inflamación.
Lo que han hecho los investigadores es enlazar químicamente los dos compuestos para producir lo que se conoce como ‘gliconanopartículas’. Después se las han administrado a ratas de laboratorio a las que se les había inducido el accidente cerebrovascular.
Los resultados, que publica la revista Experimental Neurology, concluyen que esa combinación de los derivados de los fulerenos y la glucosamina reduce el daño celular y la inflamación tras el infarto cerebral, según revelaron las imágenes por resonancia magnética de los cerebros de los animales y la mejoría de sus síntomas neurológicos.
“Lo que confirma nuestro estudio es que es posible combinar fulerenos y azúcares para sumar sus efectos protectores, y obtener así nuevos materiales que ayuden a prevenir y tratar los infartos cerebrales”, señala Guillermo Orts-Gil, investigador español del Instituto Max-Planck de Coloides e Interfases (Alemania) y coautor del trabajo.
“Aunque de momento es un estudio con roedores, los resultados presentan a estas gliconanopartículas como materiales potencialmente eficaces para tratar infartos cerebrales también en humanos. Sin embargo hay que ser cautelosos, ya que lo que funciona con ratones de laboratorio, no necesariamente va a hacerlo con personas”, añade el científico.
Este trabajo es continuación de otro anterior, publicado el año pasado en la revista Nano Letters, donde los investigadores también confirmaron que una proteína llamada E-selectina, asociada a la cascada de acontecimientos que se suceden en un infarto cerebral, se distribuye por todo el cerebro, y no solamente en la zona donde se origina el infarto, como se pensaba hasta ahora.