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Alimentación saludable, 7 tendencias de consumo actual
La alimentación saludable, más que de una tendencia, es una evolución. El deseo de mantener una alimentación saludable se ha mantenido en la mente del consumidor con mayor o menor fuerza: Sin embargo, lo que éste entiende por alimentación saludable se ha modificado a medida que ha ido aprendiendo y más aún hoy en día con la aparición de consumidor superinformado. Un dato, según Food Navigatior sólo el 34% de las personas considera que tiene una dieta saludable, aunque el porcentaje ha aumentado en un 5% en el último año.
1. Alimentación saludable basada en simplicidad
De hecho, según la revista Quality Assurance and Food Safety, son los milennials los que traen una nueva concepción de alimentación saludable basada en la simplicidad, tanto en los alimentos en sí como en los métodos de preparación, lo que dibuja una tendencia significativa hacia los productos frescos que luego ellos mismos cocinan.
2. Los snacks saludables, naturales y orgánicos
Por otro lado, los Baby Boomer, más centrados en los snacks y comidas preparadas, buscan que estos sean al mismo tiempo alimentos nutritivos ricos en proteínas, fibra, Omega 3… Según Sally Lyons Waytt, vicepresidenta ejecutiva de IRI, aunque por regla general, los consumidores se muestran más indulgentes con las cualidades nutricionales de los snacks priorizando el sabor, los snaks saludables van ganando terreno y señala, que el 48% de los consumidores prefieren snacks naturales y el 27% de los consumidores comen más snacks orgánicos que hace un año.
3. Alimentación saludable y el contenido en grasas y azúcares
El informe de Grocery Eye 2015 realizado a más de 2.000 consumidores, reveló que estos asociaban recortar el contenido de azúcar en sus comidas con una alimentación más saludable que con hacer dieta para adelgazar, mientras que los que quieren perder peso reducen el contenido en calorías y grasa.
El informe indica también que en la compra de alimentos “sanos”, un tercio de los encuestados tenían en cuenta el contenido en grasas como el indicador más importante, seguidos del contenido en azúcares (22%) y las calorías un (20%), incluso el 33% de los encuestados indicó que la responsabilidad de que su alimentación fuera más saludable dependía en gran manera de que los fabricantes reduzcan el contenido de grasa, sal y azúcar en sus productos.
4. Comer sano, relacionado con etiquetas limpias
En el estudio anual realizado por Ingredion a nivel global se preguntó a los encuestados sobre la importancia que le daban a estar familiarizados con los ingredientes de sus alimentos, el resultado fue que hasta el 80% de los consumidores encuestados pensaban que era importante reconocer los ingredientes que aparecen en el etiquetado de su comida y bebida y aprecian de igual manera que la lista de estos ingredientes sea corta y simple.
5. Listado corto y simple de los ingredientes
Los consumidores aprecian de igual manera que la lista de estos ingredientes sea corta y simple. En ese mismo estudio descubrieron, que los reclamos publicitarios más atractivos para los consumidores a nivel mundial son “todo natural” “sin ingredientes artificiales” y “bajo o reducido contenido en grasa/azúcar/sal”.
6. Conocer el contenido nutricional a través de aplicaciones
El consumidor quiere conocer el contenido nutricional de sus comidas carbohidratos, grasas, proteínas y calorías de los alimentos en el plato, no sólo en las etiquetas y packaging sino que incluso utiliza aplicaciones TIC que le ayudan a ello.
7. Políticas de precios para promover dietas más saludables
La consultora Nielsen en su estudio Global New Product Innovation Survey apunta que la asequibilidad es la principal causa por la que los consumidores se deciden a probar nuevos productos. Presumiblemente podemos suponer, que el cambio de hábitos alimentarios pasa por potenciar los alimentos más saludables a través del precio.
La OMS (Organización Mundial de la Salud) está totalmente de acuerdo con este planteamiento y así lo han expresado recientemente. La OMS asegura que los científicos han conseguido demostrar que las políticas de precios aplicadas a la alimentación afecta al tipo y cantidad de alimentos que el consumidor compra.
Nuestra experiencia en AINIA nos confirma todas estas tendencias. El desarrollo de alimentos procesados con técnicas de conservación menos invasivas que preserven mejor sus nutrientes; así como la incorporación de nuevos compuestos bioactivos, analizando su biodisponibilidad y asegurando que sus principios activos incorporados al producto llegan al organismo, son líneas en las que frecuentemente ayudamos a las empresas en el desarrollo de su negocio. También observamos una demanda creciente de desarrollo de productos alineados a segmentos de población específicos, y la preocupación por las “etiquetas limpias”.
Fuente:https://www.ainia.com/ainia-news/alimentacion-saludable-7-tendencias-consumo-actual/
Nunca habíamos comido tanto y tan bien
Por Paula Reyes Ramírez, Periodista de la Fundación para la Innovación Agraria FIA
Autor de 20 libros y unos 200 artículos, el antropólogo social Jesús Contreras se ha especializado en describir y desmenuzar la profunda relación del ser humano con la comida. El director del Observatorio de la Alimentación (ODELA) de la Universidad de Barcelona es un gran conversador, amante de los refranes y los ejemplos. Afirma que a pesar de la obesidad o las enfermedades cardiovasculares, el hombre nunca ha comido tanto y tan bien como hoy en día.
Desde una mirada antropológica, ¿Cómo se explica la preocupación actual del hombre por su alimentación?
La preocupación por la alimentación es una preocupación presente desde los orígenes de la humanidad, aunque haya cambiado o diversificado. Siempre las sociedades han estado centradas en satisfacer sus hambres específicas, pues puede haber hambre de comer o también de algún tipo de sabor o nutriente específico. A lo largo de la historia algunos alimentos han sido especialmente buscados y necesitados. Un ejemplo de ello, y aunque parezca mentira desde la perspectiva actual, es el caso de la sal. Conseguir sal fue una gran preocupación para muchas culturas. Lo mismo pasa con el azúcar, que hoy también es súper abundante. Desde el punto de vista de la salud, desde hace varios años se insta a la población a reducir la ingesta de ambos. Por lo tanto, lo que sucede es que las preocupaciones cambian según las necesidades que tal o cual cultura tiene de acuerdo a los tiempos en que viven.
¿Y específicamente, las tendencias en alimentación saludable o súper alimentos?
Eso sí es muy reciente. También podríamos decir que a lo largo de la historia y en las diferentes sociedades ha habido alimentos a los cuales se les han atribuido atributos específicos en distintos ámbitos: para potenciar la fuerza, para potenciar la memoria, etc. Al mismo tiempo, también se reconocen alimentos más aptos para una edad que otra, o en función de la actividad que se vaya a desarrollar. Todas las culturas han tenido conocimientos más o menos acertados respecto a lo que comen, pero la relación entre alimentación y salud ha existido siempre.
Pero hoy parece haber una preocupación aún más intensa
Sí, podemos señalar cierto contraste. A lo largo de la historia hemos hablado fundamentalmente de alimentos, como la berenjena o el pollo y de categorías de alimento como carnes o legumbres. Hoy, sobre todo desde el punto de vista de la salud, se habla de nutrientes. Hoy tenemos la posibilidad de conocer prácticamente el 100% de la composición de un alimento, muchos de los cuales son procesados y otros ultra procesados. Por otra parte, en función de este tipo de conocimientos, se define que ciertos componentes son buenos para prevenir enfermedades y que otros pueden provocarlas. Entonces, desde hace un par de años está bastante extendido el uso del concepto alimentos funcionales. Esto va de la mano con un fenómeno comunicacional, que tiene que ver con la divulgación de estas propiedades. Reiteradamente aparecen en medios artículos como «los 10 alimentos que no deberías probar» o «los 10 alimentos que deberías incorporar a tu dieta». Digo, es curioso, porque si tú comparas ambas listas siempre hay coincidencias. Finalmente, la tendencia es que está de moda esta preocupación por la salud, hay una cierta reflexividad en relación a lo que comemos y eso lo vemos plasmado en las formas de consumo.
¿Cuáles son las características de la reflexividad de esta época?
Hay una afirmación del antropólogo Claude Lévy-Strauss que dice: «los alimentos son buenos para pensar» y que a mí me parece muy cierta: no hay ninguna sociedad que no piense la comida antes de ingerirla. Una primera manera de pensar la comida es la clasificación comestible-no comestible. Y esta es una categoría cultural, del pensamiento. Lo que se considera comestible en una sociedad puede no ser comestible en otra y viceversa
Lo que ocurre es que antes el conocimiento respecto a la comida se transmitía de generación en generación dentro del ámbito de la familia. No había expertos en alimentación, porque hasta cierto punto todos lo eran. Hoy, como en muchos otros aspectos, podríamos decir que la distancia entre los conocimientos del experto en medicina y las personas «normales», es mucho más amplia. La nutrición es una especialización que desde finales del siglo XIX no ha hecho más que crecer.
Eso es un fenómeno que se da en todos los campos del conocimiento: da la impresión de que mientras más sabemos más amplio es lo que ignoramos
Así es. Aunque, desde mi punto de vista, muchos de los descubrimientos respecto a las enfermedades tienen que ver con un asunto probabilístico: la última gran recomendación o alarma de la OMS, la que indicaba que el exceso de carnes procesadas podría producir cáncer, es una medida probabilística. Personas que no comen carne también pueden tener cáncer de colon. En función de que esa información es recurrente, en los medios de comunicación se replica y se difunde y que, como parece ser que queremos seguir viviendo mucho tiempo, hay gente que hace caso de esas recomendaciones o al menos es receptiva al respecto.
Riesgos alimenticios e inocuidad
Para la OMS, una de las grandes preocupaciones ligadas a la nutrición a nivel mundial es la seguridad alimentaria e inocuidad. En territorios donde escasean los alimentos, la inocuidad es uno de los factores de riesgo que más afectan a las poblaciones, lo que se corresponde con la visión antropológica de Contreras: históricamente los riesgos relativos a la alimentación han sido más por falta de alimentos que por acceso a los mismos. «Nunca habíamos tenido tanto y tan variado acceso a los alimentos», asegura. Pero, ¿nos estamos alimentando saludablemente?
¿Cuál es su idea de la alimentación saludable?
Antes de responder esta pregunta, quisiera aclarar que mi idea de alimentación saludable no necesariamente es representativa en términos científicos. Un nutricionista español decía que la mejor dieta o la dieta más saludable era comer un poco de todo y mucho de nada. Es decir, a mí por ejemplo no me convencen en absoluto las posturas tipo «los 10 alimentos que deberías eliminar de su dieta». Todos los alimentos tienen elementos que son positivos para el cuerpo. Una dieta poco variada puede ser arriesgada e incluso puede quitarnos el apetito. Un exceso de comida, también. Nosotros hemos de buscar los nutrientes que necesitamos en una gran diversidad de alimentos. Entonces yo diría que una dieta, cuando más variada sea, mejor.
Además, gran parte de su trabajo se trata de estudiar la alimentación en sus dimensiones sociales
Si hablamos de alimentación en términos estrictos de salud, olvidamos un aspecto importantísimo, que es comer a gusto. La alimentación no sólo satisface necesidades nutricionales: comer y comer en compañía satisface necesidades que están relacionadas a la sociabilidad e incluso al espíritu.
¿Cuáles son las principales preocupaciones hoy?
Hoy que estamos tan preocupados por la grasa, la sal y el azúcar, que provoca cierta desconfianza a la industria alimentaria, y esto es lo que pasa: los mensajes y el gran interés por la alimentación es más bien por las alarmas que se disparan que por la realidad.
Hace poco estuve en la presentación del barómetro de la seguridad alimentaria de Cataluña. Fundamentalmente era un estudio basado en preguntas de respuestas cerradas.. Se habló mucho del papel de los medios de comunicación, entonces yo dije: «una cosa es lo que la gente percibe, miedos que la gente tiene, pero si hablamos de un barómetro de la seguridad alimentaria, estamos muy bien: nuestra seguridad alimentaria pensada en términos de salud ha aumentado. Evidentemente la gente puede pensar lo que quiera, pero estos datos no son cuestionables. Entonces creo que hay una paradoja: nunca habíamos tenido tanta salud como ahora. Al menos en España, la esperanza de vida es más del doble que hace 100. Nunca habíamos comido tanto y tan bien -respecto a esta afirmación, mucha gente me diría que no es cierta- y nunca hemos tenido autoridades científicas y políticas tan preocupadas por nuestra seguridad alimentaria y sin embargo, el miedo alimentario cada vez es mayor. Hay algo que no cuadra en esta ecuación.
¿Será por cómo la salud se ha visto mermada por factores en la alimentación moderna, especialmente si pensamos en la obesidad?
A ver, la obesidad es otro tema. ¿Cuáles son los indicadores de salud? La esperanza de vida es uno bastante objetivo. Algunas personas podrían decir: vivimos más años, pero no necesariamente mejor, pero lo cierto es que sigue aumentando. Algún papel habrá jugado la alimentación.
Ahora nos preocupa la obesidad, pero como fenómeno histórico, es reciente. La gordura ha sido bien vista en la mayoría de las sociedades hasta hace relativamente poco tiempo. Ahora se ve como un problema y sí, efectivamente es un factor de riesgo y sí, no deja de aumentar. Sin embargo, hasta el momento no ha afectado los indicadores de esperanza de vida. Desde un punto de vista antropológico, la obesidad es parte de un fenómeno de transición nutricional: hemos pasado de que una de las causas de muerte más importantes eran las enfermedades transmisibles, ahora son las no transmisibles.
La obesidad como epidemia mundial responde a una característica inherente a la especie humana, que es la de poder seguir comiendo después de la saciedad. «Se come mucho después de harto», reza un dicho muy conocido en España. Hoy nos podemos dar el gusto de comer y seguir comiendo, lo que como hábito se transforma en algo malo para la salud.
Ese espacio para seguir comiendo ha sido adaptativo durante siglos y siglos y ahora empieza a no ser adaptativo. La especie humana ha evolucionado para poder ingerir un máximo de alimentos para guardarlos. Tener grasa es una reserva para las situaciones estacionales, que eran muy recurrentes. Hoy sigue siendo recurrente sólo en algunas regiones del mundo. ¿Qué es lo que ocurre hoy? Las calorías son muy baratas y de muy fácil acceso.
¿Cuál cree que será el siguiente paradigma alimenticio? ¿Hacia dónde van las tendencias?
¡Pues no lo sé! Aunque, especulando, podría decir que para mí el futuro es que esta diversidad de tendencias va a seguir aumentando. Aunque podamos afirmar que la globalización ha contribuido a la homogeneidad de la alimentación -si tu comparas un supermercado de Santiago con uno de Calcuta verías que son muy similares-, la diversificación por razones ético-ideológicas o por razones estrictamente de nutrición va en aumento. Entonces la tradición hoy es un elemento de innovación, lo que también es una paradoja. Cada vez nos sentimos más víctimas de la homogenización fruto de la globalización y cada vez buscamos más identidades particulares. Esto lo podemos decir en general y en materia alimentaria en particular. ¿Te das cuenta cómo hablar de alimentación nos lleva a pensar todos los ámbitos de la vida del hombre?
Cultura alimentaria y globalización: desafíos para el desarrollo sostenible
Comer es un rasgo biocultural compartido por toda la humanidad; sin embargo, al momento de elegir qué comer se anudan una serie de elementos que lo hacen diferente en cada lugar del planeta, posicionándose como un objeto de estudio importante para comprender el mundo en el que vivimos. En el acto cotidiano de comer, podemos leer normas sociales, valoraciones, tradición, género, territorio, contextos políticos y cultura, entendida como el conjunto de elementos materiales e inmateriales que caracterizan a un pueblo y que es expresado cotidianamente. El análisis de la alimentación desde la cultura, la transforma en un fenómeno complejo que trasciende a la ingesta de nutrientes y que pone en el centro a las personas que realizan elecciones mediadas por su posición en determinados contextos. Así, la relación de la persona con la comida, sus elecciones alimentarias y los efectos que ésta puede tener en su salud, pueden ser explicados también desde sus relaciones y entorno sociocultural.
Un ejemplo de esto es cuando definimos lo que es un alimento saludable y a menudo nos encontramos con nociones biomédicas que se contraponen a la definición cultural del mismo concepto. En ese sentido, “lo saludable” puede significar al mismo tiempo algo nutritivo, algo que engorda, algo que no engorda, lo que sabemos cocinar, lo que nos cocinaba algún ser querido, lo que nos reconforta luego de una jornada extenuante o que nos da energía para empezar el día, alimentos a los que no podemos acceder, lo natural, y un largo etcétera que se pone en tensión cuando las recomendaciones nutricionales desde la medicina se deben poner en práctica en la cotidianeidad.
Entonces, para estudiar la alimentación desde la cultura ¿debemos dejar de lado la evidencia científica que respalda que ciertos tipos de alimentos contribuyen a la aparición de enfermedades? ¿Cómo podemos establecer puntos de encuentro?
Si consideramos que la alimentación debe ser leída dentro de su contexto, todas las aristas son importantes de tomar en cuenta. Uno de los elementos contextuales relevantes para entender cómo nos alimentamos actualmente, es la transición nutricional en América Latina que se asentó en la década de los 90 a partir de la incorporación de alimentos hipercalóricos diseñados con un exceso de grasas y azúcares lo que, sumado a los cambios económicos, los hizo preferentes por ser más baratos y rápidos de preparar y consumir, acorde con los estilos de vida más acelerados y que, de la mano con otros cambios demográficos y sociales, se terminó favoreciendo su consumo por sobre otros alimentos tradicionales y naturales.
De esta forma, Chile pasó de tener un 37% de desnutrición infantil en los años 60 a un 2,9% el año 2000, trayendo consigo también un gran aumento en el consumo de calorías en el mismo periodo. La transición nutricional sería sólo el puntapié inicial de lo que desencadenaría el estado nutricional actual de Chile, con una importante tasa de obesidad y sobrepeso que aumenta cada año de manera acelerada.
Si sólo tomáramos en cuenta estos datos, diríamos que el entorno alimentario del Chile actual se caracteriza por el cambio en la dieta y el aumento en el consumo de calorías. Pero, ¿es posible caracterizar el aumento del sobrepeso y obesidad en nuestro país observando únicamente “lo que comemos”? Desde el enfoque cultural, la respuesta es no: debemos preguntarnos también por todo lo que rodea el acto de comer, volviéndose imperativo identificar aquellos elementos de nuestro entorno que facilitan el aumento de peso. En este sentido Swinburn, en 1999, definió el concepto de ambiente obesogénico, como “la suma de influencias que los alrededores, las oportunidades y las condiciones de vida que promueven la obesidad en individuos o poblaciones”. El ambiente obesogénico tendría cuatro aristas importantes que refieren a “qué está disponible para comer”, “cuál es el costo de lo que hay para comer”, “cuáles son las reglas o leyes en torno a los alimentos” y “cuáles son las creencias o actitudes en torno a lo que se come”. Esta última arista es justamente la cultura, reafirmando que para que un ambiente se vuelva obesogénico depende de la transmisión de conductas y creencias entre los miembros de una comunidad, lo que llevaría a la perpetuación de conductas alimentarias y por ende, elegir qué comer no es una relación lineal entre el alimento y la persona.
Con estos antecedentes, es sencillo hacer el ejercicio de identificar elementos obesogénicos en Chile: una marcada desigualdad en los ingresos, que se traduce en diferencias en la dieta de los distintos estratos socioeconómicos del país; un aumento en la oferta y consumo de alimentos azucarados, especialmente bebidas gaseosas; un aumento del sedentarismo, especialmente en los grupos socioeconómicos de menores ingresos y en mujeres; las deficiencias estructurales de la ciudad que dificultan la realización de actividad física; la sobrecarga de labores domésticas al interior del hogar. Todos estos elementos, materiales e inmateriales, nos sirven para definir a nuestro país como un ambiente obesogénico, donde se promueve la malnutrición por exceso más allá de la cantidad de calorías que consumimos.
Entonces ¿cómo podemos incorporar la perspectiva cultural cuando estudiamos la alimentación en medio de la pandemia de la obesidad? La respuesta no es simple, pero hay alternativas que nos impulsan en esta dirección. Primero, tomar en cuenta esta complejidad al momento de abordar cualquier problema alimentario, incluso si pudiéramos cubrir solo alguna de esas aristas, puesto que permite considerar elementos que de otra forma pasarían desapercibidos. Segundo, la inclusión de los factores contextuales que influyen en la elección de ciertos alimentos por sobre otros nos dará luces sobre los otros temas relevantes a abordar, por ejemplo, al momento de identificar a personas beneficiarias de cierta intervención. Preguntarnos por su trasfondo cultural, ocupaciones laborales, roles al interior del hogar que influyen en la distribución de las tareas de cuidados incluyendo la alimentación, nivel educacional y acceso a alimentos, entre otros aspectos, podría favorecer la adhesión a las intervenciones propuestas al ser más factibles de implementar.
El llamado es a poner sobre la mesa que la alimentación no constituye sólo el acto de comer o de nutrirnos, sino que involucra tanto prácticas como actitudes, recursos y estructuras. Y dado que la alimentación es, en sí misma, un fenómeno complejo, solo podremos hacer frente de manera efectiva a la obesidad si es que reconocemos cómo los aspectos de nuestro diario vivir, nuestras decisiones y nuestro entorno afectan nuestra salud.
Comida vegana: descubre por qué no toda es sana
Los beneficios para la salud que sugiere el veganismo han provocado un gran interés por este tipo de dieta en los últimos años. Tanto que hace tan solo unas semanas veíamos en Alimentaria –la feria de alimentación, bebidas y gastronomía líder en España– como muchas de las grandes empresas se están apuntando al ‘boom’ de lo vegano, lanzando un sinfín de nuevos productos que comienzan a llenar secciones propias en los lineales de los supermercados.
Salchichas de soja, embutidos vegetales, platos precocinados con sello vegan, snacks con todo tipo de proteínas vegetales, quesos manchegos en versión vegana, batidos de chocolate veganos…En definitiva, cualquier cosa o producto que se te pase por la cabeza. Pero, ¿por ser veganos son saludables?
“En general, los productos vegetales están mejor formulados que sus homólogos omnívoros. En lugar de aromas puede que lleven especias, o en lugar de grasas saturadas aceite de oliva, pero no siempre”, explica la Directora Técnica de Alimmenta, Juana María González, quien añade que “un vegano también tiene que leer las etiquetas, porque los productos procesados –veganos o no– son procesados”.
Además, “podemos encontrar hamburguesas vegetales que lleven poca proteína y muchos carbohidratos”, dice González, lo que podría desequilibrar la dieta de una persona vegana si al comprar el producto no se fija en los ingredientes que contiene.
Una opción saludable como es el veganismo puede que se vuelva menos saludable con el paso de los años
La doctora Montse Folch, nutricionista del Centro Médico Teknon, también asegura que se siga el tipo de dieta que se siga “lo más importante es fijarse en la calidad de los alimentosque ingerimos”. “Unos aros de cebolla fritos con según que aceite puede que aunque sean veganos no sean tan saludables”, añade.
Algo que también recalca González, quien explica que “si te comes, por ejemplo, una hamburguesa vegetal con salsas y patatas fritas, vas a ingerir muchas calorías, aunque seas vegano”. “Si tu composición del menú es así, vegano o no, sigues ingiriendo sales, grasas y azúcares; y tu dieta puede volverse muy desequilibrada”, dice la nutricionista.
Entonces, ¿es lo vegano sinónimo de saludable? Puede que no, aunque muchas personas compaginan este tipo de alimentación con una filosofía de vida, las modas también juegan un papel importante. “Por eso las empresas han visto un gran nicho de mercado aquí”, concluye González.
¿Debemos hacer 3 comidas al día?
Es probable que comas tres veces al día. La vida moderna está diseñada en torno a esta forma de alimentarse. Nos dicen que el desayuno es la comida más importante del día, nos dan descansos para almorzar en el trabajo y luego nuestra vida social y familiar gira en torno a la cena. Pero ¿es esta la forma más saludable de comer?
Antes de considerar con qué frecuencia deberíamos comer, los científicos nos piden que consideremos cuándo no deberíamos hacerlo.
El ayuno intermitente, cuando restringes tu consumo de alimentos durante un lapso de ocho horas u otra duración, se está convirtiendo en una gran área de investigación.
Darle a nuestro cuerpo al menos 12 horas al día sin consumir alimentos permite que nuestro sistema digestivo descanse, según indica Emily Manoogian, investigadora clínica del Instituto Salk sobre Estudios Biológicos (California, Estados Unidos) y autora de un artículo científico publicado en 2019 titulado «Cuándo comer».
Rozalyn Anderson, profesora asociada de la Facultad de Medicina y Salud Pública de la Universidad de Wisconsin, ha estudiado los beneficios de la restricción calórica, que se asocia con niveles más bajos de inflamación en el cuerpo.
«Tener un período de ayuno todos los días podría ofrecer algunos de estos beneficios. Esto encuadra con la idea de que el ayuno pone al cuerpo en un estado diferente, en el que está más listo para reparar y vigilar el daño; así como para eliminar las proteínas mal plegadas», señala.
Las proteínas mal plegadas son versiones defectuosas de las proteínas ordinarias, que son moléculas que realizan una gran variedad de funciones importantes en el cuerpo.
Las proteínas mal plegadas han sido asociadas con una serie de enfermedades.
Los peligros de lavar el pollo: cómo evitar una intoxicación alimentaria
Mucha gente puede pensar que lavar el pollo es bueno. Nada más lejos de la realidad. Lavar el pollo crudo aumenta el riesgo de una intoxicación alimentaria.
La Agencia de Normas Alimentarias de Reino Unido (FSA por sus siglas en inglés) alertó ya hace tiempo que lavar el pollo antes de cocinarlo aumenta el riesgo de propagación de la bacteria campylobacter en las manos, las superficies de trabajo, la ropa y utensilios de cocina por la salpicadura de gotas de agua.
Sin embargo, muchas personas siguen cometiendo el mismo error.
Cuando se pone el pollo debajo del grifo es habitual que se acabe salpicando todo lo que está alrededor. De esta manera, la bacteria puede acabar pasando a nuestro organismo a través, por ejemplo, de un cuchillo que teníamos cerca del fregadero.
No todo el mundo piensa en esto. De acuerdo con la FSA, un 44% de las personas en Reino Unido lava el pollo antes de cocinarlo. Las razones más citadas para hacerlo fueron para eliminar la suciedad o los gérmenes, o porque siempre lo habían hecho.
La enteritis por campylobacter es una de las causas más comunes de intoxicación alimentaria. Sobre todo cuando se viaja, lo que ha llevado a que sea conocida también como la diarrea del viajero.
Mitos y verdades sobre la comida y la enfermedad psoriásica
¿Existen alimentos antiinflamatorios? ¿Qué dieta deben seguir quienes padecen psoriasis o artritis psoriásica? ¿Pueden beber alcohol o tomar gluten? Dos expertos, un médico reumatólogo y una paciente, responden a estas y otras preguntas
Decir que lo que comemos tiene un impacto directo en nuestra salud y que por tanto afecta al desarrollo y padecimiento de enfermedades puede resultar casi obvio. Sin embargo, los bulos y la desinformación respecto a la alimentación y las enfermedades nunca han circulado con tanta fuerza, especialmente en algunas relacionadas con la inflamación. La comida juega un rol fundamental en su curso, pudiendo mejorar o empeorar síntomas o brotes, pero no hay alimentos o productos mágicos que las curen. La psoriasis, padecida por 1,2 millones de personas en España, y la artritis psoriásica, por más de 200.000, son dos ejemplos de enfermedades inflamatorias y autoinmunes que afectan a la piel y a las articulaciones donde los hábitos saludables, y entre ellos la alimentación, son aliados clave en su tratamiento.
¿Existen dietas para curar la psoriasis o la artritis psoriásica? ¿Deben los pacientes evitar el gluten? ¿Pueden tener una alimentación vegetariana? ¿Hay algún tipo de comida que los beneficie con evidencia científica? ¿Necesitan tomar suplementos vitamínicos? En el vídeo de arriba, en colaboración con Johnson & Johnson, Marcos Paulino Huertas, médico reumatólogo y presidente de la Sociedad Española de Reumatología, y Montserrat Ginés, Vicepresidenta de Acción Psoriasis y paciente con psoriasis y artritis psoriásica, se enfrentan a un juego de verdadero o falso en el que responden a estas y otras preguntas.
Salchichón de Málaga: el embutido que nació de un error
Su escasa curación hace que el producto viaje poco y gran parte de la producción se quede en su lugar de origen. Los chefs locales cocinan con él desde croquetas y albóndigas hasta un tartar que ya es un clásico
Apenas tiene curación, su textura es blandengue y durante un tiempo no se le pudo llamar ni por su nombre. En teoría, el conocido como salchichón de Málaga tiene todas las de perder, pero en la práctica se ha convertido en uno de los productos más reconocibles y reconocidos de esta provincia andaluza. Fabricado a base de magro de jamón y panceta, aliñado con distintas especias y embutido en tripa de cerdo, apenas se comercializa más allá de las fronteras malagueñas y andaluzas.
Es un mito de las meriendas del siglo pasado, la sorpresa que las madres enviaban a sus hijos en la mili, el sabor que recuerda a casa. Tiene día internacional —el 15 de octubre— y su definición aparece incluso en el Boletín Oficial del Estado (BOE). Ahora, además de completar un mollete para la merienda o ejercer de exquisito aperitivo, la cocina lo adora. Se ha convertido en la base de numerosos platos que lo utilizan como ingrediente principal: en tartar es ya un clásico casi a la altura del espeto y el gazpachuelo.
Para entender los orígenes de esta delicia hay que subir al Delorean y viajar dos siglos atrás. A principios del siglo XIX una familia genovesa, de apellido Prolongo, decidió instalarse en Málaga. “Entonces las comunicaciones con Génova por mar eran más fáciles que con Madrid por tierra”, recuerda el historiador Fernando Alonso. En 1820 estos nuevos vecinos abrieron una carnicería en la calle San Juan, entonces una de las principales vías comerciales del centro histórico. “Además de carne vendían mantequilla de Hamburgo, jabón o pasta fosfórica para la elaboración de cerillas”, señala Alonso.
También contaban con un producto desconocido hasta entonces en la ciudad que sorprendió a la clientela. Hay múltiples versiones de cómo surgió: la más compartida es que procede de un error. Los Prolongo intentaban fabricar un embutido con una receta familiar genovesa de pocos días de curación, pero debido a la humedad de Málaga les salió mal porque la carne quedaba casi cruda. Aun así, lo vendieron con rapidez, antes de que se estropeara. Gustó tanto que los clientes volvieron al día siguiente a preguntar por él, y pronto se convirtió en uno de los más vendidos.
Adiós a las pastillas de caldo: el truco de las abuelas para que los guisos de carne queden perfectos
La técnica de desglasar el fondo de una cazuela con algún líquido después de sellar la carne, es la clave para conseguir que quede un guiso con los sabores superpotenciados.
España es un país donde los guisos son auténticos emblemas gastronómicos, más aún cuando empiezan a bajar las temperaturas y solo apetece platos de cuchara que calienten el cuerpo y que estén llenos de sabor.
Por eso, un secreto infalible para conseguir el guiso perfecto, el que hacen las abuelas y que muchas personas no conocen, consiste en decir adiós a las pastillas de caldo para dar paso a la técnica estrella: desglasar el fondo de la cazuela con brandy o coñac. Este truco realza de manera natural el sabor de los guisos y forma una salsa que está para chuparse los dedos.
¿Qué es desglasar el fondo de una cazuela?
Es una técnica que consiste en añadir un líquido al fondo de la cazuela después de sellar la carne con un buen chorro de aceite de oliva virgen extra. Una vez se retira la carne, quedan los restos, conocidos como fondos de cocción, que contienen los jugos que se han caramelizado. Lo mejor es usar brandy o coñac para aumentar aún más la potencia del sabor final.
Así, al añadir el chorro de algún alcohol y desglasar, el líquido disuelve esos jugos pegados en el fondo y los incorpora en la salsa del guiso. Además, el brandy o coñac no solo ayuda a integrar estos sabores, sino que, al evaporarse, deja un toque aromático que potencia el sabor sin dejar rastros de alcohol, por lo que es ideal para cualquier persona.
Pasos para desglasar y hacer un guiso perfecto
Lo primero es sellar la carne que más nos guste en una cazuela con un buen aceite de oliva virgen extra y a fuego medio-alto, moviéndola hasta que se dore bien por todas partes. Este paso genera el “fondo” caramelizado que se queda pegado a la cazuela y que luego aportarán todo el sabor.
Cuando la carne esté perfectamente sellada, la retiramos en un plato para que evitar que se sobrecocine al desglasar el fondo.
Después, sobre ese fondo caramelizado hay que echar un chorro generoso de brandy o de coñac, lo que más nos guste, para que se disuelva esa costra llena de sabor. Con una espátula de madera, rascamos el fondo para incorporar esos jugos a la mezcla y dejamos reducir unos minutos para que se evapore el alcohol.
Volvemos a echar la carne en la cazuela, añadimos los ingredientes restantes del guiso (verduras, patatas, hierbas, caldo), y cocinamos a fuego lento el tiempo que sea necesario.
Tres tipos de de pan saludables para incluir en la dieta y controlar el peso
Para mantener una dieta equilibrada, es imprescindible usar los ingredientes adecuados. Estas tres clases de pan contribuyen a conseguir una alimentación saludable apropiada.
Aunque diversos estudios muestran que el consumo del pan ha caído en España, este producto ha sido un imprescindible en la cocina mediterránea. Ya sea para acompañar a ensaladas o como base de tostadas deliciosas para el desayuno, se trata de un básico que nunca ha faltado en los hogares de nuestro país.
Sin embargo, para los que quieren mantener una dieta equilibrada y sana, no todos los panes son apropiados. En la actualidad, existen más de trescientas clases, y hay tres que son perfectas para una alimentación saludable. ¿Cuáles son? Los que mostramos a continuación.
Pan de masa madre
En el mundo de la gastronomía, el pan de masa madre ha desatado la locura entre sus seguidores. De hecho, la ciencia lo ha calificado como uno de los mejores para tomar todos los días. A diferencia que el pan blanco, este lleva un índice glucémico bajo, y es más rico en nutrientes y probióticos.
La masa se fermenta con harina y agua y puede llegar a tener un proceso de elaboración de varios días. Se puede comprar en panaderías como Levaduramadre, famosa por su gran variedad de panes sabrosos y artesanales.
Pan integral
Este, quizás, es de los más aconsejados para las personas que quieran comenzar, o estén realizando, una dieta equilibrada. El pan integral se diferencia del blanco ya que el primero contiene granos enteros, mientras que el segundo está hecho con cereales refinados.
Su alto contenido en fibra permite tener una mejor digestión y un sistema intestinal saludable. Además, para los diabéticos es una buena elección porque contiene magnesio, un mineral que ayuda a controlar los niveles de insulina y glucosa.
Pan germinado
Para elaborar el pan germinado, se meten a remojo granos con el fin de que germinen. Después, se muelen para hacer la masa del pan. La empresa Leon The Baker explica en su página web que «la germinación aumenta los aminoácidos en los granos. Esto hace que tenga más proteínas que el pan integral«.