La relación palomitas-cine es algo clásico. Pero, ¿por qué surgió este idilio? La revista Smithsonian ha recogido la historia de esta combinación, con un trasfondo económico que tuvo sus orígenes en la Gran Depresión tras el crack de 1929 y que se instaló definitivamente durante la II Guerra Mundial. De hecho, las palomitas de maíz ayudaron a salvar a la industria de las salas de cine del colapso total a principios del siglo pasado.
Las palomitas, originarias probablemente de Chile e introducidas por marineros estadounidenses, ya tenían su lugar en la dieta estadounidense a mediados del siglo XIX. De hecho, se podían encontrar casi en cualquier lugar, excepto en los teatros.
En sus inicios, las salas de cine tampoco permitieron este aperitivo, reflejando su propio origen en el teatro. Los propietarios de las salas estaban más preocupados por la suciedad o el deterioro que podría causar, ya que se buscaba a un cliente de nivel alto. Asimismo, querían evitar el ruido de las palomitas, ya que no olvidemos que entonces el cine era mudo.
Con la introducción del sonido en 1927, el cine incrementó mucho su popularidad, dado que ya no era necesario saber leer para acudir a las salas. Esta apertura a todo tipo de público suponía una gran oportunidad de negocio, pero aún así los propietarios seguían siendo reacios a permitir la comida en las salas.
Y llegó la Gran Depresión
Pero entonces llegó el crack de 1929 y la Gran Depresión supuso una gran oportunidad, tanto para las salas de cine como para las palomitas de maíz. Las películas eran uno de los pocos entretenimientos que el ciudadano estadounidense podía permitirse y al mismo tiempo las palomitas eran otro de los ‘lujos’ que la gente se daba.
La oportunidad de negocio parecía evidente, y si los dueños de los cines no la vieron, otros sí que la vieron. Comenzaron a surgir pequeños emprendedores que compraron sus propias máquinas de palomitas que luego vendían en las puertas de las propias salas de cine. Los recintos llegaron incluso a colgar carteles para que la gente dejara en consigna sus palomitas, al igual que hacían con sus abrigos.
Ante esta realidad, los dueños pronto decidieron aprovechar la situación. Primero, concediendo permisos a estos pequeños vendedores en los vestíbulos de las salas; después, eliminando al intermediario y haciéndolo directamente ellos, con la consecuente subida de los beneficios.
De hecho, durante esta transición, muchos de los cines que no se adaptaron desaparecieron, mientras que aquellos que sí lo hicieron pudieron sobrevivir gracias a los beneficios extra que les proporcionaban la venta de palomitas y otros snacks.
La II Guerra Mundial consolidó la tendencia
Además de estos factores meramente económicos, un factor externo ayudó a solidificar este ‘matrimonio’ entre palomitas y cine: la II Guerra Mundial.
Y es que la guerra provocó escasez de azúcar, lo que hizo que competidores de las palomitas como los caramelos fueran racionados. Vía libre para la consolidación de las palomitas como el aliado perfecto de una película.
En 1945, tras el final de la contienda, ya se podía decir que esta unión estaba consolidada. Más de la mitad de las palomitas de maíz que se consumían en EEUU se comían en las salas de cine. De las reticencias iniciales se pasó a una sobreexplotación: en un momento dado se llegó a parar los filmes para animar a la cliente a ir a comprar snacks con anuncios en la pantalla.
Muy interesante, no sabía que en los inicios no estaban permitidas las palomitas en el cine, menos mal que esto cambió, me parece fundamental comer palomitas mientras veo la película