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El cachopo más grande del mundo no está en Asturias y lo puedes comer en esta ciudad española
El cachopo es, junto a la fabada o la sidra, el producto típico de Asturias. No hay restaurante ni ciudad asturiana en la que no se sirva este plato, y así, en otros puntos de España se puede consumir, aunque eso no quite que donde mejor se coma sea en su región autóctona. No obstante, el cachopo más grande de España no está ni en Oviedo ni en Gijón ni en ningún otro municipio asturiano, pues un youtuber compartió en sus redes sociales dónde está y, literalmente, está en la otra punta de nuestro país.
El youtuber Ivanfood Challengue, acompañado por Ricarditoofit, mostró en su canal de YouTube este cachopo elaborado por el bar El Trompeta, el cual consiguió el premio al mejor cachopo de Andalucía en el año 2022 en el concurso organizado por La Guía del Cachopo en Oviedo. Así, conseguía en 2023 el hito del cachopo más grande de España: un plato dos metros de largo y seis kilos. Sorprendentemente (por su tamaño), ambos influencers lograron comerse todo el plato, en 48 minutos.
Hay otros ejemplos de cachopos que destacan por su tamaño en España y fuera de Asturias, aunque no haya conseguido el récord el más grande. Por ejemplo, el cachopo más grande que te puedes comer en un restaurante de Madrid es de 111 centímetros. Más de un metro de cachopo «XXL» que se sirve en el mítico establecimiento de La Pomarada, situado en Ventura Rodríguez.
Y es que la gastronomía española es la tercera mejor valorada del mundo, según TasteAtlas. La guía culinaria internacional pone puntuación a todos los platos del mundo, y establece las mejores gastronomías y recomienda restaurantes. Así, la comida de España solo es superada por la italiana, en primer lugar, y la griega, en segundo puesto, lo que refleja el poderío de los platos del Mediterráneo.
Lo llevas haciendo mal toda la vida: así debes lavar la fruta y la verdura según una microbióloga
Comer frutas y verduras frescas todos los días es fundamental para una alimentación equilibrada. Sin embargo, ello requiere una correcta limpieza. Estos alimentos, aunque son nutritivos, pueden estar expuestos a contaminantes presentes en el suelo, el agua de riego, los animales o el transporte. Por ello, lavar adecuadamente frutas y verduras es esencial para prevenir riesgos asociados a microorganismos patógenos o residuos químicos.
Además, para productos con cáscaras duras, como melones o pepinos, se aconseja el uso de un cepillo específico que facilite la eliminación de residuos adheridos. Una vez lavados, es importante secar los alimentos con papel de cocina o un paño limpio para reducir la humedad superficial, que podría favorecer el crecimiento de microorganismos. En cuanto al uso de productos químicos, como la lejía alimentaria, la AESAN destaca la necesidad de verificar que sean aptos para alimentos y seguir las instrucciones específicas de uso.
Primrose Freestone, profesora de Microbiología de la Universidad de Leicester, defiende que el agua corriente es suficiente para limpiar la mayoría de frutas y verduras. Según Freestone, frotar los productos frescos con las manos bajo agua fría elimina de manera efectiva suciedad, pesticidas y una parte de los gérmenes.
El snack saludable que puede mejorar tu estado de ánimo y ayudarte a dormir mejor
En nuestro país, cuando hablamos de snacks, no solemos referirnos a la semilla de la calabaza, pero lo cierto es que se trata de un alimento muy recomendable según los expertos en nutrición, para favorecer nuestra salud física pero también la mental: su contenido en triptófano contribuye al sueño y a mejorar el estado de ánimo.
Los tentempiés más habituales y saludables hasta la fecha, siempre han sido otros frutos secos, que ingerimos durante todo el año y que nos aportan nutrientes, energía, y muchas otras propiedades saludables. Ahora, debemos considerar además de las nueces o las almendras… las pipas de la calabaza, para incorporarlas de una manera más habitual a nuestra dieta.
Las semillas de la calabaza, fruto que solemos utilizar en purés y guisos, es algo que no solemos tener en cuenta en nuestra cocina más allá de comer las pipas como fruto seco. En cuanto a su aporte nutricional, estas semillas son ricas en proteínas, grasas saludables, y calcio, y algo menos en carbohidratos, hierro y fibra.
Las semillas o pipas de la calabaza pueden funcionar como excelente refuerzo si practicas deporte, puesto que aportan proteínas de calidad, además de ser una excelente opción vegetal para aquéllas personas que tienen alergia a otros frutos secos o a la soja. En ensaladas, las pipas de calabaza van a aportar un extra de energía muy saludable.
Al ser tan ricas en triptófano, a las semillas de calabaza se las reconoce también la cualidad de interferir en nuestro humor puesto que también producen serotonina, que es la denominada ‘hormona de la felicidad’. Niveles bajos de serotonina están relacionados con la depresión, por lo que consumir triptófano es importante para el bienestar mental.
Pero es que, además, este snack tan saludable favorece el correcto desarrollo cognitivo, manteniendo el cerebro alerta y frenando su deterioro. Las semillas de calabaza contienen también un derivado de omega 3 que, según dicen los expertos, ayuda a mejorar la función cognitiva y a reducir el riesgo de deterioro que se produce con la edad.
Gran polémica con los lunchables en Estados Unidos: «El concepto es literalmente inconcebible»
En Estados Unidos, los lunchables y Lunchly se han convertido en los snacks de moda, especialmente entre niños y jóvenes. Estos paquetes de comida rápida, que incluyen ingredientes como mini pizzas, galletas o barras de chocolate, han logrado una enorme popularidad, al punto de que incluso han llegado a los comedores escolares. Sin embargo, mientras los americanos parecen abrazar este concepto con entusiasmo, los hispanos critican duramente la tendencia.
Lunchly, la versión «saludable» de Lunchables creada por los famosos youtubers MrBeast, KSI y Logan Paul, ha generado una enorme controversia. Aunque se presenta como una opción más nutritiva y atractiva, una reciente denuncia de la youtuber Rosanna Pansino ha puesto el producto en el centro de la polémica. Pansino, conocida por su contenido de cocina en YouTube, encontró moho en uno de los productos Lunchly mientras grababa un vídeo comparativo entre ambos snacks.
Las redes sociales no tardaron en reaccionar, y en X (anteriormente Twitter), los europeos no se contuvieron a la hora de expresar su sorpresa y desaprobación ante estos productos. «Como europeo, el concepto de Lunchables es literalmente inconcebible», escribió un usuario, mientras que otro comentó: «Americanos, no dejéis que cocinen». Un tercer comentario se burlaba del precio y la calidad: «Imagina pagar 7$ por esa basura en vez de cocinar una comida normal o comprar algo decente por menos».
Este tipo de críticas resalta la diferencia cultural respecto a la alimentación entre Estados Unidos y los países hispanos. Mientras en EE. UU. productos como Lunchables y Lunchly triunfan por su conveniencia y sencillez, muchos hispanos los ven como una opción costosa y poco nutritiva. Además, con incidentes como el moho descubierto por Pansino, el debate sobre la verdadera calidad de estos snacks no hace más que aumentar.
A pesar de la popularidad de estos productos en EE. UU., muchos se preguntan si el éxito se debe realmente a la calidad o simplemente a la influencia de figuras como MrBeast y KSI. Para los hispanos, la respuesta es clara: no hay sustituto para una comida bien hecha y casera.
El lado oscuro de Nutriscore: así lo burlan las empresas
El Nutriscore es un sistema de etiquetado frontal destinado a facilitar a los usuarios una información nutricional clara. Este actúa, según palabras de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), “como un semáforo nutricional: es un sistema de clasificación de 5 letras y colores, en el que la A de color verde oscuro es la opción más saludable y la E roja la peor, pasando por la B, C y D”.
Esto significa, pues, que un sistema que nació con el objetivo de facilitar al consumidor la información necesaria sobre la calidad de los productos que consume, puede resultar confuso si no se sabe interpretar. De hecho, según señala Lurueña, “es cierto que lo intuitivo es comparar de forma absoluta, de modo que se ha visto que no acaba de funcionar de forma intuitiva”.
Además, como suele ocurrir, hecha la ley, hecha la trampa. De modo que “los fabricantes no dejan de encontrar recovecos para obtener una puntuación favorable en Nutriscore”, cosa que hace que nos encontremos productos que a todas luces no son saludables –tampoco si los comparamos con otros de la misma categoría– y que, sin embargo, tienen puntuaciones de A y B en este sistema. Es el caso, por ejemplo, de algunos cereales de desayuno infantiles, con un altísimo contenido en azúcares, que consiguen buenas puntuaciones en Nutriscore aplicando algunas modificaciones en su composición. Lo explica Lurueña: “Este sistema establece que hay elementos que puntúan de forma negativa. Son calorías, azúcares, grasas saturadas y sal. Por el contrario, los que puntúan de forma positiva son frutas y verduras, fibra, proteínas y frutos secos”. Por tanto, para calcular la puntuación final en Nutriscore se hacen cálculos de la puntuación positiva y negativa y se obtiene una nota final, que es la que da lugar a la letra y el color correspondientes en el semáforo.
Teniendo en cuenta este sistema, es fácil entender cómo algunas empresas consiguen jugar con los puntos positivos y negativos “prácticamente al milímetro” para obtener una buena puntuación. “Dado que las puntuaciones son públicas, algunas empresas calculan cuánto azúcar exacto hay que quitar para rebajar los puntos negativos o cuánta fibra hay que añadir para conseguir enmascarar la puntuación negativa del azúcar”, explica el experto. Este juego permite, pues, reducir de aquí y añadir de allá para conseguir una buena puntuación, sin que eso signifique por fuerza que nos encontramos ante un alimento saludable.
¿Qué le pasa a tu cuerpo si comes queso todos los días?
El queso es uno de los alimentos más populares en todo el mundo, y para muchos es un auténtico placer. Su delicioso sabor y versatilidad en la cocina, así como la gran variedad de tipos que existen en el mercado, lo convierten en un alimento muy consumido. Sin embargo, también es importante considerar los efectos que puede tener en nuestro cuerpo cuando se consume queso de manera diaria.
Efectos en el cuerpo al comer queso todos los días
Aumento de peso: El queso puede ser alto en calorías y grasas, especialmente en grasas saturadas. Consumirlo en exceso puede llevar a un aumento de peso y, potencialmente, a la obesidad, lo que incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares y diabetes tipo 2.
Problemas digestivos: Aunque el queso es una fuente de probióticos que pueden beneficiar la salud intestinal, también puede provocar problemas digestivos en algunas personas, especialmente en aquellos que son intolerantes a la lactosa o que padecen el síndrome del intestino irritable.
Retención de líquidos: El queso suele ser alto en sodio, lo que puede causar retención de líquidos y elevar la presión arterial en personas sensibles al sodio.
Aumento del riesgo de enfermedades cardiovasculares: El consumo excesivo de grasas saturadas, presentes en muchos quesos, puede elevar los niveles de colesterol en la sangre, lo que aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
La mejor manera de consumir queso
Para disfrutar de los beneficios del queso sin poner en riesgo nuestra salud, es fundamental consumirlo con moderación y preferir opciones más saludables, como los quesos bajos en grasas y sodio. Además, es importante mantener una dieta equilibrada y rica en frutas, verduras, cereales integrales y proteínas magras.
En qué consiste la dieta atlántica y qué beneficios aporta en comparación con la dieta mediterránea
Con una oferta variada de alimentos frescos y de colores vibrantes, la dieta mediterránea -caracterizada por el consumo de frutas, verduras, pescados, mariscos, cereales y legumbres, aliñados con abundante aceite de oliva- se ha impuesto desde hace años como uno de los patrones alimentarios más saludables.
Esta dieta ha sido asociada con un menor riesgo de enfermedad cardiovascular, así como de otras enfermedades (incluido el cáncer), con una mejora en la calidad del sueño y una mejor salud intestinal.
Sin embargo, otra dieta regional ha estado recientemente dando que hablar desde la publicación de un estudio que destaca que quienes se adhieren a ella tienen un riesgo menor de sufrir enfermedades crónicas.
Es la llamada dieta atlántica, cuyos orígenes se remontan a los pueblos celtas que habitaban el arco atlántico europeo (e incluía Irlanda, Escocia, Gales del Sur, Inglaterra, la isla de Man y la región francesa de Bretaña) y actualmente se conserva en Galicia y el norte de Portugal.
De acuerdo al estudio publicado en JAMA Network, la revista de la Asociación Médica Estadounidense, la dieta atlántica reduce el riesgo de síndrome metabólico.
Esto es la combinación de presión arterial alta, niveles altos de grasa en sangre, obesidad y niveles altos de azúcar en sangre, que puede provocar enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares y diabetes tipo 2.
“Este es un hallazgo muy importante porque el síndrome metabólico, hoy en día, afecta prácticamente al 25% de la población adulta”, le dice a BBC Mundo María del Mar Calvo Malvar, especialista en Análisis Clínicos en el Hospital Universitario de Santiago de Compostela, España, y coordinadora del Grupo Clínico del Estudio GALIAT (Galicia Dieta Atlántica), y coautora del análisis publicado en JAMA.
El estudio –un análisis secundario de un ensayo clínico aleatorio- incluyó a más de 500 participantes.
Pero ¿en qué consiste exactamente este patrón alimentario y en qué se diferencia de la dieta mediterránea?
Alimentos frescos y locales
“Como la mayoría de las dietas tradicionales, esta dieta se caracteriza por presentar un elevado consumo de alimentos frescos de temporada de origen local, alimentos de kilómetro cero”, señala Calvo Malvar.
“Esto incluye un elevado consumo de frutas y de verduras, de legumbres, de papas, de cereales, especialmente cereales integrales, preferiblemente en forma de pan, de frutos secos, especialmente de castañas, de pescados, de mariscos y de lácteos”, continúa.
“El consumo de carne es moderado y muchas veces formando parte de platos que incluyen distintos tipos de carnes y de verduras, como también es moderado el consumo de huevos”.
La principal fuente de grasa vegetal es el aceite de oliva, tanto para la cocción como para el aliño.
No solo qué se come sino cómo se prepara
La dieta no solo hace énfasis en los alimentos que se ponen en la mesa, sino en la forma como se preparan.
Se utilizan técnicas culinarias muy sencillas, con un mínimo de preparación, como hervir los alimentos, cocinarlos al vapor o en forma de guiso, para mantener tanto su apariencia como su sabor.
Se evitan las frituras.
Tampoco se emplean salsas ni nada que enmascare el sabor propio de los ingredientes.
Es decir: de la huerta casi directamente a la mesa.
Aunque Calvo Malvar asegura que la dieta es asequible, esto no siempre es así fuera de la región: en algunos países los mariscos y el pescado suelen tener un costo elevado.
Mediterránea vs atlántica
¿Pero qué tan diferente es realmente esta propuesta en comparación con la dieta mediterránea?
En opinión de Dariush Mozaffarian, director del Instituto de Alimentos y Medicina de la Universidad de Tufts, en Estados Unidos, la dieta atlántica es «esencialmente una dieta mediterránea».
“El nombre dieta atlántica es más una competencia culinaria por una rivalidad regional, por la cocina, que una diferencia real importante en la dieta”, le dice a BBC Mundo.
“La mayor diferencia es que el principal alimento básico es papa en lugar de pasta, pero ambas tienen almidón”, dice.
Cuál es el tamaño de porción de comida adecuado para ti
Cuando se trata de poner comida en nuestro plato, parece que el tamaño de las porciones ha ido aumentando con los años.
La mayoría de las personas tienen una idea aproximada de cuál es el tamaño de porción adecuada para ellas, pero eso está muy influenciado por otros factores, incluidas las porciones que se les ofrecen.
Según diversas investigaciones, hay una tendencia a comer más cuando las porciones que nos presentan son más grandes.
“Una de las principales preocupaciones en torno a las personas que comen porciones más grandes de las que necesitan es que pueden desarrollar patrones aprendidos de conductas alimentarias que no son saludables. Especialmente si esas porciones se relacionan con alimentos que se consideran poco saludables”, le explica a BBC Foods James Stubbs, profesor de apetito y equilibrio energético de la Universidad de Leeds, en Reino Unido.
En dicho país, por ejemplo, “el tamaño medio de un plato ha aumentado de 22 cm en los años 1970 a 28 cm en la actualidad, lo que inevitablemente significa que el tamaño de las porciones ha aumentado”, señala Clare Thornton-Wood, dietista y portavoz de la Asociación Dietética Británica (BDA, por sus siglas en inglés).
“Además, los restaurantes casi siempre sirven porciones más grandes de lo que deberían ser y a la gente le resulta confuso no replicar esto en casa”, añade.
Entonces, ¿cuál es el tamaño “normal” de una porción?
Guía visual para enteder cuánto es una porción
Para empezar, no hay algo como una porción “normal”, sino que depende de varios factores. Entre ellos:
- La edad
- El género
- La altura y/o peso
- Los niveles de actividad
«También depende en general de lo que comes durante el día y de la frecuencia con la que comes las porciones», le explica Thornton-Wood a BBC Foods.
«Sin embargo, una forma sencilla y visual de entender el tamaño de las porciones es usar las manos»:
- Carne: el tamaño de la palma de tu mano (sin contar los dedos)
- Aves/pescado: el tamaño de tu mano entera
- Vegetales: un puñado (usa tu mano ahuecada para medir)
- Carbohidratos (papas, arroz, pasta, etc.): un puñado
Stubbs explica: “Los tamaños de porciones recomendados para adultos sanos generalmente se basan en una necesidad calórica diaria de 2000 kcal por día para las mujeres y 2500 kcal por día para los hombres”.
“Las personas varían mucho y, por lo tanto, los valores promedio a veces pueden ser engañosos, ya que cada uno es diferente y tiene necesidades diferentes. Sin embargo, existe el temor de que si las personas consumen porciones más grandes de las necesarias, esto dará lugar a una ingesta de energía superior a las necesidades energéticas de una persona”.
Trucos sencillos para evitar una distorsión en las porciones
Personaliza las porciones: «Hay una falta de entendimiento en que no todos necesitan la misma porción», dice Thornton-Wood. Por ejemplo, si estás preparando comida para una familia, el tamaño de las porciones de cada uno debe adaptarse a cada individuo.
Utiliza cucharas medidoras: las porciones de carbohidratos como el arroz y la pasta suelen ser demasiado grandes, señala Thornton-Wood.
“Pero pesar las cosas requiere mucho tiempo”, añade. Una solución es usar cucharas o tazas medidoras.
Por ejemplo, medir el aceite con una cuchara es muy útil, ya que solemos ser demasiado generosos cuando lo usamos para cocinar o condimentar.
Verifica el tamaño de porción recomendado: ¿Con qué frecuencia verificas para cuántas personas se recomienda servir ese cartón de sopa? ¿O cuánto cereal se considera una “ración”?
Hay distintos sistemas de información que varían según el país, pero la mayoría de los paquetes de alimentos contienen información de en qué consiste una o media porción, así como la cantidad de calorías, grasas, sal y azúcar que contiene.
El equilibrio adecuado
Sin embargo, comer bien no se trata sólo de la cantidad de comida que pones en tu plato. El tipo de comida puede marcar una gran diferencia a la hora de sentirte satisfecho después de comer o no.
«Los alimentos ricos en proteínas o fibra tienden a mantenerte lleno por más tiempo», explicaThornton-Wood. Lo mismo ocurre con los alimentos que contienen mucha agua.
Un buen ejemplo de ello es una sopa con legumbres y verduras: proporciona proteínas (legumbres), fibra (verduras, legumbres) y agua (caldo).
“Aunque la grasa es un alimento denso en energía y tiene las kcal/kg (kilocalorías por kilogramo) más altas de todos los macronutrientes (proteínas, carbohidratos, grasas), aumenta la saciedad y, por lo tanto, reduce el apetito. Es útil añadir un poco de grasa a las comidas en forma de grasas insaturadas como aceite de oliva o de colza, aguacate, pescado azul (salmón, trucha, sardinas) y frutos secos y semillas”, apunta Thornton-Wood.
También es importante evitar el exceso de alimentos ultraprocesados, comenta Stubbs.
«Algunos alimentos altamente procesados tienen pocos nutrientes pero son densos en energía, con grasas, azúcares y/o sal y aditivos, algunos de los cuales pueden estimular la ingesta de energía y hacer que quieras comer más».
Claro que esto no significa que debas eliminar por completo tus “golosinas” favoritas, afirma Stubbs.
“La comida es una fuente de placer, consuelo y recompensa y no debemos privarnos de ella por completo».
Para el profesor de la Universidad de Leeds, si nuestra dieta comprende un 80% de alimentos nutritivos y saludables, con menor densidad energética, «todavía tenemos espacio para el 20% de nuestra dieta para incluir alimentos que añaden placer y pueden ser más densos en energía, sin consumirlos en exceso”.
Pero, dicen ambos expertos, no te obsesiones demasiado con el tamaño de las porciones.
“Todo es cuestión de equilibrio,” concluye Thornton-Wood.
Si bien el comer en exceso es un problema real que da lugar al aumento del sobrepeso en la población, también hay personas que sufren de desórdenes alimentarios.
«Las personas con trastornos alimentarios como la anorexia nerviosa suelen ser muy rígidas en su forma de pensar sobre el tamaño de las porciones y parte del tratamiento a menudo está relacionada con el miedo que asocian a este tamaño, especialmente cuando no se considera que están lo suficientemente bien como para servirse ellas mismas».
Así que es más importante asegurarte de que estés consumiendo comidas nutritivas que contribuyen a tu buena salud.
¿Existe realmente la adicción a la comida o es un mito?
Desde hace algunos años se estudia la posibilidad de que nos podamos volver adictos a determinadas comidas; especialmente, a aquellas de las que nos gusta mucho su sabor.
Seguro que alguna vez ha escuchado que, por ejemplo, el azúcar genera adicción.
Pero ¿qué dice la ciencia de todo esto?
Enganchados a la comida que sabe mejor
La adicción puede estar enfocada a sustancias (como el alcohol o el cannabis) o a conductas (como el juego).
Centrándonos en el primer tipo, la Asociación Americana de Psiquiatría establece en su Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V-TR) los criterios para diagnosticarla.
Entre ellos se encontrarían el deterioro social o la falta de control sobre el consumo.
La adicción a la comida se ha establecido en función de similitudes con la adicción a sustancias. Por ejemplo, la pérdida de control o la necesidad imperiosa de ingerir comida, una pulsión que se activa con los alimentos altamente palatables.
Así se definen aquellos que nos gustan mucho más que otros, como los que incluyen altos niveles de sodio o grasas saturadas.
A nivel cerebral, podrían actuar de forma similar a las drogas de abuso.
Un diagnóstico problemático
No obstante, el concepto de adicción a la comida plantea una serie de dificultades. Una de ellas reside en que nutrirse es algo fisiológico, por lo que establecer qué es adecuado y qué no puede resultar complejo.
Por otro lado, no es posible (como en el caso de las drogas) que la meta de tratamiento sea eliminar el consumo: necesitamos comer para sobrevivir.
Además, la adicción a la comida se confunde con otros problemas como la obesidad, el trastorno por atracón o la bulimia. Clínicamente, separar estos trastornos resulta complicado.
Si consideramos que una persona puede desarrollar adicción a la comida, parece lógico pensar que sea posible diagnosticarla.
¿Recuerdan que más arriba mencionamos el manual DSM-V-TR? Pues bien, la adicción a la comida no está contemplada aquí como trastorno. No existen unos criterios diagnósticos específicos para esa conducta, más allá de los que existen para la adicción en general.
Ni la Asociación Americana de Psiquiatría ni la Organización Mundial de la Salud la consideran un trastorno.
Entonces, ¿cómo podemos diagnosticarla? La principal herramienta para ello es una prueba psicométrica desarrollada hace algunos años por la Universidad de Yale, llamada YFAS.
Desde entonces, constituye la herramienta más utilizada para detectar e investigar la adicción a la comida.
Argumentos a favor
Algunas de las características de la adicción en general parecen estar presentes en el caso de la ingesta de alimentos.
Por ejemplo, hay personas con sobrepeso que son incapaces de ejercer control sobre la cantidad de comida que toman, incluso aunque sepan que ello les ha causado problemas de salud graves. Es algo muy similar a lo que les sucede a los adictos a las drogas.
Mediante técnicas de neuroimagen se han podido observar cambios a nivel cerebral en la adicción a la comida. Por ejemplo, se han identificado alteraciones en áreas cerebrales que están modificadas también en la adicción a drogas.
En particular, el sistema dopaminérgico mesolímbico se encontraría alterado en ambos casos.Fluctuaciones en los niveles del neurotransmisor dopamina en esas regiones pueden mediar en nuestra sensibilidad ante estímulos reforzantes como la comida o las sustancias de abuso.
Argumentos en contra
Muchas investigaciones sobre adicción a la comida se han llevado a cabo en modelos animales, como ratas o ratones.
En estos trabajos, la disponibilidad de los sujetos de estudio a un tipo de comida u otro está bastante limitado. Es algo que no ocurre en la vida real: en las sociedades prósperas, los seres humanos pueden acceder en cualquier momento a cualquier tipo de comida.
En segundo lugar, la superposición de la adicción a la comida con otros trastornos (especialmente con el trastorno por atracón) hace que sea muy difícil aislarla como algo independiente. Por ejemplo, pacientes con trastornos por atracón y personas con adicción a la comida han puntuado similar en la prueba YFAS.
Y por último, no existe acuerdo en determinar si el problema es un alimento concreto o el propio hecho de comer. Lo cual entorpece aún más la conceptualización como trastorno.
¿Y la adicción al azúcar?
Seguramente, más de una vez habrá escuchado lo de que somos adictos al azúcar. En este sentido, se puede considerar como un subtipo de adicción a la comida.
Consistiría en el consumo excesivo de comidas ultraprocesadas con alto contenido en azúcar, adictivo por sus propiedades reforzantes. Sin embargo, no está claro que pueda funcionar como una droga de abuso a nivel cerebral, al menos en humanos.
En línea con el caso del azúcar, algunos estudios incluso han explorado la posible existencia de adicción al chocolate o a la comida rápida (que, además, suele consumirse junto a bebidas con gran contenido en azúcares). Pero queda aún mucho por investigar al respecto.
En conclusión
Aunque parece obvio que algo pasa con la comida, el concepto de adicción aplicado a la ingesta aún tiene muchos claroscuros que deben ser aclarados mediante investigación. A día de hoy es un término ambiguo, al menos a nivel clínico.
La preferencia por unos alimentos u otros es algo que compartimos todos los seres humanos y que, en líneas generales, hemos aprendido.
Lo que tenemos que saber es por qué el consumo de determinados alimentos puede volverse muy problemático para determinadas personas. Solo así podremos prevenir estos problemas y ayudar quienes los presenten.
La revolucionaria técnica suiza para hacer chocolate más rico y dulce sin añadir azúcar
Imagínate que seleccionas una jugosa manzana, pero en lugar de darle un buen mordisco a la fruta, te quedas con las semillas y tiras el resto a la basura.
Eso es lo que los productores de chocolate han hecho tradicionalmente con el cacao; usar el grano y desechar lo demás.
Ahora, sin embargo, expertos en alimentación de Suiza han elaborado una manera de hacer chocolate en base a toda la fruta del cacao, en lugar de sólo sus semillas, y sin añadir azúcar.
El chocolate, desarrollado en el prestigioso Instituto Federal de Tecnología de Zúrich por el científico Kim Mishra y su equipo, incluye la pulpa, el jugo y la cáscara o endocarpio del cacao.
Un proceso innovador
El proceso ha empezado a atraer la atención de las compañías de producción sustentable de alimentos.
Estas señalan que la producción tradicional de chocolate, que usa sólo las semillas, implica dejar que el resto del fruto de cacao -que es del tamaño de una calabaza y lleno de valor nutritivo- se pudra en el terreno.
La clave del nuevo chocolate yace en su jugo muy dulce que sabe, según Mishra, “muy afrutado, un poco como a piña”.
El jugo, que es 14% azúcar, se destila hasta que se reduce a una melaza altamente concentrada, combinada con la pulpa, y luego, alcanzando nuevos niveles de sostenibilidad, se mezcla con la cáscara seca, o endocarpio, para formar una jalea de cacao muy dulce.
Al añadir la jalea a las semillas de cacao para hacer el chocolate se elimina la necesidad de usar azúcar.
Mishra coloca su invención como la más reciente en una larga lista de innovaciones logradas por los productores de chocolate suizos.
En el siglo XIX, Rudolf Lindt, de la famosa dinastía de chocolates Lindt, inventó accidentalmente el proceso clave de “conchado” del chocolate -revolver la cálida manteca de cacao para homogenizarla y reducirle la acidez- dejando el cacao en un gran mezclador durante toda la noche.
El resultado la siguiente mañana: un chocolate delicioso, dulce y suave.
«Sostenibilidad», el futuro del chocolate
“Necesitas ser innovador para mantener la categoría de tu producto”, afirma Mishra. “O… simplemente harás chocolate mediocre”.
Mishra se asoció en este proyecto con KOA, una empresa emergente suiza que se dedica al cultivo sustentable de cacao. Su cofundador, Anian Schreiber, cree que usar todo el fruto del cacao podría resolver muchos de los problemas de la industria del cacao, desde el elevado costo del grano hasta la pobreza endémica de los cultivadores de cacao.
“En lugar de pelear por quién se queda con qué tajada del pastel, haces el pastel más grande para que todos se beneficien”, explica.
“Los cultivadores reciben ingresos adicionales significativos al utilizar la pulpa del cacao, pero también hay un proceso industrial importante en el país de donde sale la materia prima. Una creación de empleos, creación de valor que pueden ser distribuidos en el país de origen”.
Schreiber describe el sistema tradicional de producción de chocolate, en la que los campesinos en África y Sudamérica venden sus semillas de cacao a los grades productores de chocolate basados en países ricos, como “insostenible”.
Ese modelo también está siendo cuestionado en una nueva exposición en Ginebra, que explora el pasado colonialista de Suiza.
Letizia Pinoja, historiadora en temas de chocolate, responde a aquellos que señalan que Suiza nunca tuvo colonias propias resaltando que soldados mercenarios suizos vigilaban las colonias de otros países y los dueños de barcos suizos transportaban esclavos.
Ginebra en especial, asegura, tiene un vínculo particular con algunas de las fases más explotadoras de la industria del chocolate.
“Ginebra es un centro para el comercio de materia prima, y desde el siglo XVIII, el cacao estaba llegando a Ginebra y luego al resto de Suiza para producir chocolate”.
“Sin este comercio de materia prima colonial, Suiza nunca se hubiera convertido en la tierra del chocolate. Y el cacao no es diferente a cualquier otro tipo de bien colonial. Todos vinieron de la esclavitud”.