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Qué y cómo debe comer un adolescente para estudiar mejor
La receta para mejorar el rendimiento académico es que los menores sigan una dieta equilibrada con proteínas, hidratos de carbono, frutas y verduras. Los expertos también aconsejan estudiar durante el día, evitar productos excitantes como las bebidas energéticas y hacer ejercicio no demasiado intenso
“Aunque su peso es de tan solo de 1.400 gramos, el cerebro consume el 20% de la energía que aporta la comida. Esto da una idea de su papel fundamental como gestor de toda la fisiología del organismo”, asegura Gurutz Linazasoro, miembro de la Sociedad Española de Neurología (SEN) y neurólogo en la Policlínica Gipuzkoa. “La época de exámenes”, prosigue, “supone una mayor exigencia para el cerebro, lo que implica una mayor necesidad de aporte desde la dieta. Estudiar y pensar son procesos que cansan y consumen mucha energía”.
Para ofrecer esa energía, la dietista-nutricionista Paula Serrano Prado, también responsable del departamento de Universidades y miembro del Área de Comunicación de la Academia Española de Nutrición y Dietética, afirma que es imprescindible que se incluya en la alimentación de los adolescentes proteínas, que fomentan la síntesis de neurotransmisores. También una ración de hidratos de carbono, preferiblemente integrales, el combustible por excelencia de todas las células, y en especial de las nerviosas del cerebro. “Sin olvidar, por supuesto, la fruta y la verdura, que debe estar incorporada a su dieta diaria porque aporta vitaminas y minerales esenciales para nuestro organismo”, añade.
Su recomendación es seguir una alimentación moderada y equilibrada y una buena hidratación: “Evitar comilonas y ayunos prolongados que perjudican el funcionamiento cerebral”. En concreto, sugiere cinco pequeñas comidas al día para favorecer la digestión, evitar la pesadez y asegurar un aporte continuo de suficientes calorías para lograr el máximo rendimiento del cerebro. Las consignas son sencillas y claras y, sin embargo, no es habitual que los adolescentes las sigan.
Natalia Bermúdez (50 años) lo sabe bien. Su hijo Nico (17 años) asegura necesitar chutes de azúcar para controlar los ataques de ansiedad que le dan cuando está estudiando. Por eso, de vez en cuando, hace excursiones al supermercado de la esquina y compra cualquier tipo de bollería industrial o helados. “El excesivo consumo de azúcares simples es uno de los errores más comunes en la alimentación de los chicos”, certifica Serrano Prado. “Para ellos son un recurso fácil, puesto que les proporcionan energía rápida e instantánea. Sin embargo, dicho efecto solo les dura un tiempo limitado, por lo que su organismo les demanda que vuelvan a tomar de nuevo azúcar. Esto es un círculo constante de subidas y bajadas de azúcar en el organismo que no es recomendable”, añade la nutricionista.