Las empresas de alimentación han frenado en seco la subida de los precios. El incremento registrado durante el pasado mes de enero fue de tan solo un 3,9%, el más bajo desde hace tres años, en marzo de 2021, según los datos del IPRI, el Índice de Precios Industriales. Aunque los precios se están frenando a costa de los márgenes, la tendencia refleja una línea continua a la baja desde hace meses.
Después de que en octubre de 2022 se alcanzara un récord con un incremento de los precios del 21,2%, las empresas han ido poco a poco estabilizándolos. En julio bajaron por primera vez del 10% y en diciembre, con el cierre del ejercicio, la subida se redujo ya a tan solo un 5,1%. A pesar de la relajación de los precios por parte de la industria, las tensiones en la cadena alimentaria son mayores que nunca.
Los fabricantes no han podido repercutir las subidas de los costes que han sufrido en los últimos años y aspiraban a hacerlo en 2024, pero la distribución, que está viendo un deterioro en los volúmenes de venta y una bajada también de su rentabilidad, no está dispuesta a ello. De momento, eso ha provocado ya que algunas empresas hayan tomado decisiones drásticas, como Carrefour, que ha expulsado a PepsiCo de sus lineales en España, Francia, Italia y Bélgica, o la cadena de supermercados Dia, que ha retirado los productos del grupo mexicano Bimbo, propietario de marcas como Donuts, además del conocido pan de molde.
El freno en la subida de precios en el sector alimentario, con un aumento del 3,9% en enero, es un alivio tras los picos de años anteriores. Aunque esto sea una buena noticia para los consumidores, me preocupa que la estabilidad tenga un alto costo para la industria.
Se puede apreciar que el freno del aumento al 3,9% es positivo para los consumidores, pero esto marca las tensiones que hay en la cadena alimentaria. Con ello, esta situación pone en peligro la sostenibilidad del sector.