Aumentar la inversión en la investigación de los parientes de millones de años de antigüedad de este cereal puede producir una nueva generación de variedades resistentes al clima y regenerativas para el medio ambiente.
Cerca de mil millones de litros de fungicida es la cantidad que se han ahorrado los agricultores este siglo gracias al uso de variedades de trigo resistentes a las enfermedades. El trigo moderno debe la mayoría de sus genes de resistencia a sus parientes silvestres: primos herbáceos con millones de años de antigüedad y que han sido puestos a prueba en las condiciones climáticas extremas de la Tierra.
A pesar de estos notables logros en la mejora genética del trigo, no hemos hecho más que arañar la superficie del potencial genético de sus parientes silvestres. Con el cambio climático intensificándose y la rápida evolución y propagación de patógenos —una nueva cepa de hongo puede circular en la corriente de aire—, es imperativo aumentar la inversión en la investigación de esta diversidad genética en gran medida inexplorada. Hacerlo podría revolucionar la producción de trigo, garantizando la seguridad alimentaria, mientras se reduce drásticamente la huella medioambiental de la agricultura.
Sin iniciativas como estas, las epidemias o pandemias podrían devastar las cosechas, lo que podría llevar a la aplicación masiva de agroquímicos tóxicos y aumentar la presión selectiva para que las plagas y enfermedades desarrollen resistencia. Las consecuencias serían de gran alcance, pues no solo afectarían a la seguridad alimentaria y al medio ambiente, sino también a la estabilidad geopolítica, pudiendo desencadenar migraciones humanas y conflictos.
El poder de los microorganismos
La variación genética en los bancos de semillas está en gran medida ausente en el trigo moderno, que se separó genéticamente de otras especies de pastos hace 10.000 años y recientemente ha sido objeto de un programa de cultivo basado en la ciencia, lo que ha restringido su diversidad. El trigo necesita la diversidad de sus primos para prosperar en un clima cambiante.
Más allá de la resistencia al clima y a las enfermedades, los parientes silvestres del trigo ofrecen otra interesante vía de beneficios medioambientales: la mejora de las interacciones con microorganismos beneficiosos. Estos pastos antiguos han desarrollado relaciones intrincadas con los microbios del suelo, ausentes en gran medida en el trigo moderno.
Algunos parientes silvestres del trigo pueden inhibir los microbios del suelo que convierten el amonio en nitrato. Aunque ambas formas de nitrógeno son útiles para las plantas, el nitrato es más propenso a perderse por lixiviación o conversión gaseosa. Ralentizar este proceso de conversión, llamado nitrificación, tiene profundas implicaciones para la agricultura sostenible, ya que puede mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero, mejorar la eficiencia en el uso del nitrógeno y reducir el uso de fertilizantes sintéticos.
El camino a seguir es claro: aumentar la inversión en la investigación de los parientes silvestres del trigo puede producir una nueva generación de variedades de trigo que sean no solo resistentes al clima, sino también regenerativas para el medio ambiente. Será un paso crucial hacia la seguridad alimentaria sostenible en un mundo cambiante.
Es de gran interés conocer la importancia de la biotecnología aplicada a los alimentos, ya que gracias a ella podemos presumir de tener a nuestra disposición alimentos transgénicos, los cuales están preparados para optimizar sus características, fruto y muestra de la evolución científica en la humanidad.