La Organización de las Naciones Unidas (ONU) define el derecho a la alimentación como el acceso físico y económico de cualquier persona, en todo momento, a una alimentación adecuada o a los medios para obtenerla. Sin embargo, este derecho no siempre se cumple debido a distintos factores.
Un tercio de los alimentos producidos para el ser humano se pierde en la fase de producción primaria o se despilfarra en algún punto de la cadena alimentaria.
Otro informe de la FAO estimó que entre 1 300 y 1 600 millones de toneladas de alimentos de la producción total anual acabaron saliendo de la cadena de suministro sin ser consumidos. WWF calcula que, solo en el sector primario, la cifra puede llegar a 1 200 millones de toneladas anuales.
Esto no solo contribuye a la inseguridad alimentaria, sino que también perjudica al medio ambiente, generando emisiones de gases de efecto invernadero, despilfarro de recursos hídricos y degradación de algunos ecosistemas y su biodiversidad. Para hacer frente a esta problemática, uno de los objetivos de desarrollo sostenible de la ONU pretende reducir a la mitad el desperdicio de alimentos a lo largo de la cadena de producción y suministro.
Europa aborda el problema
Aunque la Comisión Europea estableció un método normalizado y unos requisitos mínimos de calidad para medir el despilfarro alimentario, excluyó aspectos relacionados con las pérdidas en el sector primario, debido a la complejidad y el coste que conlleva.
A nivel técnico y científico, todavía no existe una metodología común para estimar con precisión este fenómeno y persiste la falta de comprensión de los factores subyacentes. Además, las principales partes interesadas carecen a menudo de los conocimientos necesarios para prevenir eficazmente el problema y aplicar soluciones sostenibles.
Ciertamente lamentable. En la época que vivimos en la que se enfatiza el reciclaje, aprovechamiento de los recursos ya que son finitos aunque no nos lo parezca, resulta curioso que sigamos hablando de la importancia de demostrarlo mientras hacemos lo contrario…. Parece que nuestra concienciación solo es de cara al «escaparate» porque la realidad es otro muy distinta.
Es increíble que un tercio de los alimentos se pierda antes de llegar a nuestras mesas, mientras millones pasan hambre. Además, este derroche daña el medio ambiente y agrava el cambio climático. Es frustrante que, a pesar de algunas medidas, todavía no haya soluciones claras ni una estrategia efectiva para frenar este problema.
Me parece positivo que la ONU y la Comisión Europea estén tomando medidas para abordar este problema. Es necesario reducir como mínimo a la mitad el desperdicio de alimentos. Me parece preocupante que aún falten metodologías para medir el desperdicio y que haya un desconocimiento sobre las causas del problema.
Es fundamental que, desde los productores hasta los consumidores, seamos más conscientes del impacto que tiene el despilfarro de alimentos y que trabajemos juntos para encontrar soluciones sostenibles