Inicio » alimentación y salud » ¿Por qué nos sentimos culpables por comer lo que nos gusta?

¿Por qué nos sentimos culpables por comer lo que nos gusta?

La antropóloga y nutricionista Gemma Hortet aboga por volver a estrechar los lazos entre el disfrute de la gastronomía y la salud. ¡Fuera remordimientos!

Julia Roberts, en una de las escenas de ‘Comer, rezar, amar’ en la que aboga por volver a disfrutar de la comida.

En una escena de ‘Comer, rezar, amar’, Julia Roberts contempla con una mezcla de sorpresa y estupefacción como la mujer que se sienta frente a ella ‘juguetea’ con la pizza que hay en su plato en lugar de comérsela con toda la devoción que merece el manjar (que es, precisamente, lo que está haciendo Roberts). «Estás comiendo una margarita en Nápoles. Estás moralmente obligada a disfrutar de esta pizza«, la espeta entre bocado y bocado dando por zanjado un debate salpicado de ‘michelines’, recuento de calorías y deseo sexual.

¿Qué nos pasa? ¿En qué momento dejamos de disfrutar comiendo? «En el momento en el que apartamos la cocina y la gastronomía de la salud y los especialistas en salud y nutrición empezaron a asociar tener un peso adecuado a contar kilocalorías y a un tipo de técnicas culinarias en lugar de tener cuenta los nutrientes o el comportamiento de un alimento en el cuerpo (saciedad)», explica la antropóloga, educadora social y especialista en nutrición Gemma Hortet.

¿Tan malo es sentir placer con la comida? «Todo lo contrario. Comer es un acto necesario para nuestra supervivencia, al igual que lo es el sexo. Y, por eso, la naturaleza lo hizo placentero. Intentar sacar de la ecuación el placer al comer es un error que empezó a originarse cuando se puso de moda la ‘no cocina’ como fuente de salud, o sea: la plancha, el crudo, el horno, el hervido… Todo muy básico».

Dietas milagro, planes restrictivos… Hortet no puede con todo este barniz épico que se le da hoy a algo tan básico como es comer. «Pasarse la vida a base de ensaladas y carne o pescado a la plancha, más que épico, es dramático, porque va en contra de nuestra cultura, de nuestras tradiciones y nuestra propia naturaleza. El ser humano ha de aprender a alimentarse disfrutando del proceso. Prohibir, reducir y eliminar alimentos saludables no es el camino».

Realmente, ¿’todo lo que no mata, engorda’? «No es cierto. Eso nos han hecho creer. Lo que nos destruye lentamente es aquello que tiene sustancias que no existen en la naturaleza y que crean una adicción lenta por sus sabores intensos».

A veces, prosigue, «es tan fácil como colocar el alimento que deseamos a la hora adecuada o reducir la cantidad que vamos a comer acompañándolo de algo que ayude a metabolizarlo mejor».

Hay personas que se pasan la vida a dieta; en una montaña rusa de privarse de todo, ponerse morados y vuelta a empezar. ¿cómo se pone orden en ese lío? «Primero de todo, dejando de hacer restricciones alimentarias. Hay que poner orden en la alimentación y esto requiere de tiempo y valor. Uno dedica tiempo a las cosas que pone en valor. Alimentarse bien requiere de conocimiento y tiempo de organización, compra y cocina. Quien diga lo contrario, miente. Si no concedemos el valor a la alimentación o a la salud que merecen nunca encontraremos en tiempo para ellas».

Y lo peor de todo esto, señala, es que «la industria alimentaria lo sabe, sabe que no queremos dedicar tiempo a comprar, a cocinar a organizar. ‘Te cuidamos’, ‘cocinamos por ti’, son frases que aparecieron en la década de los 70 que nos han hecho mucho daño pensando que se puede comer cualquier cosa o que la industria ya cocina por nosotros. ¿Quién no se ha hartado en su infancia de comer sopas de sobre pensando que eran una maravillosa cena que hacía la vida más fácil a las mujeres?».

Entonces, ¿se puede disfrutar comiendo sin que nos machaque el remordimiento de conciencia? «¡Se debe! Hay una corriente muy catastrofista sobre el disfrutar comiendo y la salud. Nos han enseñado que comer sano es comer ensaladas y carne o pescado a la plancha y nada más lejos de la realidad. Si entre semana disponemos de poco tiempo, usemos aliños caseros ricos, ‘toppings’ de frutos secos tostados, especias. Tomemos, cada día, un trozo de chocolate negro, saboreándolo lentamente. Cerrar la comida con algo que nos de mucho placer es, además de muy agradable, un buen anclaje para comer sano sin remordimientos».

En un escenario de dietas restrictivas y platos ‘light’, esta nutricionista y antropóloga aboga por gozar con sensatez de ‘lo de siempre’. «No puede ser que nos sintamos mal hasta cuando comemos algo tan delicioso como las croquetas de nuestras madres. Nos han hecho creer que los fritos y las harinas son muy malas y es una cuestión de esas 3C que he citado antes (calidad, cantidad y contexto). Y el frito no es malo; lo peor de los fritos son los malos aceites, el reutilizado y las altas temperaturas, cosas que podemos controlar muy bien en casa. Yo como croquetas caseras todas las semanas. Las hago con las sobras del cocido y me las tomo con verduras salteadas. Es mi mejor terapia antiestrés que me anuncia que pronto llega el viernes y la escapada a la naturaleza».

Hortet subraya que «cuando incluimos en nuestra alimentación semanal o mensualaquello que nos hace sentir bien, nos une a tu cultura, nos conecta con nuestros seres querido, no solo comemos mejor, sino que dejamos de desear de atiborrarnos con todas las porquerías ultraprocesadas de los supermercados».

¿Qué hacemos, entonces, para conseguir este maravilloso equilibrio en nuestro día a día cuando, a veces, no tenemos ni tiempo, ni energía para andar con muchas florituras? «Hacer una lista de todos aquellos platos que ya sabemos que son alimentos de verdad y que disfrutamos comiéndolos para ‘agendar’ cada semana uno. Por ejemplo: croquetas, macarrones, callos, paella de marisco, fideuá etc.. Confeccionar otra lista con esos alimentos que nos dan placer (chocolate, queso, jamón etc.) para incluir un poco de uno de ellos cada día. Preparar otro listado con aquellos alimentos que sabemos que nuestro cuerpo necesita para funcionar bien (pescado azul, verduras, aceite de oliva, legumbres, huevos, cereales integrales, frutas) para que cada día tomemos, al menos, tres de ellos acompañado -al menos una vez al día- de un buen plato de verduras. Y, por último, escoger elaboraciones divertidas usando especies, condimentos para que lo sano no parezca soso o aburrido».

Con todo eso, Gemma Hortet está convencida de que tendremos «un combo de salud y placer maravilloso, porque comer bien y disfrutar del proceso es un arte que ha de cultivarse». ¡Amén!

FUENTE: Periódico El Mundo. Sección Bienestar

https://www.elmundo.es/vida-sana/bienestar/2024/09/09/66d81a85fdddff8c5e8b45a5.html


1 comentario

  1. La sociedad moderna ha impuesto una visión de la comida centrada en el control y la restricción, más que en el disfrute y la nutrición consciente. Esto ha generado una desconexión con nuestras tradiciones alimentarias y, en última instancia, ha creado una relación de culpa con la comida. Hortet nos invita a redescubrir la comida como fuente de placer y salud, alejándonos de la obsesión por las calorías y los «platos light». Es importante recordar que la alimentación no solo es una necesidad fisiológica, sino también cultural y emocional.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *