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Estado Mundial de la Agricultura y la Alimentación 2024 (SOFA 2024)

El Estado Mundial de la Agricultura y la Alimentación 2024 (SOFA 2024) destaca cómo los sistemas agroalimentarios, especialmente en países industrializados y emergentes, generan costes ocultos significativos, alcanzando los 12 billones de dólares anuales. De esta cifra, aproximadamente el 70% proceden de patrones de consumo poco saludables, como el abuso de los alimentos procesados y las carnes rojas, que están relacionados con enfermedades crónicas como la diabetes y las enfermedades cardiovasculares.

La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) ha explicado que los sistemas agroalimentarios, y especialmente en los países industrializados y emergentes (los que experimentan un crecimiento económico acelerado y una modernización de sus estructuras económicas), generan gastos ocultos que suman 12 billones de dólares anuales. De esta cifra, el 70% (aproximadamente 8’1 billones) procede de los patrones de consumo insalubres, que desencadenan enfermedades crónicas como la diabetes y las enfermedades cardiovasculares.

El informe Estado Mundial de la Agricultura y la Alimentación 2024 (SOFA 2024) incide en cómo estas cifras, afectan a los distintos tipos de sistemas agroalimentarios proponiendo una transformación hacia un modelo más sostenible y saludable. Desde la FAO se apunta que descubrir el verdadero coste de los alimentos es el primer paso para conseguir que los sistemas agroalimentarios sean más inclusivos, resilientes y sostenibles. Hay que destacar que el nuevo documento se basa en las conclusiones de la edición del año 2023, profundizando en el uso de evaluaciones de la contabilidad de los costes reales de los sistemas agroalimentarios e identificando aquellas intervenciones políticas orientadas a su transformación.

En el análisis del informe se detalla que el aumento del consumo de alimentos procesados, las carnes rojas y el sodio, además de una baja ingesta de frutas, verduras y granos integrales, son factores clave de riesgo en las dietas modernas que contribuyen al 70% de esos costes ocultos. Estas dietas aumentan el riesgo de las enfermedades crónicas y afectan a la productividad laboral, generando una notable carga económica en los sistemas de salud.

Estado Mundial de la Agricultura y la Alimentación 2024 (SOFA 2024) | Gastronomía & Cía

No busques más: la alimentación ideal para personas con diabetes según Harvard

Un estudio de la Universidad de Harvard ha arrojado nueva luz sobre cómo una dieta específica podría impactar significativamente en la salud de las personas con diabetes tipo 2. De acuerdo con los investigadores, seguir esta alimentación puede reducir el riesgo de mortalidad prematura entre quienes padecen esta enfermedad.

Este hallazgo representa la primera evidencia empírica de que ajustar la alimentación no solo ayuda a manejar la diabetes, sino que también podría mejorar las tasas de supervivencia a largo plazo. Por supuesto, antes de realizar cambios drásticos en la dieta, es importante consultar a un profesional de la salud.

Cuál es la alimentación ideal si tienes diabetes 

Los nutricionistas suelen recomendar a las personas con diabetes moderar el consumo de carbohidratos. Este enfoque, respaldado ahora por el estudio de Harvard, sugiere que consumir una cantidad controlada de carbohidratos de alta calidad podría ser clave para evitar complicaciones a largo plazo.

Yang Hu, investigador asociado en el Departamento de Nutrición de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard, señaló que si bien es común aconsejar que eviten los carbohidratos refinados para prevenir la diabetes, el estudio aporta evidencia de que una dieta baja en carbohidratos también podría ayudar a controlar su progresión en personas que ya tienen la enfermedad.

Los investigadores examinaron datos recopilados durante 34 años de seguimiento en dos estudios: el Estudio de Salud de Enfermeras, con 7,224 mujeres, y el Estudio de Seguimiento de Profesionales de la Salud, con 2,877 hombres. Todos los participantes desarrollaron diabetes tipo 2 después de haberse unido a estos estudios.

A través de cuestionarios bienales sobre estilo de vida e historial médico, los investigadores examinaron las dietas de los participantes, analizando sus fuentes de proteínasgrasas y carbohidratos para evaluar la calidad de sus nutrientes.

Los beneficios de una dieta vegetal baja en carbohidratos

Las personas que mantenían una dieta baja en carbohidratos experimentaron una reducción del 24% en la mortalidad general. Este efecto fue aún mayor en quienes seguían una dieta baja en carbohidratos centrada en alimentos de origen vegetal, que incluía carbohidratos de alta calidad como frutasverduras granos integrales

Además, este patrón de alimentación se asoció con una reducción de la mortalidad por enfermedades cardiovasculares y cáncer, dos de las principales causas de muerte entre personas con diabetes tipo 2.

Por el contrario, las dietas bajas en carbohidratos basadas en productos de origen animal y en carbohidratos de baja calidad, como azúcares añadidos y granos refinados, no demostraron una asociación significativa con una menor mortalidad

Estos resultados refuerzan la idea de que no solo la cantidad, sino también la calidad de los carbohidratos, es crucial en una dieta orientada al bienestar de las personas con diabetes.

Otra conclusión destacada del estudio es que las personas que además de llevar una dieta baja en carbohidratos de origen vegetal mantenían hábitos saludables, como no fumar, realizar actividad física regularmente y consumir alcohol de forma moderada, experimentaban aún mayores beneficios en su salud. 

Esto sugiere que una combinación de buenos hábitos y una alimentación adecuada podría maximizar la longevidad en personas con diabetes tipo 2.

(Esta información no sustituye en ningún caso al diagnóstico o prescripción por parte de un médico. Es importante acudir a un especialista cuando se presenten síntomas en caso de enfermedad y nunca automedicarse.)

No busques más: la alimentación ideal para personas con diabetes según Harvard

Cambio de hora: ¿cómo influye la luz en lo que comemos?

El ritmo circadiano del cuerpo determina aspectos que van desde la temperatura corporal hasta el apetito. Y la luz dirige esta ‘gran orquesta biológica’

Sensación de malestar, somnolencia y variaciones en el estado de ánimo son algunas de las consecuencias que produce el cambio de hora en la salud. Más de 48 millones de habitantes deberán ajustar las manecillas de los relojes por segunda vez en el año para adaptarse, en esta ocasión, al horario de invierno el próximo 27 de octubre. La medida está vigente desde 1974 y aunque puede parecer algo menor a estas alturas, repercute en el ritmo circadiano, el reloj del cuerpo que regula las funciones fisiológicas y recibe órdenes de una región del cerebro llamada hipotálamo. La mayoría de las investigaciones científicas al respecto se han centrado principalmente en analizar los efectos en el rendimiento físico y mental de las personas, sin embargo, también desencadena cambios en los hábitos alimenticios y el aparato digestivo.

El ciclo natural dura 24 horas e influye en aspectos que van desde la temperatura corporal hasta el apetito. Y la luz, que los ojos perciben a través de la retina, dirige esta gran orquesta biológica. Durante la estación más fría del año, se genera un desequilibrio en la producción de la melatonina y el cortisol (las hormonas que regulan el sueño y el estado de alerta), porque los días son más cortos y las personas suelen reducir su exposición al sol. Alba García Aragón, médica especialista del Instituto del Sueño de Madrid (IIS), explica que en la actualidad existe un desfase de una hora en el periodo invernal y de dos horas en verano, lo que afecta especialmente a adultos mayores y adolescentes.

“Por desgracia, los españoles duermen cada vez menos y peor. No estamos viviendo de acuerdo a las horas de luz y al final, esto influye en lo que comemos”, sostiene sobre el huso horario que se remonta al periodo de la dictadura franquista, una medida que lleva 84 años. La desincronización entre la hora de comer y el reloj biológico del cuerpo humano provoca que las personas no descansen correctamente, lo que produce alteraciones hormonales que repercuten en un aumento de la sensación de hambre. Esto, a largo plazo, eleva también el riesgo de desarrollar alteraciones metabólicas y enfermedades como la obesidad y el cáncer.

En el país, salvo en las Islas Canarias, rige el horario central europeo (al igual que en Alemania y Francia) en lugar del occidental que debería tener España por su localización geográfica en el meridiano de Greenwich, tal como en Portugal o el Reino Unido. Para mantener un equilibrio en los niveles de energía y evitar la fatiga, la nutricionista Clara Puig Muñoz recomienda ajustar los horarios de las comidas. “El cambio de hora hace que algunas personas tengan más apetito durante el día. Es importante adaptar la hora de comer, para así alinear el metabolismo en relación con la luz y oscuridad”, explica.

Según Puig Muñoz, un sueño de buena calidad es, al mismo tiempo, fundamental para tomar buenas decisiones alimentarias.“El cansancio nos lleva a escoger alimentos calóricos con el fin de encontrar en ellos ese plus de energía que necesitamos”, recalca. La falta de sueño lleva a muchas personas a comer mal y en mayor cantidad. En otros casos, algunos acaban teniendo un consumo elevado de café y bebidas energéticas.

“Independientemente de que haya o no un cambio de horario, ya llegamos algo desfasados y esto afectará al cuerpo hasta que se acostumbre nuevamente”, agrega la especialista del IIS.

La importancia de cenar temprano

El ritmo circadiano influye en el metabolismo y la velocidad con la que el cuerpo digiere y absorbe los nutrientes. Por ello, Cristina Sabaté, dietista del Centro Júlia Farré, aconseja que la última comida del día sea preferiblemente más temprano. “Lo ideal sería que la cena no sea más allá de las siete u ocho de la tarde”, señala. Para Sabaté no es saludable “comer a las diez de la noche” de manera constante. Si no es posible adelantar la hora de comer, la experta recomienda que las personas opten por una sopa o un plato de verduras.

Clara Puig Muñoz coincide en este punto: “si hacemos comidas muy pesadas antes de dormir, podemos tener reflujo o acidez y además, seremos más propensos a los despertares nocturnos”, dice. La nutricionista sugiere que es mejor cenar ligero, con tres o cuatro horas de antelación antes de dormir. Sabaté recomienda alimentos ricos en triptófano —un aminoácido que cumple un papel crucial en la producción de serotonina y melatonina—, como queso, yogur, huevos, pescado y pollo.

En esa línea, un estudio de la revista International Journal of Obesity reveló en 2013 que los carbohidratos y las grasas se metabolizan por varias horas. Las calorías que el cuerpo quema al digerir, absorber y metabolizar los nutrientes están regidas por el ritmo circadiano.

Sabaté enfatiza en que no existe alimento que sea mejor que otro, sino más bien la clave es comer equilibrado y elegir los principales que conforman una dieta saludable: cereales, verduras, frutas, lácteos y proteínas. “Es una buena idea tener un menú planificado de la semana, para así lograr reducir el tiempo de cocinar la cena”, propone la dietista.

Cambio de hora: ¿cómo influye la luz en lo que comemos? | Salud y bienestar | EL PAÍS

Hamburguesas poco hechas: una moda con riesgos para la salud

Dos brotes recientes nos recuerdan la importancia de conocer y controlar los riesgos asociados al consumo de carne picada poco hecha, una moda que puede comprometer la salud.

Hamburguesas poco hechas riesgo
La tendencia de las hamburguesas poco hechas puede suponer un riesgo para la salud.

“¿Cómo le gusta el punto de la hamburguesa?”. Esta pregunta es cada vez más frecuente en muchos establecimientos. En otros ni siquiera preguntan y las sirven directamente poco hechas o casi crudas.

Se supone que es como hay que comerlas para que estén “más jugosas y podamos disfrutar más de su sabor”. Esto es al menos lo que recomiendan algunos gurús de las hamburguesas e influencers gastronómicos que han contribuido a ponerlas de moda. Pero esta tendencia puede suponer un riesgo para la salud. Así lo advierten desde hace tiempo diferentes organismos en todo el mundo, como laFood Standards Agency (FSA) de Reino Unido o la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN).

Dos brotes recientes nos sirven para tenerlo presente. El primero fue registrado en el evento The Champions Burger celebrado en Pamplona, en el que enfermaron al menos 23 personas. El segundo, ocurrido en Estados Unidos, deja por el momento decenas de personas afectadas y una fallecida, y está vinculado al consumo de la popular hamburguesa “cuarto de libra con queso” de McDonald’s. Sobre este último aún se desconocen los detalles, pero la empresa ha retirado la cebolla laminada y las piezas de carne, por ser los ingredientes sospechosos.

¿Qué problema hay?

En estos casos el principal problema que podemos encontrar es la posible presencia de Escherichia coli. Se trata de una bacteria que habitualmente forma parte de la microbiota intestinal de personas y animales, sobre todo de los rumiantes, como el ganado vacuno. La mayoría de las cepas son inofensivas, pero otras pueden causar toxiinfecciones graves en humanos, como ocurre con E. coli productora de toxinas Shiga, también conocida como STEC, por sus siglas en inglés.

Esta bacteria puede llegar hasta una hamburguesa por diferentes vías: la contaminación de la carne de partida (por ejemplo, por malas prácticas en el matadero), la contaminación por una mala manipulación de los alimentos (por ejemplo, si las personas encargadas de elaborar la hamburguesa no se lavan las manos después de ir al baño), o bien, a partir de la contaminación de otros alimentos o utensilios (por ejemplo, una lechuga regada con agua contaminada o una picadora de carne que no se ha limpiado bien).

Puede llegar a ser muy grave

Lo que ocurre cuando se ingiere el alimento contaminado es que, tras un periodo de incubación de tres a cuatro días, la bacteria produce toxinas que generalmente causan cuadros leves, con síntomas como calambres abdominales, vómitos, náuseas, fiebre moderada y diarrea aguda, que suele ser sanguinolenta, ya que esas toxinas dañan el revestimiento intestinal.

En la mayoría de los casos la enfermedad es autolimitada y las personas afectadas se recuperan al cabo de cinco o siete días. Pero en grupos de riesgo (menores de tres años, embarazadas, personas de edad avanzada y personas inmunodeprimidas) pueden surgir complicaciones, como pancreatitis, necrosis intestinal o síndrome urémico hemolítico. Esta última enfermedad puede presentarse sobre todo en población infantil de corta edad, personas de edad avanzada y personas inmunodeprimidas. Causa insuficiencia renal aguda, y es grave, hasta el punto de que puede ser mortal en el 3-5% de los casos.

¿Hasta qué punto es arriesgado?

Recientemente, la Autoridad Alimentaria de Finlandia (Ruokavitasto) realizó un estudio para estimar el número de toxiinfecciones que podrían producirse por la posible presencia de E. coli al consumir hamburguesas poco hechas. Nos ofrece dos datos significativos. Si el 12% de las hamburguesas se sirvieran poco hechas (cocinadas a una temperatura interna de 55 °C) habría 100 casos por cada 100.000 habitantes, mientras que, si todas se sirvieran completamente cocinadas, solamente se registrarían 3 casos por cada 100.000 habitantes (asociados en este supuesto a contaminaciones cruzadas). Otro dato es que si todas las hamburguesas se cocinaran completamente, enfermarían 178 personas al año, mientras que si se sirvieran poco hechas (cocinadas a 55 °C durante seis minutos), el número de casos se multiplicaría por 30.

Hay que considerar que se trata de datos obtenidos a partir de un modelo predictivo, en el contexto de Finlandia. Posiblemente en España los resultados serían diferentes (probablemente peores), porque las condiciones también lo son, sobre todo, en lo que respecta al clima, que, al ser más cálido, favorece el desarrollo de bacterias.

No es igual que comer carne poco hecha

Los riesgos asociados a la posible presencia de E. coli se vinculan al consumo de hamburguesas poco hechas y también a otros platos elaborados con carne picada o troceada que se sirve cruda o poco cocinada, como steak tartar o carpaccio. Pero esto no ocurre con piezas enteras, como solomillo, entrecot o chuletón, incluso aunque se cocinen poco.

En una pieza entera de carne, como las que acabamos de mencionar, la bacteria puede encontrarse solamente en la superficie, así que se elimina durante el cocinado, debido a las altas temperaturas que se alcanzan en esa zona.

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¿Hasta cuándo se puede comer algo si su fecha de consumo preferente ha vencido?

Entender la diferencia entre fecha de caducidad y consumo preferente, así como saber qué alimentos tienen excepciones y cuáles no, es fundamental para evitar las intoxicaciones y el desperdicio alimentario

No entender las fechas nos hace tirar comida

Según un estudio llevado a cabo por la Comisión Europea en 2018, un 10% de los alimentos que tiramos a la basura acaban en el contenedor porque no entendemos la información que nos indica la etiqueta. Los autores de la investigación concluyen que este desperdicio podría reducirse si se abordasen varios frentes relacionados con las fechas que aparecen en los envases. Centrándose en los consumidores, se insiste en que una condición fundamental es que seamos capaces de distinguir entre caducidad y consumo preferente (¿tú lo tienes claro?).

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Otras cuestiones a abordar se escapan de nuestro alcance y se dirigen directamente a la industria. Aquí hago un inciso: la vida útil de un alimento la determina la industria alimentaria que lo fabrica, y también decide si se usa la fórmula “fecha de caducidad” o “consumo preferente”. Esto puede resultarnos sorprendente, pero es lógico: la industria es la que conoce la materia prima con la que trabaja, los procesos, los equipos y materiales, y la que, teniendo todo esto en cuenta y basándose en datos científicos y pruebas de vida útil, puede hacer los cálculos de cuál será la duración estimada del alimento. Salvo excepciones muy contadas, como es el caso del huevo en el que la normativa indica que se debe indicar “fecha de consumo preferente” y que debe establecerse 28 días después de la puesta, para la inmensa mayoría de los alimentos la fecha elegida está en manos del fabricante.La parte de la industria

Entonces, según este estudio, ¿qué podría hacer la industria alimentaria para que no tiremos tantos alimentos por motivos relacionados con la fecha que aparece en la etiqueta? Lo primero y más obvio es que las fechas no solo deben estar presentes, sino también ser claras y legibles. Obligarnos a hacer juegos de manos con los envases dándoles vueltas como si tratásemos de resolver un cubo de Rubik, cuando solo estamos buscando en qué pliegue imposible está la fecha de duración mínima no parece la forma más sencilla de facilitarnos la información.

Otra recomendación es que la fecha indicada se establezca basándose exclusivamente en criterios de calidad y seguridad alimentaria, y no en otros como el marketing, y utilizar las fechas de caducidad -en lugar de las de “consumo preferente”- solo cuando realmente hay razones de seguridad alimentaria que así lo indiquen. No pensemos (siempre) mal. A una parte (mala) de la industria le puede interesar que la vida útil reflejada en la etiqueta sea más corta que la real para que haya mayor rotación de sus productos. Pero la industria alimentaria es heterogénea en mil aspectos: tamaño (y recursos), materias primas o procesos, y no todos los fabricantes tienen capacidad para hacer complejos estudios de vida útil, así que apuestan por ser conservadores y acortar esos plazos o mantener los que se han usado “de toda la vida” para evitar riesgos.

Para abordar este frente y echar una mano a la industria, la EFSA ha publicado una opinión científica con pautas para que se pueda hacer una valoración del riesgo más precisa con un árbol de decisiones para que se elija correctamente el tipo de fecha -caducidad o consumo preferente- en algunos productos, y otro estudio para orientar sobre la información que se debe facilitar al consumidor sobre la conservación del alimento.

También se prevé hacer una revisión de la normativa que regula la información alimentaria ofrecida al consumidor para intentar corregir la confusión entre “consumo preferente” y “caducidad”, aunque se esperaba tener noticias a finales de 2022 y todavía no hay novedades al respecto. Así que mientras esperamos tranquiiiiiiiilamente a que Europa se pronuncie, desde El Comidista vamos a hacer gala de nuestra vocación de servicio público y te vamos a contar todo lo que tienes que saber sobre las fechas que aparecen en los envases y cuándo puedes comer algo pasado de fecha sin jugarte la vida a la ruleta rusa.

¿Pero es que hay dos tipos de fechas?

Es posible que estés tan perdido como Biden en una convención internacional y ni te hayas dado cuenta de que hay dos formas distintas de expresar la vida útil de un alimento. Repasito rápido. Por una parte, tenemos la “fecha de caducidad” que se utiliza con alimentos que microbiológicamente son muy perecederos. Aquí nos ponemos serias porque ya no nos habla de la calidad, sino de la seguridad: efectivamente, si te lo comes pasado ese plazo -que suele ser corto, generalmente unos días- puedes sufrir una toxinfección alimentaria.

Te la encuentras en loncheados, ensaladas en bolsa lavada, carne y pescado envasado, bollería rellena o platos preparados listos para comer. Si ha pasado la fecha de caducidad no hay duda posible: NO TE LO COMAS. “¿Y se ha pasado la “fecha de caducidad” pero huele bien, sabe estupendamente y tiene buen aspecto?” Lamento muchísimo decirte que en alimentos que llevan fecha de caducidad no es un indicativo de que el alimento esté en buen estado. Si lleva fecha de caducidad no puedes fiarte de tus sentidos.Esto se debe a que nos encontramos con dos tipos de microorganismos que pueden contaminar los alimentos; microorganismos alterantes, que deterioran el producto y hacen que aparezcan esos sabores, colores o aspecto anómalos -que son muy útiles porque te hacen rechazar el alimento sin mirar atrás-; y microorganismos patógenos, que son los que nos pueden producir esas toxinfecciones alimentarias, ya sea porque nos comemos el microorganismo vivo o porque ingerimos las toxinas que ha ido dejando en el alimento, pero no tienen por qué cambiar en absoluto las propiedades organolépticas del alimento. Sí, los patógenos son traicioneros y mezquinos. Es lo que ocurre con la famosa Salmonella, la tristemente conocida Listeria o las toxinas de Bacillus cereus: la tortilla, el salmón ahumado o el arroz están bien cargaditos de bacterias o de toxinas, pero tu paladar es incapaz de detectarlo, ¡saben de muerte! (a veces, literalmente).

Por otro lado, la fecha de duración mínima es equivalente a lo que llamamos fecha de consumo preferente. Se indica mediante la expresión “consumir preferentemente antes de…” y va seguido del día y el mes si el producto dura menos de tres meses, del mes y el año si dura entre tres y 18 meses y solo del año si dura más de 18 meses.

Se utiliza en alimentos que son estables y se relaciona con la calidad del alimento, es decir, el plazo en el que el alimento conserva sus propiedades (textura, aroma, sabor, olor) siempre que se haya almacenado bien. Es la que te encuentras en alimentos congelados, latas y botes, galletas, gran parte de la bollería (salvo la que tiene rellenos), pan envasado, leche o bebidas vegetales con tratamiento UHT, etcétera.

A efectos prácticos esto se traduce en que puedes comerte el alimento pasada esa fecha sin que corras riesgo de sufrir una intoxicación alimentaria (a ver, tampoco nos pasemos, hablamos de exceder la fecha un plazo razonable, más abajo te hablo de ello). Sí, las galletas pueden estar más blandengues y es posible que las alcachofas congeladas estén un poquito tiesas, pero no vas a morirte si les hincas el diente.

¿Cuál es el plazo para comerte algo “pasado de fecha”?

  1. Hasta un año pasada la fecha: pasta seca, arroz, legumbres secas, productos en lata o bote esterilizados (pescados, legumbres, hortalizas…), mermelada, preparados en polvo bajos en grasa (café soluble, gelatina…), café, té, sal, azúcar, harina, alimentos poco grasos ultracongelados (en congelador de 4*), chocolate en tableta.
  2. Hasta tres meses pasada la fecha: salsas envasadas, pasta seca rellena, galletas, cereales, pan tostado, agua y bebidas refrescantes con azúcar, preparados en polvo con grasa (sopas instantáneas, leche en polvo -esto no se aplica a la leche de fórmula infantil-), margarina y mantequilla, aceite, quesos madurados, golosinas rellenas, salsas, leche y otras bebidas UHT, alimentos congelados en general, snacks tipo patatas fritas, chocolate relleno y bombones, jamón curado y embutido curado no loncheado.
  3. Hasta un mes: bebidas refrescantes sin azúcar, bollería sin relleno como magdalenas, loncheados de embutidos curado y jamón curado.
  4. Hasta 15 días: yogur.
  5. Hasta una semana: pan de molde.

Hora de hacer repaso a la despensa. Te doy un truco infalible: si tiene la etiqueta del precio pegada y está en pesetas, es el momento de tirarlo. Y como norma general en cuanto a seguridad alimentaria: ante la duda, ¡a la basura! Que el desperdicio alimentario se combate con planificación -comprar lo que vayas a comer, cocinar cantidades adecuadas- y trucos de organización como colocar hacia adelante lo que ya tenías en la despensa y poner detrás lo que acabas de comprar, reaprovechar las sobras o congelar etiquetando la fecha, pero nunca corriendo riesgos.

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¿Por qué la mayoría de la población mundial tiene carencias en su alimentación?

Un estudio global alerta de ingestas deficientes generalizadas y revela los obstáculos de información y atención sanitaria para mantener una dieta completa, con todos los nutrientes que el cuerpo necesita.

Comer bien no solo está estrechamente relacionado con los recursos económicos disponibles, que son el primer gran obstáculo para llevar una alimentación sana y variada. Existen otros factores como la información o desinformación respecto a la dieta adecuada; o la disponibilidad o carencia de alimentos frescos, lo que ya se conoce con el término desierto alimentario. Un ejemplo de este desierto sería un barrio donde no haya tomates, donde los niños no hayan visto nunca zanahorias y piensen que crecen en los árboles, y no bajo tierra.

 “La inseguridad alimentaria; es decir, la falta de acceso a alimentos saludables por problemas económicos, crece cada vez más en el mundo occidental, como causa de potenciales deficiencias. También algunas modas alimentarias pueden causar problemas como la de despreciar los lácteos, que puede conllevar ingestas deficientes de calcio y de yodo“, puntualiza la endocrina Ballesteros.

En España falta hierro y vitamina D

Para evaluar la alimentación de los españoles está el Estudio Anibes, que elabora la Fundación Española de la Nutrición. El último trabajo referido a este tema se publicó en 2017 y entre las principales aportaciones, este trabajo indica que la ingesta energética media estaba por debajo de las recomendaciones para los diferentes grupos de edad y sexo. Además, el consumo de proteínas y de lípidos es más elevado de lo ideal. 

“Otro de los problemas en España es que se comen muchos ultraprocesados, casi un tercio de la dieta, en los que hay que incluir bebidas y refrescos. Y otro error español es que se cena muy tarde”, comenta esta especialista finlandesa, residente en la sierra de Madrid. El cuerpo es capaz de compensar las deficiencias alimentarias durante un tiempo, pero luego llegan los problemas.

A malos suelos, peores alimentos

Otro aspecto a tener en cuenta en el valor nutricional de los alimentos es su procedencia, dónde han sido cultivados, en el caso de los vegetales; y también cómo han sido criados, para los animales de consumo humano.

La desinformación sobre la dieta ideal

Según Arponen, “se siguen manejando conceptos erróneos respecto a la dieta ideal. No hay más que ver esa nefasta pirámide nutricional, que vemos todavía en los libros de texto, con una enorme base llena de féculas y cereales, cuando lo ideal es que la verdura fuera la base de la alimentación”.

Para los expertos, quizás habría que matizar un poco más esa recomendación generalista —“Coma usted de todo”— que muchos médicos de cabecera hacen a sus pacientes. Ortega sugiere que “habría que introducir la figura del nutricionista en la sanidad pública y además ser más precisos con las proporciones. Comer bien es lo mejor que puedes hacer por tu salud, ya está demostrado que comer mal aumenta el riesgo de padecer diabetes, cáncer, enfermedades cardiovasculares u osteoporosis”. Aranceta añade que la forma de comer es también importante: “Quienes comen solos comen peor, porque cocinan menos y ponen menos cuidado a la hora de comprar o seleccionar los menús”.

https://elpais.com/salud-y-bienestar/2024-11-06/por-que-la-mayoria-de-la-poblacion-mundial-tiene-carencias-en-su-alimentacion.html

La alimentación de miles de niños pende de un hilo tras la DANA

Con motivo de la reapertura de colegios programada por la Generalitat para el próximo lunes, Save the Children recuerda también la necesidad de activar cuanto antes los comedores escolares en los diferentes centros, para que los niños y niñas, especialmente los más vulnerables, puedan asegurar una comida saludable al día.

 Miles de niños y niñas ahora no están recibiendo esa comida saludable al día, lo que se agrava en aquellas familias que incluso antes de la catástrofe ya contaban con muchas dificultades para poder alimentar bien a sus hijos e hijas”, señala Rodrigo Hernández, director de Save the Children en la Comunitat Valenciana.

Así, la organización estima que en las comarcas más afectadas por la dana más de 18.000 niños y niñas contaba con una beca de comedor, por lo que el impacto de perder esta comida al día sería mucho mayor.

“Es importante recordar que antes de la dana ya había muchos niños y niñas en una situación complicada, por lo que es imprescindible asegurar una nutrición adecuada. La vida de miles de niños y niñas está en juego”, asegura Hernández.

https://www.elperiodic.com/pvalencia/alimentacion-miles-ninos-pende-hilo-tras-dana_987703

Cuánto debo tardar en comer para estar sano, según los nutricionistas

En ocasiones es complicado pero debemos encontrar un momento tranquilo y sosegado para comer si queremos estar saludable. Comer no implica engullir los alimentos, al contrario, debemos concienciarnos de que es importante masticar los alimentos si queremos encontrarnos bien y estar saludables. Por ello, debemos ser parte de la cultura que se denomina Slow Food.

El tiempo indicado para comer

Según los expertos, es importante encontrar un momento de calma para poder comer sin que nada nos distraiga ni interrumpa nuestro tiempo de comida. Por esta razón, han marcado en los 20 minutos el tiempo idóneo para ingerir nuestra comida. De hecho, recomiendan tardar como mucho 30 minutos, acercándonos a ese tiempo lo máximo posible.

Los veinte minutos que establecen no están indicados así por casualidad. Este es el tiempo que el cerebro tarda en sentirnse saciado. Esa sensación ayuda a que nuestro organismo no sienta hambre y evitamos el picoteo o ingerir más comida de la necesaria.

En qué ayuda comer despacio

Los expertos de Quirón Salud advierten de la importancia de comer despacio para estar saludables y que no comamos en exceso. Por esta razón, repasaremos los beneficios que tiene el hecho de comer más tranquilamente:

  • Controlaremos mejor lo que consumimos y en qué cantidad.
  • Los alimentos no se ingerirán con estrés, sino que el organismo asimilará estos alimentos en un estado de placer.
  • Llegaremos a una sensación de saciedad que evitará que consumamos un mayor número de calorías del que necesitamos.

Fuente: Cuánto debo tardar en comer para estar sano, según los nutricionistas | Marca

El curioso mundo de la cocina: 15 peculiares datos gastronómicos

1. La palabra “culinaria” proviene del latín “culinarius”, que significa “relativo a la cocina”.

2. Uno de los platos más caros del mundo es el “Frittata”, un omelette italiano que cuesta alrededor de $1,000 dólares. Está hecho con langosta, caviar y trufas.

3. El queso más caro del mundo es el “Pule”, que se produce en Serbia a partir de la leche de burra. Cuesta alrededor de $600 dólares por libra.

4. El chocolate blanco no contiene cacao, solo manteca de cacao, azúcar y leche.

5. La pizza margarita fue creada en honor a la reina Margarita de Italia en 1889. Sus ingredientes representan los colores de la bandera italiana: tomate (rojo), mozzarella (blanco) y albahaca (verde).

6. El plato nacional de Perú es el ceviche, un plato de pescado o mariscos crudos marinados en jugo de limón o lima.

7. El sushi no siempre incluye pescado crudo. En Japón, el término “sushi” se refiere a cualquier plato que contenga arroz sazonado con vinagre, mientras que el pescado crudo se llama “sashimi”.

8. El chile jalapeño puede variar en su nivel de picante dependiendo de factores como el clima y la madurez del chile. Se mide en la escala Scoville, donde los jalapeños suelen tener entre 2,500 y 8,000 unidades Scoville.

9. La comida picante puede ayudar a acelerar el metabolismo y promover la pérdida de peso.

10. El café es la segunda bebida más consumida en el mundo después del agua.

11. La palabra “gourmet” se refiere a una persona que tiene un paladar refinado y aprecia la buena comida y bebida.

12. El queso Roquefort es uno de los quesos más antiguos del mundo, y se cree que fue creado por accidente hace más de 2,000 años cuando un pastor francés olvidó su comida en una cueva y regresó meses después para encontrarlo cubierto de moho azul.

13. El arroz es el alimento básico para más de la mitad de la población mundial.

14. La cocina francesa es considerada una de las más sofisticadas y refinadas del mundo, y ha sido reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.

15. El azafrán es la especia más cara del mundo, ya que se necesita una gran cantidad de flores para obtener una pequeña cantidad de hebras de azafrán.

https://www.correo.ca/2023/07/el-curioso-mundo-de-la-cocina-15-peculiares-datos-gastronomicos