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La industria alimentaria busca reconstruir márgenes tras la caída generalizada de 2022
La mayoría de grandes fabricantes empeoraron resultados pese a un alza de ingresos a dobles dígitos. El Pozo, Capsa o Campofrío esperan mejorar en 2023 y FIAB ve el contexto “muy difícil”
La industria alimentaria encara el final de 2023 con el objetivo de reconstruir los márgenes que, de manera generalizada, perdieron el año pasado por la escalada inflacionaria. Pero también con la incertidumbre de un cierre de año en el que la energía repunta de nuevo, y en el que subir más los precios puede llegar a ser una decisión contraproducente.
La tónica fue similar en casi todos los grandes fabricantes que operan en España en 2022, como se desprende tras analizar las cuentas anuales de 17 de ellos. Todos menos uno, Nueva Pescanova, elevaron sus ingresos frente a 2021. La mayoría, 12, a dobles dígitos porcentuales y alcanzando niveles históricos. Pese a ello, 13 redujeron sus márgenes de explotación y 14 empeoraron su resultado neto, con cuatro incurriendo en pérdidas: la propia Nueva Pescanova, Campofrío, Grupo Pascual y Mondelez, aunque esta última las redujo a la mitad con respecto a 2021.
“En 2022 sufrimos una crisis global, en parte provocada por la invasión de Ucrania, que generó incertidumbre y una grave situación de inflación de costes que se vio reflejada en los resultados de muchas empresas del sector, que vieron reducidos sus márgenes”, declara Mauricio García de Quevedo, director general de la patronal FIAB.
Según datos del índice de precios industriales recopilados por Aecoc, la fabricación de alimentos se encareció más de un 30% entre enero de 2022 y julio de 2023. Solo la producción de aceite de oliva supera esos porcentajes entre las categorías de gran consumo.
La cantidad de nutrientes disponibles puede influir en la calidad del ADN
Las células tienen una serie de mecanismos y puntos de control para vigilar y detectar la presencia de daños en su material hereditario. En el caso de encontrar alteraciones en el ADN, el avance del ciclo celular se detiene, proporcionando tiempo para que la célula repare los daños y estos no sean transmitidos a las células hijas. Una alternativa a este proceso es el fenómeno denominado adaptación, por el cual, en ocasiones, a pesar de existir daños irreparables en el ADN o en la función de los telómeros, en lugar de parar el ciclo celular, la célula inactiva uno de los puntos de control y prosigue con la mitosis. Este proceso puede resultar ventajoso para la célula individual, puesto que evita la muerte celular derivada de la acumulación de daños irreparables en su material genético, pero a nivel del organismo completo, el mantenimiento de células con semejante daño en el ADN puede llevar a cáncer u otras enfermedades.
Utilizando un modelo en levadura, un estudio de la Universidad de Heidelberg revela que la cantidad de nutrientes disponibles para la célula es un factor crítico en el proceso de adaptación, afectando a los mecanismos de vigilancia y control de la calidad del ADN.
Los investigadores observaron que la señalización nutricional mediada por TORC1 (target of rapamycing complex 1) influye en la decisión de progresar o no en el ciclo celular. La inhibición de TORC1 previene la adaptación de los puntos de control, mediante regulación vía Cdc5 e inducción de autofagia, y las células permanecen viables, al tener tiempo de arreglar su ADN, reteniendo también su potencial proliferativo.
Los autores indican que en condiciones de elevada disponibilidad de nutrientes, con TORC1 activada, y daños irreparables en el ADN, es más beneficioso para una célula adaptarse al daño y maximizar su propagación en condiciones ricas de nutrientes, que arriesgarse a un arresto permanente del ciclo celular que las llevaría a la senescencia. Sin embargo, cuando los nutrientes son limitados puede resultar más ventajoso permanecer en arresto, con daños en el ADN, que arriesgarse a continuar con una división celular con material hereditario alterado en un ambiente pobre.
“Creemos que una cantidad elevada de nutrientes empuja a las células a crecer y proliferar, incluso en condiciones en las que no deberían hacerlo, como por ejemplo cuando su ADN está dañado,” indica Brian Luke, director del trabajo. “Las condiciones con niveles bajos de nutrientes probablemente aseguran que las células únicamente se arriesgarán a dividirse cuando el ADN esté completamente reparado.”
El investigador añade que se ha demostrado recientemente que la reducción de nutrientes o el tratamiento con rapamicina (que inactiva TORC1) puede extender la esperanza de vida celular, además de mejorar la eficacia de algunos tipos de quimioterapia, por lo que los resultados obtenidos en el trabajo, podrían tener importantes aplicaciones clínicas.
Las dietas del futuro: a medida y de precisión gracias a la ciencia
Un ambicioso e integrador estudio sanitario en todo Estados Unidos pretende predecir qué dietas proporcionarán la mejor nutrición en función de los genes, los microbios y el estilo de vida.
Durante el estudio, los investigadores realizarán periódicamente análisis de orina y sangre y completarán un censo del microbioma intestinal de cada persona, es decir, los billones de organismos que residen permanentemente en el tubo digestivo. Los participantes llevarán monitores de glucosa para registrar las subidas y bajadas de azúcar en sangre, un marcador de la forma en que el organismo procesa los hidratos de carbono y un importante indicador de la salud. También se hará un seguimiento de comportamientos diarios como el sueño, el estrés y las horas a las que se come, entre otros factores.
El nuevo estudio cambiará nuestra comprensión de las dietas humanas porque es radicalmente distinto de cómo se realizan la mayoría de los estudios sobre nutrición. Los científicos especializados en nutrición suelen examinar un único alimento en una población homogénea, por ejemplo, para averiguar si los arándanos reducen el riesgo de enfermedades cardiovasculares en los estadounidenses (la respuesta a esta pregunta aun no está clara). En este estudio no partimos de una hipótesis, dice, sino que «nos preguntamos cuáles son los factores implicados».
El objetivo es desentrañar las muchas variables que influyen en las respuestas nutricionales y desarrollar algoritmos que las predigan, lo que permitiría a los nutricionistas ofrecer consejos dietéticos a otras personas con características similares.
Ofrecer recomendaciones más específicas es crucial para mejorar la salud pública, afirma Das. El enfoque actual ha llevado a muchas personas a desentenderse de los consejos dietéticos de los expertos, ya sea porque éstos parecen cambiar con frecuencia (el clásico: los huevos son malos; los huevos son buenos) o porque probaron una forma de comer recomendada y descubrieron que no era la ideal para ellos. «La nutrición de precisión nos permitirá ir más allá del consejo de la dieta mediterránea. En lugar de eso, diremos: ‘Si tienes determinadas etnias, características, respuestas físicas a los alimentos, esta dieta puede ser más adecuada’. Ese es el paso al que nos estamos acercando», afirma.
El estudio se centrará en comer para gozar de una salud óptima más que para perder peso, pero ambas cosas van de la mano.
Innovación y sostenibilidad en la jornada sobre alimentación del futuro
AINIA celebró la pasada semana en su sede de Paterna (València) la cuarta edición de la jornada de innovación “La Alimentación del futuro”. Un evento que reunió a 150 profesionales del sector agroalimentario, empresas, startups, FIAB, CDTI y expertos en investigación para tratar las últimas tendencias y avances en el desarrollo de productos alimentarios más sostenibles, saludables y adaptados a las nuevas necesidades de los consumidores.
Durante la jornada, se abordaron temas claveen torno a nuevas fuentes de ingredientes, proteínas alternativas, la economía circular, y el uso de tecnologías emergentes como la inteligencia artificial en el diseño de nuevos alimentos.
Expertos en el panel sobre «Productos plant-based y proteínas y grasas alternativas» insistieron en que el reto para estos productos no sólo radica en su sostenibilidad y beneficios para la salud, sino en garantizar unas propiedades sensoriales óptimas, claves para la aceptación por parte del consumidor.
Un aspecto destacado fue la tendencia hacia la mimetización de productos tradicionales, pero también se señaló la necesidad de explorar nuevos momentos de consumo, formatos y texturas que amplíen las opciones para los consumidores sin limitarse a imitar lo ya existente.
Además, se trató la regulación y las perspectivas de futuro de los Novel food en la que se destacaron las cuestiones relativas a los procedimientos que exige la normativa para garantizar que la seguridad del producto ha sido contrastada con carácter previo a su puesta en el mercado, y a la conveniencia de contar con asesoramiento técnico-legal desde las fases iniciales del desarrollo de los productos.
Otro de los focos de la jornada fue la importancia de la economía circular y la valorización de subproductos en la industria alimentaria. En la mesa redonda sobre “Upcycling y sostenibilidad”, los expertos analizaron tecnologías aplicables al aprovechamiento de subproductos de algas y brócoli como ejemplo de reducción del desperdicio, así como de la utilización de técnicas de cultivo más sostenibles. Este tipo de enfoques contribuyen a la sostenibilidad, y abren nuevas vías de innovación en productos alimentarios.
Asimismo, se debatió sobre el papel de las empresas en el desarrollo de productos innovadores que respeten el medio ambiente y ofrezcan una experiencia gastronómica de calidad.
Enrique Rodríguez, delegado comercial en Vichy Catalán, resaltó que “la alimentación del futuro pasa por redefinir y reescribir los fundamentos mismos de la alimentación porque entran en juego nuevas reglas nunca vistas antes, especialmente aquellas que tienen que ver con la sostenibilidad y la circularidad. El reaprovechamiento de los antes llamados subproductos, para la elaboración de nuevos ingredientes ya no es una tendencia de nicho, es una realidad. La búsqueda de alternativas al azúcar, a la proteína de origen animal, a las grasas e incluso las formas en que estas se obtienen, son sólo el comienzo de una revolución que viene en torno a la alimentación”
Por otro lado, el uso de la inteligencia artificial y las tecnologías emergentes en la creación de nuevos alimentos fue destacado por los participantes en la jornada como una de las herramientas más prometedoras para diseñar productos personalizados y sostenibles de forma más eficiente.
Actualmente, los consumidores no solo se preocupan por la sostenibilidad, sino que buscan productos que promuevan su bienestar integral. Esto incluye la salud física, mental y emocional, aspectos que deben ser considerados al desarrollar nuevos productos e ingredientes. Las empresas alimentarias están cada vez más alineadas con esta tendencia, adaptando sus productos para satisfacer esta demanda creciente por soluciones de wellness.
Planas clausura en León el foro sobre la Estrategia Nacional de Alimentación
El ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, clausura hoy lunes el segundo foro participativo sobre la Estrategia Nacional de Alimentación (ENA), que se celebra en León. Este encuentro está dirigido a analizar la sostenibilidad en la producción primaria y la seguridad en el abastecimiento para avanzar hacia una autonomía estratégica abierta.La jornada, organizada por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, comenzará a las 12 horas, e incluye dos mesas redondas en las que participarán expertos y profesores universitarios, directivos de empresas, organizaciones y cooperativas ligadas al mundo agroalimentario, así como asociaciones de consumidores.
Nuevas estrategias científicas para fabricar transgénicos más seguros:
El cultivo de organismos genéticamente modificados (OGM) es un tema no exento de controversia debido a los riesgos que conlleva: el crecimiento incontrolado de estas especies y su dispersión en la naturaleza. Dos equipos científicos proponen alternativas para impedir que puedan convertirse en invasores.
Los organismos genéticamente modificados (OGM) tienen un gran número de usos, desde la alimentación para ganado hasta la producción de fármacos y combustible. Sin embargo, su cultivo y explotación están desde hace años en el punto de mira. Por ello son necesarias fuertes medidas de control para que sus aplicaciones sean lo más seguras posibles en los cultivos. Ejemplo de ello son los esfuerzos de descontaminación biológica para eliminar los contaminantes de algunos lugares.
No obstante, “en 30 años de uso, no ha habido ningún caso de enfermedades en humanos o animales provocadas por la ingesta de alimentos procedentes de cultivos transgénicos”, asegura a Sinc George Church, investigador en la Harvard Medical School (EE UU).
Según el experto, muchos virus son peligrosos para las especies agrícolas, y conseguir transgénicos que sean resistentes a múltiples virus sin perjudicar al huésped «es un gran hito”. Pero, si un transgénico fuera suficientemente fuerte como para sobrevivir en la naturaleza, “se convertiría en una especie invasora y posiblemente se mezclaría con ADN salvaje”, añade.
Church declara no saber de ningún caso de transgénico que se haya convertido en especie invasora, “pero su resistencia a múltiples virus podría en un futuro cercano provocar este escenario”, advierte.
Hasta ahora, algunos estudios científicos habían diseñado dispositivos de seguridad para controlar el crecimiento de los OGM, haciendo, por ejemplo, que los transgénicos dependan de ciertos nutrientes naturales, o insertándoles interruptores de apagado genéticos. Sin embargo, estas soluciones pueden dejar de funcionar cuando se producen mutaciones o cruces entre especies.
La revista Nature publica esta semana dos nuevas estrategias científicas para desarrollar organismos genéticamente modificados que dependan de nutrientes sintéticos, lo que permitiría prevenir el crecimiento accidental y su dispersión. Según los autores de ambos trabajos, estas estrategias mejorarían la seguridad de los OGM.
Referencias bibliográficas:
Alexis J. Rovner et al. “Recoded organisms engineered to depend on synthetic amino acid” Nature 21 de enero de 2015 doi:10.1038/nature14095
Daniel J. Mandell et al. “Biocontainment of genetically modified organisms by synthetic protein design” Nature 21 de enero de 2015 doi:10.1038/nature14121
Qué debes tener en cuenta a la hora de elegir el zumo en el supermercado: no todos son iguales
Los pasillos y neveras de los supermercados tienen cada vez más productos. Hay una inmensa variedad de lácteos, pero también de dulces, platos preparados y bebidas. Concretamente, si vamos a la sección de zumos, la cantidad de opciones que tenemos es casi abrumadora.
Zumos, concentrados o néctares son los más habituales. A primera vista nos puede parecer que son lo mismo, pero si prestamos atención al embalaje o la etiqueta veremos que no es así. ¿Pero qué diferencia hay entre unos y otros? ¿Cómo puedo distinguirlos? ¿Una opción es más saludable que la otra?
Son dudas que pueden surgir a mucha gente, más teniendo en cuenta que el zumo es una bebida bastante popular. Según el estudio ANIBES de la Fundación Española de Nutrición, el 31,2% de los consumidores españoles lo toman, sobre todo niños y adolescentes.
Por salir de dudas, hemos hablado con dos expertas en nutrición. Ambas coinciden en lo esencial: son dos productos distintos. “El zumo se obtiene directamente de la fruta y no puede llevar azúcares añadidos ni otros aditivos. Pero sí aromas”, explica Andrea Sorinas en RAC1.cat.
El néctar, en cambio, es lo que “se ha obtenido a partir del zumo de fruta, pero que se le añade agua, azúcar, edulcorantes o aromas”, dice Teresa Veciana, profesora del Departamento de Nutrición, Ciencias de la Alimentación y Gastronomía de la Universidad de Barcelona.
Sin embargo, la legislación establece “el porcentaje mínimo de fruta” que deben tener. Por ejemplo, no es lo mismo un néctar de manzana que uno melocotón.
¿Qué dice la ley?
Por tanto, el proceso de elaboración, los ingredientes y la cantidad de fruta, agua y aditivos que llevan son diferentes y todo está regulado por la legislación actual. Echarle un vistazo —aunque sea pesado— y prestar atención a las etiquetas nos puede ayudar a escoger bien en el supermercado. A grandes rasgos, la ley habla de tres productos: zumo, concentrado y néctar .
El zumo, como decíamos, se obtiene de la fruta y no se le añade nada más aparte de los aromas o la pulpa. El azúcar que contiene, por tanto, es el que tiene la fruta de forma natural. Por eso, dice Sorinas, no debemos dejarnos deslumbrar por el reclamo “sin azúcares añadidos” en zumos: “No lo hacen porque no los dejan”.
Sin embargo, la legislación establece “el porcentaje mínimo de fruta” que deben tener. Por ejemplo, no es lo mismo un néctar de manzana que uno melocotón.
Un zumo nunca sustituye a una pieza de fruta
Aunque los zumos y los néctares son habituales en los hogares, sobre todo para los desayunos y meriendas, ambas nutricionistas reiteran que no son una buena opción y que en ningún caso sustituyen a una pieza de fruta entera.
“Si la procesamos, rompemos su estructura y sacamos su fibra, que precisamente ralentiza la absorción del azúcar. Además, en líquido, el azúcar se convierte en libre y actúa como si fuera el de un refresco”, detalla Sorinas, que hace difusión de su labor en Concoconut.
Un argumento que mantiene Veciana: “Una de las gracias de las frutas es que los azúcares están combinados con otras partes y fibra. Si absorbemos los azúcares rápidamente, suben los niveles de glucosa en sangre y, en consecuencia, se incrementa la demanda de insulina. Esto hace trabajar más en el páncreas ya la larga favoreces la aparición de la diabetes tipo 2 ”.
Este artículo fue publicado originalmente en RAC1.
Uno de cada tres productos de gambas y langostinos está mal etiquetado
El estudio de la Universidad Complutense de Madrid revela que una tercera parte de los productos etiquetados como gambas y langostinos no se corresponde con la especie indicada. La investigación, que analizó el ADN de diversas muestras, destaca la prevalencia de este problema en productos congelados.
Un estudio realizado por la Universidad Complutense de Madrid (UCM) señala que uno de cada tres productos alimentarios que en su etiquetado dicen ser gambas, langostinos, cigalas, camarones y carabineros son realmente son otra especie.
Prácticamente todos ellos se encontraron en producto congelado y en supermercado, y apenas se encontró este problema en producto fresco de pescadería.
Información al consumidor
Esta información se utilizó además para dar información al consumidor de modo que pueda evitar este mal etiquetado en su vida diaria (compra de productos frescos o cocidos y la adquisición de los productos en pescaderías). Es el primer trabajo en hacerlo y los autores proponen que se haga a partir de ahora en el resto de estudios similares en todo tipo de productos alimentarios
Para llevar a cabo el estudio, publicado en Journal of the Science Food and Agriculture, los investigadores analizaron el ADN de 95 muestras obtenidas en Madrid y Toledo a partir de 55 productos (congelados, frescos, hervidos) de diferentes procedencias (hipermercados, supermercados y pescaderías).
Se compararon las especies reales (verificadas con ADN) con las teóricas (las que vienen reflejadas en la etiqueta) y se obtuvo que 19 de ellos declaraban especies diferentes a las que realmente contenían. Se encontraron incluso varias especies diferentes a la declarada dentro de un mismo producto.
Evitar problemas de salud
“Estos resultados ayudan a los consumidores a evitar la compra de productos que no son lo que él desea, además de los problemas de salud y económicos que pueden conllevar el incorrecto etiquetado”, destaca Jose Luis Horreo, investigador del Departamento de Genética, Fisiología y Microbiología de la UCM.
Otra de las conclusiones del trabajo es que en los productos de los océanos Pacífico e Índico es más común el etiquetado incorrecto que en los del Atlántico. En los productos de acuicultura no se encontraron etiquetados incorrectos, como tampoco se hallaron diferencias por precios (es decir, el precio alto no evita un mal etiquetado).
Trigo silvestre, la clave de la seguridad alimentaria en un mundo que se calienta
Aumentar la inversión en la investigación de los parientes de millones de años de antigüedad de este cereal puede producir una nueva generación de variedades resistentes al clima y regenerativas para el medio ambiente.
Cerca de mil millones de litros de fungicida es la cantidad que se han ahorrado los agricultores este siglo gracias al uso de variedades de trigo resistentes a las enfermedades. El trigo moderno debe la mayoría de sus genes de resistencia a sus parientes silvestres: primos herbáceos con millones de años de antigüedad y que han sido puestos a prueba en las condiciones climáticas extremas de la Tierra.
A pesar de estos notables logros en la mejora genética del trigo, no hemos hecho más que arañar la superficie del potencial genético de sus parientes silvestres. Con el cambio climático intensificándose y la rápida evolución y propagación de patógenos —una nueva cepa de hongo puede circular en la corriente de aire—, es imperativo aumentar la inversión en la investigación de esta diversidad genética en gran medida inexplorada. Hacerlo podría revolucionar la producción de trigo, garantizando la seguridad alimentaria, mientras se reduce drásticamente la huella medioambiental de la agricultura.
Sin iniciativas como estas, las epidemias o pandemias podrían devastar las cosechas, lo que podría llevar a la aplicación masiva de agroquímicos tóxicos y aumentar la presión selectiva para que las plagas y enfermedades desarrollen resistencia. Las consecuencias serían de gran alcance, pues no solo afectarían a la seguridad alimentaria y al medio ambiente, sino también a la estabilidad geopolítica, pudiendo desencadenar migraciones humanas y conflictos.
El poder de los microorganismos
La variación genética en los bancos de semillas está en gran medida ausente en el trigo moderno, que se separó genéticamente de otras especies de pastos hace 10.000 años y recientemente ha sido objeto de un programa de cultivo basado en la ciencia, lo que ha restringido su diversidad. El trigo necesita la diversidad de sus primos para prosperar en un clima cambiante.
Más allá de la resistencia al clima y a las enfermedades, los parientes silvestres del trigo ofrecen otra interesante vía de beneficios medioambientales: la mejora de las interacciones con microorganismos beneficiosos. Estos pastos antiguos han desarrollado relaciones intrincadas con los microbios del suelo, ausentes en gran medida en el trigo moderno.
Algunos parientes silvestres del trigo pueden inhibir los microbios del suelo que convierten el amonio en nitrato. Aunque ambas formas de nitrógeno son útiles para las plantas, el nitrato es más propenso a perderse por lixiviación o conversión gaseosa. Ralentizar este proceso de conversión, llamado nitrificación, tiene profundas implicaciones para la agricultura sostenible, ya que puede mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero, mejorar la eficiencia en el uso del nitrógeno y reducir el uso de fertilizantes sintéticos.
El camino a seguir es claro: aumentar la inversión en la investigación de los parientes silvestres del trigo puede producir una nueva generación de variedades de trigo que sean no solo resistentes al clima, sino también regenerativas para el medio ambiente. Será un paso crucial hacia la seguridad alimentaria sostenible en un mundo cambiante.
Innovación, transición verde y formación: ¿puede tu futuro estar en el campo?
De aquí a 2035, el sector generará casi 310.000 oportunidades de empleo solo por reemplazo. La formación en competencias tecnológicas y en agricultura eficiente será clave
El del campo es, quizá, uno de los sectores productivos más desprestigiados y, sin embargo, fundamentales para el sustento de cualquier sociedad. Un ámbito enfrentado a una elevada temporalidad e incluso una importante brecha de género, pero que también es víctima de una imagen arcaica y desactualizada de lo que es y las oportunidades que representa: solo por reemplazo (es decir, para sustituir a aquellos que se jubilan), harán falta casi 310.000 personas de aquí a 2035, según el Observatorio de la FP de la Fundación CaixaBank Dualiza.
Cubrir esas vacantes futuras (y, de paso, luchar contra la despoblación rural) pasa, sin embargo, por saber visibilizar esas oportunidades y por ser consciente de la forma en que la innovación tecnológica y la transición hacia modelos más sostenibles están cambiando la realidad del mundo agroalimentario. Y es que, según Naciones Unidas, el sector de la alimentación representa aproximadamente un 30 % del consumo de energía en el mundo, y es responsable de un 22 % de las emisiones de gases de efecto invernadero. Aspectos que, de por sí, ya evidencian la necesidad de que los profesionales accedan a conocimientos y capacidades que faciliten un uso sostenible de los recursos naturales, adaptándose así a los requisitos marcados tanto por el Pacto Verde Europeo como por la estrategia De la granja a la mesa, de la Comisión Europea.
“Es crucial saber usar, gestionar y monitorizar técnicas, herramientas y dispositivos vinculados a la eficiencia energética, la gestión de recursos y el manejo eficiente de productos fitosanitarios y antibióticos. Los perfiles profesionales han de ser cada vez más verdes y más digitales”, explica Mónica Moso, responsable del Centro de Conocimiento e Innovación de CaixaBank Dualiza. Para fomentar las vocaciones del campo y visibilizar tanto el papel de la innovación y la tecnología como el rol central de la Formación Profesional en su modernización y desarrollo, CaixaBank Dualiza y el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación han lanzado una campaña conjunta a través de la historia de Ferrán, un joven valenciano al que el campo y la FP le cambiaron la vida y que hicieron posible que hoy se encuentre estudiando un doctorado.
Una transición digital y verde
Para Ferrán Fernández Alemany, que así se llama, la educación tradicional no funcionaba, y bajo cualquiera de sus parámetros él era el estereotipo perfecto de estudiante fracasado. Dejó los estudios, probó a trabajar… nada funcionaba, hasta que llegó la FP. “En el instituto nunca me fue bien. La metodología de estar sentado en una silla no era para mí; yo necesitaba aprender haciendo. Así que decidí estudiar una FP del mundo agrario y volver a mis raíces, porque mis abuelos eran agricultores”, explica. Y todo cambió.
“Antes, yo veía la Física, la Química, las Matemáticas como algo para otro tipo de cerebros, para personas más inteligentes y evolucionadas”. Pero aquella FP en Explotaciones Agrarias Intensivas (algo que, apunta, hoy está ya superado porque se va hacia un modelo distinto) le demostró cuán equivocado estaba, le apasionó desde el primer minuto y le dio las herramientas que necesitaba. Después de aquel ciclo llegaron el acceso a la universidad para mayores de 25, experiencias laborales y de emprendimiento, un grado en Ingeniería Agrónoma, un máster en Física, estudios de programación y un doctorado (en curso). Nada mal para alguien “que no valía para estudiar”.
Hoy, Ferrán es experto en agrotech, o lo que es lo mismo, la aplicación de la tecnología a la agricultura, y realiza modelos predictivos para una explotación eficiente del agua en los cultivos. “La agricultura es una ciencia de parámetros: la temperatura ambiente, la humedad del suelo, el nivel de sales… Hay muchos. Si podemos medir todo eso y darle a la planta lo que necesita de cada uno de esos parámetros, conseguiremos tener un cultivo supereficiente; ahorraríamos agua y nutrientes, y la producción sería muy alta”, explica. Mediciones que, añade, se miden a través de sensores, drones o satélites. Y no se olvida de la inteligencia artificial, donde también tiene cabida (y de qué manera) el popular Chat GPT: “Ha cambiado el paradigma de toda la gente que trabaja con código”, sostiene. “Yo le digo que quiero hacer una función que me coja un valor entre tanto y tanto, de tanta temperatura, y con mis propias variables, y Chat GPT me devuelve un bloque de código que yo le he pedido que haga con palabras”.
Sobre la importancia de la innovación en el sector primario saben mucho en el Centro Integrado de Formación Profesional Aguas Nuevas, en la provincia de Albacete. Entre los proyectos que allí desarrollan está, por ejemplo, la aplicación de la tecnología del Internet de las Cosas (IoT) en la agricultura de precisión: “Nosotros fuimos capaces de domotizar cientos de hectáreas de plantaciones de viñedo, por medio de sondas insertadas en los cultivos (cuantas más, mejor). Estos dispositivos miden el grado de humedad relativa que tiene el suelo y lo convierten en una señal electromagnética que, a través del GPS, le llega al móvil del agricultor. Y si este lo tiene automatizado, podrá, desde el móvil, activar el riego por goteo y por sectores, allí donde esa humedad relativa esté bajando”, cuenta Juan José González, director del centro y vocal coordinador de FPEmpresa en Castilla-La Mancha.
Otro de los proyectos aprobados en el centro consiste en un estudio de estrés hídrico y genético de distintas variedades de pistacho (en un área que, además, es altamente estratégica en este tipo de cultivo a nivel mundial). En colaboración con dos empresas y la Universidad de Castilla-La Mancha, se han plantado varias hectáreas de pistacho que servirán para realizar estudios de producción según varios parámetros, generando además numerosos recursos de contenidos para los alumnos del centro en años venideros.
“La investigación e innovación en el ámbito agrario es de gran relevancia, porque son motores de adaptación a un nuevo modelo energético, a un mejor uso del agua y a fomentar una economía acorde a un modelo de crecimiento sostenible”, esgrime Moso. Y es que, como recuerda Isabel Rodríguez, decana de Veterinaria de la Universidad Alfonso X el Sabio, “la innovación ha llegado al mundo rural antes de lo que percibe la sociedad. Los agricultores y ganaderos ya manejan aplicaciones de Big Data para la gestión de la producción y el bienestar de sus animales, tractores con GPS y algoritmos predictivos o robots de ordeño automatizados”.
La formación, fundamental
Decir que la formación es un factor esencial podría no ser decir demasiado si no fuera por las características del sector, ya que casi dos de cada tres trabajadores no disponen de un nivel formativo superior a la ESO (concretamente, el 64,8 %, según CaixaBank Dualiza). Y ahí radica precisamente uno de los mayores retos del campo: la escasa vinculación del sector con la formación de sus trabajadores se traduce en la inexistencia de una cultura para invertir en ella (tanto por parte de las empresas como de los trabajadores), así como en un desconocimiento severo de la oferta formativa actual de la FP relacionada, según señala el informePropuestas de actuación para impulsar la Formación Profesional en el sector agroalimentario (CaixaBank Dualiza, 2021).
La acreditación de competencias profesionales, auspiciada y potenciada en la nueva ley de la FP, puede ser clave a la hora de reconocer los conocimientos adquiridos a través del ejercicio profesional, además de facilitar cualquier formación posterior y una mayor protección en caso de desempleo. Y aunque, según recuerda el SEPE, la integración de la tecnología en el sector primario es uno de los factores que influyen en la caída de empleo (debido a la mecanización de los procesos y control de cultivos y a la introducción de nuevos modos de gestión), también sirve de recordatorio acerca de la necesidad de desarrollar perfiles más cualificados que contribuyan a acometer esos cambios y obtener una rentabilidad mayor. Porque oportunidades, como se ha señalado ya, existen.
“La FP juega un papel fundamental, porque estamos en un sector donde no es que haga falta gente; es que faltan ejércitos. En España, por el clima, por la cultura y por el tipo de territorio que es, el sector agrícola es gigantesco. Y no hay gente: es casi imposible encontrar cuadrillas en el campo; y a nivel de técnicos y capataces, no se encuentran tampoco (…). La única manera de conseguir un técnico hoy en día es que le pagues más que donde está para que se vaya y se incorpore a tu proyecto”, recuerda Fernández Alemany.
Un desafío enorme que, explica, lleva también implícita la solución, que pasa por prestigiar el campo a ojos de los más jóvenes: “El concepto que se tiene del campo es arcaico y los jóvenes no quieren saber nada. Uno de los reclamos más potentes (a la vez que una necesidad) es la tecnología. Hay que hacer más atractiva, desde el punto de vista tecnológico, todo lo que es la formación agraria, porque además en el campo necesitamos que toda esa tecnología entre; vamos muy retrasados con respecto a otras industrias”, reivindica.
¿Qué estudiar para trabajar en el campo?
A la hora de cubrir las vacantes disponibles en el sector de la agricultura, ganadería y pesca, conviene recordar, como hemos señalado, la importancia de la Formación Profesional. De hecho, “se espera que, en el conjunto de sectores, uno de cada cuatro puestos de trabajo requiera de un perfil titulado en FP; un porcentaje que, en el ámbito específico del sector primario, se sitúa en el 19 %”, sostiene por su parte Moso. Ahora bien, ¿cuáles son los ciclos más demandados?
De acuerdo con los expertos consultados para este reportaje, los ciclos con mayor futuro son los siguientes:
- FP Básica en Agrojardinería y Composiciones florales (17,4 % del total de matriculaciones en esta familia).
- Grado Medio en Producción Agroecológica, producto del aumento progresivo de este tipo de producción, que ha visto como ha aumentado en un 10,8 % su superficie agraria útil.
- Grado Medio en Panadería, Repostería y Confitería (43 % de los matriculados en ciclos pertenecientes a las industrias alimentarias).
- Grado Superior en Gestión Forestal y Medio Natural. Uno de cada cuatro estudiantes de los ciclos formativo de la familia agraria en el curso 2021-2022 optó por estos estudios, que dan además acceso al empleo público de guardias forestales.
- Grado Superior en Ganadería y Asistencia a la Sanidad Animal, un grado que, según apunta González, disfruta de un alto grado de empleabilidad: “Muchos son alumnos y alumnas que no pudieron entrar en los estudios universitarios de Veterinaria, por la nota de corte, y que hacen este ciclo como paso intermedio antes de ir a la universidad”. Y, a su vez, recuerda el feedback que después reciben de las universidades: “Los alumnos que provienen de este ciclo consiguen unos porcentajes altísimos de aprobados, porque tienen un bagaje experimental o práctico muy amplio”.
- Grado Superior de Paisajismo y Medio Rural.
En cualquier caso, conviene recordar que la universidad también aporta profesionales altamente cualificados. Profesionales que, además, tienen unas altas tasas de afiliación a la Seguridad Social a los cuatro años de finalizar sus estudios (concretamente, el 82 % de los egresados en agricultura, ganadería y pesca, y el 75 % de los titulados en Veterinaria), según el estudioDatos y cifras del sistema universitario español. Publicación 2022-2023, elaborado por el Ministerio de Universidades. “El campo requiere de perfiles técnicos y especializados como ingenieros agrónomos o veterinarios, pero también de FP, legislativos, económicos, empresariales, de marketing y comunicación, medioambientales y de tecnología que conozcan la realidad rural”, afirma Rodríguez.
El reto de la brecha de género
A la hora de señalar los desafíos de futuro, no puede obviarse el de la brecha de género, en un sector donde el 72 % de los trabajadores son hombres. Una desigualdad que, en los pueblos y aldeas, se manifiesta en aspectos concretos como el de la conciliación, “dado que estamos en un entorno en el que el trabajo agrícola, en el caso de las mujeres, se debe combinar con el cuidado de hijos y personas mayores y el trabajo en el hogar, que sigue estando fundamentalmente feminizado”, explica Carmen V. Valiña, doctora en Historia Contemporánea y directora de Periféricas. Esta “escuela de feminismos alternativos”, como se denomina, lleva desde 2015 aprovechando las ventajas de lo online para ofrecer, desde Baio, un pequeño pueblo de Costa da Morte, en A Coruña, formación con perspectiva de género para cualquier mujer, independientemente de su bagaje académico previo.
Y es que la tecnología, como ya hemos señalado, ofrece oportunidades económicas y laborales que hace unos pocos años ni tan siquiera existían y, por eso mismo, puede resultar clave a la hora de reducir la mencionada brecha de género. Porque no solo ha facilitado las oportunidades laborales en el campo: “También ha permitido mejorar la calidad de vida de muchas de las personas que allí habitamos; posibilita el trabajo en red e incluso la creación de comunidades virtuales para conocer lo que se está haciendo en otros pueblos y aldeas”, añade Valiña.