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UN APETITO DE PELÍCULA ¿Por qué comemos tanto en las salas de cine? (Hay una explicación científica)
Casi como si se tratase de un ritual, antes de sentarse en sus butacas a disfrutar de una película en el cine, la mayoría de los espectadores tiene una regla de oro: comprar palomitas (y si son del tamaño grande, mejor). Una vez comienza la proyección, se activa la cuenta atrás para llegar al final del bote y –seamos claros– también para evitar que tu acompañante te robe más de la cuenta. Pero, ¿por qué se despierta el apetito de manera intensa mientras vemos una película?
El fenómeno de sentir hambre mientras disfrutamos de una película en la pantalla grande tiene mucho que ver con el entorno en el que comemos. Y es que el espacio produce un importante impacto en nuestras elecciones y comportamientos a la hora de comprar comida.
Por eso los cines buscan crear un espacio sensorial ‘prefabricado’ con una iluminación tenue que cree un ambiente relajado y centrado en la pantalla. Es una estrategia que también utilizan los restaurantes de lujo para animar a los comensales a comer más, condicionando su estado de ánimo. Sarah Lefebvre, profesora de marketing en la Universidad Estatal de Murray, en Kentucky, Estados Unidos, destaca que la disminución de la iluminación nos induce a estar más relajados, y en ese estado tendemos a consumir más porque la preocupación por la cantidad de comida que ingerimos se desvanece, no le prestamos atención.
La disminución de la iluminación nos relaja y, en ese estado, tendemos a consumir más porque la preocupación por la cantidad de comida que ingerimos se desvanece
La iluminación baja no solo influye en la cantidad que comemos, sino también en nuestras preferencias a la hora de elegir. Hay estudios que demuestran que, en ambientes con poca luz, las personas tienden a optar por comidas más ‘indulgentes’ en lugar de saludables. Esta tendencia se amplifica en el cine, donde la distracción con la trama en pantalla juega un papel adicional. Es aquí donde las palomitas de maíz, un snack poco atractivo en otros lugares, se convierten en un capricho reconfortante. Del que siempre queremos más.
Incluso el sabor de los alimentos se ve influenciado por la iluminación. Lefebvre explora la ‘compensación sensorial’, una teoría que sugiere que la privación de un sentido puede intensificar otro. En un estudio, descubrió que en condiciones de poca luz, los alimentos con un único matiz de sabor, como dulce o salado, saben mejor que cuando están iluminados. Sin embargo, cuando se agrega un segundo elemento de sabor, la diferencia que experimentamos al comerlo en un lugar iluminado u oscuro, disminuye.
Al no ver la comida, los alimentos con un único matiz de sabor, como dulce o salado, nos saben mejor que cuando están iluminados
En el apetito que se nos despierta en el cine también intervienen otros factores ambientales como el aire acondicionado de las salas. Una temperatura baja consigue que queramos comer más, puesto que el frío consume nuestras reservas de energía y hace que el cerebro envíe señales en busca de más calorías. Y los cines, obviamente, aprovechan esta técnica de termostato.
¿Y lo que hay en la pantalla no afecta en el apetito? Evidentemente, las películas en sí mismas desempeñan un papel determinante en nuestro ritual gastronómico en el cine. De hecho, los personajes y la trama pueden moldear nuestro apetito durante la proyección.
Seguro que te ha pasado alguna vez que has visto a un personaje comiendo una hamburguesa o cualquier otra apetitosa comida en una escena y has cogido un gran puñado de palomitas. Así lo explica Vivien Shuo Azhou, profesora de estudios de comunicación en la Universidad Bautista de Hong Kong: «Las acciones de los personajes de las películas, particularmente cuando están comiendo, crean patrones en la forma en que come la audiencia».
Se trata de un efecto de imitación –o experiencia vicaria– donde los espectadores comen cuando los personajes lo hacen, a modo de imitación. Aunque no ocurre siempre, solo cuando las personas se identifican con los personajes de la película, aclara Zhuo. Además, añade: «Comer es un comportamiento relacionado con objetivos, y cuando nos preocupamos por un personaje, inconscientemente adoptamos sus objetivos como propios».
Algunos cines en los que se permite cenar dentro de la sala llevan esta relación entre la película y la comida un paso más allá, ofreciendo elementos temáticos del menú que coinciden con la trama de la película. Por ejemplo, ante el fenómeno de la película Barbie, el menú edición limitada de palomitas rosas en las cajas de las muñecas está siendo un éxito rotundo entre los asistentes de todas las edades.
Una temperatura baja hace que queramos comer más, en busca de más calorías. Y eso también explica el uso, y abuso, del aire acondicionado en las salas
Pero la intensidad con la que se devoran las palomitas no es la misma durante toda la película. Las escenas finales son el momento con más posibilidades de que el público deje a un lado su bote de pop corn y saque su lado más goloso con un aperitivo dulce. Lo demuestra un estudio de 2017 en el que los espectadores que pudieron disfrutar de ambos tipos de snacks –dulces y salados– durante toda la proyección, se decantaron por el dulce hacia el final. «Descubrimos que cuando las personas están expuestas a una escena en la que se está terminando de comer, tienden a elegir más los M&M», explica Zhou. Ya seas de dulce o de salado, la próxima vez que te encuentres en una sala de cine con un apetito insaciable, recuerda que no estás solo en esta experiencia.
¿Por qué comemos palomitas en el cine? Una historia económica que viene de la Depresión y la II Guerra Mundial
La relación palomitas-cine es algo clásico. Pero, ¿por qué surgió este idilio? La revista Smithsonian ha recogido la historia de esta combinación, con un trasfondo económico que tuvo sus orígenes en la Gran Depresión tras el crack de 1929 y que se instaló definitivamente durante la II Guerra Mundial. De hecho, las palomitas de maíz ayudaron a salvar a la industria de las salas de cine del colapso total a principios del siglo pasado.
Las palomitas, originarias probablemente de Chile e introducidas por marineros estadounidenses, ya tenían su lugar en la dieta estadounidense a mediados del siglo XIX. De hecho, se podían encontrar casi en cualquier lugar, excepto en los teatros.
En sus inicios, las salas de cine tampoco permitieron este aperitivo, reflejando su propio origen en el teatro. Los propietarios de las salas estaban más preocupados por la suciedad o el deterioro que podría causar, ya que se buscaba a un cliente de nivel alto. Asimismo, querían evitar el ruido de las palomitas, ya que no olvidemos que entonces el cine era mudo.
Con la introducción del sonido en 1927, el cine incrementó mucho su popularidad, dado que ya no era necesario saber leer para acudir a las salas. Esta apertura a todo tipo de público suponía una gran oportunidad de negocio, pero aún así los propietarios seguían siendo reacios a permitir la comida en las salas.
Y llegó la Gran Depresión
Pero entonces llegó el crack de 1929 y la Gran Depresión supuso una gran oportunidad, tanto para las salas de cine como para las palomitas de maíz. Las películas eran uno de los pocos entretenimientos que el ciudadano estadounidense podía permitirse y al mismo tiempo las palomitas eran otro de los ‘lujos’ que la gente se daba.
La oportunidad de negocio parecía evidente, y si los dueños de los cines no la vieron, otros sí que la vieron. Comenzaron a surgir pequeños emprendedores que compraron sus propias máquinas de palomitas que luego vendían en las puertas de las propias salas de cine. Los recintos llegaron incluso a colgar carteles para que la gente dejara en consigna sus palomitas, al igual que hacían con sus abrigos.
Ante esta realidad, los dueños pronto decidieron aprovechar la situación. Primero, concediendo permisos a estos pequeños vendedores en los vestíbulos de las salas; después, eliminando al intermediario y haciéndolo directamente ellos, con la consecuente subida de los beneficios.
De hecho, durante esta transición, muchos de los cines que no se adaptaron desaparecieron, mientras que aquellos que sí lo hicieron pudieron sobrevivir gracias a los beneficios extra que les proporcionaban la venta de palomitas y otros snacks.
La II Guerra Mundial consolidó la tendencia
Además de estos factores meramente económicos, un factor externo ayudó a solidificar este ‘matrimonio’ entre palomitas y cine: la II Guerra Mundial.
Y es que la guerra provocó escasez de azúcar, lo que hizo que competidores de las palomitas como los caramelos fueran racionados. Vía libre para la consolidación de las palomitas como el aliado perfecto de una película.
En 1945, tras el final de la contienda, ya se podía decir que esta unión estaba consolidada. Más de la mitad de las palomitas de maíz que se consumían en EEUU se comían en las salas de cine. De las reticencias iniciales se pasó a una sobreexplotación: en un momento dado se llegó a parar los filmes para animar a la cliente a ir a comprar snacks con anuncios en la pantalla.
Estados Unidos busca alternativas a las palomitas para comer en el cine
No hay alimento más vinculado al cine que las palomitas. La costumbre nació durante la crisis del 29 en Estados Unidos: en la época de la Gran Depresión el principal medio de distracción era el cine, y las palomitas era el único alimento lo suficientemente barato que podían permitirse, procedentes de un alimento abundante en EEUU como era el maíz, con grandes márgenes de beneficio para los vendedores. ¿Por qué comemos palomitas en el cine?
Sin embargo, las grandes cadenas distribuidoras han detectado que son muchos los espectadores que compran las entradas pero que renuncian a adquirir alimentos o bebidas, lastrando la rentabilidad del negocio. Para tratar de subsanarlo, buscan alimentos alternativos a las tradicionales palomitas, ofreciendo oportunidades para los emprendedores.
Son varios los productos que empiezan a aparecer en ese contexto. Uno de ellos es Edamame, fabricado por EdaMovie, un producto asiático que básicamente es soja cosechada cuando aún está verde. «La gente quiere algo divertido y alegre», apunta Ron Law, exdoctor y creador del producto, al que denomina «fingers naturales». Su producto ya está disponible en ocho teatros, y busca expandirse.
Productos sanos y naturales
El interés por productos cada vez más sanos, naturales y bajos en grasa, como dicho Edamame, tienen cada vez más relevancia, según Bruce Coleman, vicepresidente ejecutivo de Brenden Theatres (una cadena con 90 pantallas en California y el suroeste de EEUU), en declaraciones al Wall Street Journal. «Ahora los clientes preguntan cosas como las vitaminas que tiene o el aceite que se utiliza», asegura. Las compañías ya se están adaptando para ofrecer las calorías de la comida ofrecida.
El mes pasado se celebró en Las Vegas el CinemaCon, una convención anual para operadores de cine y teatro. Algunos de los productos que se podían encontrar durante el evento estaban churros con sabor a Oreo, galletas saladas o chips con salsa cheddar y bacon.
Por supuesto, no podía faltar la gran estrella: las palomitas. Sin embargo, Popcornopolis ofrece unas palomitas orgánicas, acompañadas de «los mejores sabores», como justifican desde la compañía.
Descubre el origen y la tradición de comer palomitas en el cine
¡Atención, amantes del cine! ¿Alguna vez te has preguntado por qué las palomitas se han convertido en el compañero inseparable de las películas? Prepárate para descubrir los secretos detrás de esta tradición tan arraigada.
En este artículo, exploraremos los orígenes de esta costumbre que ha conquistado a millones de espectadores en todo el mundo. Desde los primeros exhibidores de cine hasta las estrategias de marketing más sofisticadas, desvelaremos los motivos por los que las palomitas son el aperitivo estrella en las salas de proyección.
Adéntrate en una experiencia multisensorial donde el aroma irresistible, la textura crujiente y el sabor salado se unen para crear un deleite culinario único. Además, descubrirás cómo las palomitas se han convertido en mucho más que un simple aperitivo, convirtiéndose en un símbolo de recuerdos y momentos icónicos.
No pierdas la oportunidad de sumergirte en esta fascinante historia llena de curiosidades y datos interesantes. ¡Prepárate para disfrutar de una experiencia cinematográfica completa!
Cine + palomitas = diversión asegurada
¿A quién no le gustan las palomitas en el cine? Este crujiente aperitivo se ha convertido en el compañero inseparable de cualquier sesión de cine que se precie. Su popularidad es tal que ya forma parte de la cultura popular: es casi imposible imaginarse viendo una película sin tener al lado un gran cubo de palomitas calentitas.
Pero, ¿cómo nació esta tradición? ¿Por qué las palomitas y el cine encajan tan bien? Te propongo hacer un viaje en el tiempo para descubrirlo.
Las palomitas de maíz tienen una larga y curiosa historia vinculada al cine. Se cree que su origen se remonta a los antiguos pobladores de México, específicamente la región de Tehuacán, Puebla, donde los mayas ya cocinaban y consumían este popular snack hace miles de años.
La invención de la máquina para hacer palomitas data de finales del siglo XIX. Charles Cretors, un emprendedor de Chicago, diseñó en 1885 la primera máquina con brazos metálicos que explotaba los granos de maíz con aire caliente. Esta permitía prepararlas de forma masiva, agregando mantequilla y aceite.
Al principio su venta estaba prohibida dentro de los cines, que intentaban emular la elegancia de los teatros. Pero afuera, vendedores ambulantes ofrecían bolsas de palomitas recién hechas a los asistentes.
Pese a la prohibición, algunos espectadores se levantaban constantemente de sus asientos para salir al exterior y rellenar su reserva, ante la irritación de quienes querían disfrutar tranquilamente la película.
«Durante la Gran Depresión, este sencillo snack se convirtió en una opción accesible para cenar viendo una película, que costaba solo entre 5 y 10 centavos«
La venta y consumo de palomitas se convierte en una tradición arraigada
Para los primeros cinéfilos, saborear este tentempié mientras seguían las aventuras de vaqueros y detectives en la gran pantalla se convirtió en un auténtico ritual. Las palomitas potenciaban la diversión y ayudaban a evadirse de la realidad por un rato.
El factor decisivo fue la llegada del cine sonoro. Al poder escuchar los diálogos, el ruido de masticar palomitas dejó de ser una molestia. Los cines aprovecharon su alto margen de ganancia y eliminaron la prohibición, pasando a venderse directamente en el interior de las salas. Para los años 50, su venta y consumo ya era una tradición arraigada.
En la década de 1980 llegaron al mercado las palomitas para microondas, popularizando su consumo casero durante el auge del VHS. Aún hoy, las palomitas representan una gran fuente de ingresos para las salas de cine.
Desde entonces, ofrecer palomitas se volvió fundamental para todos los cines. Su preparación inundando la sala con un irresistible olor, era la bienvenida perfecta para que el público disfrutara aún más la película. Este sencillo aperitivo se convirtió así en algo imprescindible, en la mitad de una perfecta ecuación: cine + palomitas = diversión asegurada.
Por eso hoy es imposible imaginar ir al cine sin pasar antes por la dulce tienda de palomitas. Sin duda, ya forman parte de la experiencia, de los recuerdos de infancia y las primeras citas románticas.
El crujido de cada bocado, el sabor ligeramente salado, el aroma dulzón… comer palomitas despierta todos nuestros sentidos, preparándonos para disfrutar la magia del cine.
Más que un aperitivo: una experiencia cinematográfica completa
Las palomitas de cine son mucho más que un simple aperitivo, se han convertido en un elemento icónico que completa la experiencia del séptimo arte. Su papel va más allá de acompañar la película, son parte integral de la magia del cine desde que tenemos uso de razón.
Comer palomitas mientras se apagan las luces es uno de esos rituales que activan los recuerdos de infancia. Traen a nuestra mente tantas tardes de domingo viendo dibujos animados, o las primeras citas adolescentes en la oscuridad del cine. Esas imágenes quedan grabadas junto al crujido de las palomitas, el olor a mantequilla, las risas cómplices…
La nostalgia que evocan ha hecho que las asociemos a momentos especiales y únicos. Celebraciones, cumpleaños, noches de verano… no sería lo mismo sin las infaltables palomitas dulces o saladas de acompañamiento. Se han ganado un lugar en nuestro corazón, y en nuestros mejores recuerdos.
Además, pese a la tecnología y los efectos digitales, las palomitas siguen conservando intacta su magia multisensorial. El aroma que inunda los pasillos, el primer bocado crujiente, el sabor ligeramente salado…despiertan nuestros sentidos y nos introducen de lleno en la película, haciéndonos partícipes de la magia del cine.
Incluso quienes no disfrutan comiendo palomitas o les molesta el ruido que hacen otros al mascarlas, respetan esta tradición casi sagrada. Saben que las palomitas ya son parte indivisible de la experiencia cinematográfica.
Y es que, al fin y al cabo, ir al cine es escapar de la rutina, evadirse un rato de la realidad. Y en esa experiencia, las palomitas son el toque de informalidad y diversión que la hace completa. Una combinación perfecta de nostalgia, placer y compañía que lleva décadas conquistando nuestros corazones.
Por eso las palomitas trascienden de ser un simple tentempié. Son parte de un ritual, de una tradición que activa nuestros mejores recuerdos del cine. Un pequeño gran detalle con un gran poder evocador, capaz de completar y enriquecer cada experiencia en la sala de proyección. Y todo, a un precio tan asequible como irresistible.
Incluso quienes no disfrutan comiendo palomitas o les molesta el ruido que hacen otros al mascarlas, respetan esta tradición casi sagrada.
Estrategias de marketing detrás de la venta de palomitas
Las palomitas no son solo un tentempié o parte de un ritual, también representan el producto estrella en la estrategia de ventas de cualquier cine. Por ello, los cines despliegan todo su arsenal de marketing para tentarnos y hacer irresistible su compra.
Lo primero es la ubicación estratégica de los puestos de palomitas en zonas de mucho tránsito. Imposible no cruzarnos con ellos camino de la sala, mientras su irresistible aroma nos abre el apetito y nos recuerda que no estamos completos sin nuestro cubo de palomitas.
Luego está el factor visual. Los expositores muestran las palomitas recién hechas tras cristales, casi como si fueran joyas. Los colores vivos de los cubos y las imágenes de palomitas nos hacen la boca agua antes incluso de probarlas.
Y ni hablar de cuando se acerca la hora de la película. El personal prepara rápidamente decenas de cubos humeantes, llenando el ambiente de ese crujiente sonido que nos transporta directamente a la magia del cine.
Por supuesto, no faltan las promociones especiales para tentarnos, como los combos con bebidas con descuento. También los tamaños gigantes a precios muy competitivos, ideales para compartir en familia o en pareja. Una vez decidimos comprar, caer en la tentación de «sumar» opciones es casi inevitable.
Y es que, en el fondo, los cines lo saben bien: las palomitas son indispensables para completar la experiencia del séptimo arte. Esta venta cruzada les asegura jugosos beneficios, por lo que seguirán mimando y promocionando a la reina de sus dulces tiendas.
De nuestra parte, caer en la tentación de estas estrategias de venta es lo de menos cuando hablamos de palomitas de cine. Al fin y al cabo, forma parte del ritual que todos llevamos grabado desde la infancia, y que nos trae tan buenos recuerdos. Así que no nos queda más remedio que dejarnos conquistar… y disfrutar el viaje.
Los colores vivos de los cubos y las imágenes de palomitas tras el cristal hacen la boca agua antes incluso de probarlas.
Conclusiones y consejos formativos
Como has podido comprobar las palomitas y el cine tienen una larga historia juntos, que se remonta al siglo XIX.
Algunos datos curiosos sobre este famoso snack:
- En México se han encontrado restos de palomitas de maíz que datan de alrededor de 3600 a. C.
Se cree que las palomitas fueron introducidas en los cines (nickelodeons) entre las décadas de 1905 y 1915. ¡Imagínate esas primeras salas de cine inundadas con su crujiente aroma! - El inventor de la máquina de palomitas que conocemos en la actualidad fue un dulcero de Chicago, Charles Cretors.
- Con la Gran Depresión del 29, las ganancias de los teatros se vieron mermadas, por lo que los dueños de las salas cinematográficas integraron las máquinas de palomitas en sus locales.
- En 1945, más de la mitad de las palomitas de maíz que se consumían en Estados Unidos se tomaban en las salas de cine.
- En los años 50, en pleno auge del cine, un expendio de palomitas podía llegar a vender más de 1000 cubos en un solo fin de semana.
- Existen múltiples variaciones y sabores, desde clásicas con mantequilla hasta creativas como pizza, nachos o chocolate.
Eso sí, no hace falta ir al cine para disfrutar de unas deliciosas palomitas. Prepararlas en casa es fácil y económico, ideal para una noche de películas en familia o con amigos. Sin embargo, te recomendamos que las prepares en el horno a 180 grados, es la forma más saludable.
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Fuente: Origen y tradición de comer palomitas en el cine | Treintaycinco mm
El precio de la perfección: riesgos y consecuencias de las dietas extremas en el cine
Muchos actores de cine y televisión se ven obligados a realizar transformaciones físicas que ponen en riego su salud física y mental con el fin de interpretar ciertos papeles
Realizar ejercicio físico o comenzar una dieta puede suponer una mejora en la salud física y mental de aquellas personas que se someten a dicho cambio. Los beneficios pueden verse traducidos en una mejora de la salud cardiovascular, la calidad del sueño o de la función cognitiva, además del aumento de la fuerza muscular y ósea, entre otros aspectos.
Sin embargo, realizar este tipo de cambios de forma exagerada o en un espacio de tiempo muy corto puede suponer un gran riesgo para nuestro organismo. Un pequeño sector de la población mundial que se suele exponer a estos cambios radicales por razones laborales son los actores y actrices, sobre todo de Hollywood. Esto se debe, en gran medida, a la interpretación de papeles inspirados en personajes o historias reales. Para ello, muchos actores de renombre en el panorama como, por ejemplo, Christian Bale, Orlando Bloom, Tom Hanks, Charlize Theron, Matthew McConaughey o Joaquin Phoenix han tenido que realizar transformaciones físicas extremas para interpretar ciertos roles.
A diferencia del resto de dietas convencionales o rutinas de ejercicio, estos actores están obligados a reducir su peso o ganarlo de forma extrema en poco tiempo. Algunos de los casos más conocidos, por ejemplo, son el del actor Cillian Murphy, el cual para interpretar el papel del físico teórico estadounidense, Robert Oppenheimer, basó su alimentación durante el rodaje de la película en comer una almendra al día, debido a la figura demacrada que presentaba el protagonista de la historia en la vida real; o el de Brendan Fraser, quién tuvo que ganar alrededor de 130 kilos, parte de ellos eran una prótesis, para interpretar a Charlie, un hombre con obesidad mórbida, en la película ‘La Ballena’.
Usualmente, los actores de cine que aceptan este tipo de papeles lo hacen sin tener en cuenta las consecuencias que pueden sufrir a causa de estos cambios. Además, durante el proceso de pérdida de peso o aumento, están sometidos a cierta presión por parte de la industria cinematográfica para conseguir modificar su cuerpo al del personaje que interpretan de manera exacta.
En muchos de los casos, los profesionales aceptan las consecuencias de exponerse a este tipo de dietas o cambios de peso con el fin de interpretar un rol el cual le pueda otorgar un galardón distintivo o le catapulte a la fama como fue el caso de Renée Zellweger, cuyo papel como Bridget Jones, un personaje famoso por su preocupación con el peso y las dietas, en la película ‘El Diario de Bridget Jones’, le abrió las puertas al estrellato.
“En el mundo del cine, para bajar de peso rápidamente se suele optar por dietas bajas en carbohidratos, donde se limitan alimentos como el pan, las pastas, y se enfocan más en comer solo proteína. También hacen dietas a base de jugos detox en las que solo consumen líquidos durante todo el día, para ver esos resultados más inmediatos, lo cual a largo plazo no es sostenible, porque no te puedes alimentar solo a base de batidos”, explica Eva Quirós, dietista y asesora nutricional.
“Por otro lado, si hablamos de ganar peso, especialmente para papeles que requieren un cuerpo más musculoso, muchos actores utilizan el superávit calórico, consumiendo más calorías de las que gastan. Esto implica comer alimentos ricos en proteína y carbohidratos. Además, suelen incluir también batidos proteicos, tomar suplementos como la creatina para aumentar su masa muscular y tienden a comer todavía muchas más veces al día”, añade.
Consecuencias a nivel físico
Pese a que realizar una dieta para bajar unos cuantos kilos es un método muy recomendado entre los expertos en nutrición, elaborar dietas exigentes puede provocar graves consecuencias para nuestro organismo como problemas metabólicos, desequilibrios hormonales, deficiencias nutricionales, o daños en órganos vitales. Existen casos de actores que han sufrido estos problemas tras someterse a este tipo de procesos. “Volver a un peso saludable después de una transformación física extrema puede ser un reto considerable. El cuerpo se adapta a los cambios de manera muy rápida, pero regresar a la normalidad puede ser un proceso más lento”, destaca Quirós.
Un ejemplo de ello es Christian Bale, el actor estadounidense llegó a perder hasta 28 kilos alimentándose a base de manzanas y café para representar el papel de Trevor Reznik, un hombre con insomnio severo, desnutrido y atormentado para la película ‘El Maquinista’. En dicho encargo, Bale llegó a quedar extremadamente delgado y redujo su ingesta calórica, provocándole problemas metabólicos y mucha falta de energía.
“También podemos experimentar desajustes hormonales. Por ejemplo, la pérdida rápida de peso puede reducir la producción de hormonas como la leptina, que es la que regula el hambre y el metabolismo”, señala.
Más tarde, recuperó gran parte del peso que perdió para realizar su personaje más conocido como Batman en la trilogía de ‘El Caballero Oscuro’, donde aumentó su masa muscular y modificó su cuerpo completamente. Tal y como el propio actor confesó en varias entrevistas, dichos cambios tan drásticos de peso también le han provocado daños en su columna vertebral y el desarrollo de una postura encorvada, la cual le ha dejado secuelas.
“Las formas más saludables y sostenibles de modificar el peso deben ser graduales y equilibradas. Para ello, es recomendable seguir una dieta equilibrada. Es verdad que hay que hacer un déficit, pero no tan extremo. Y en cuanto a ganar peso, lo más saludable es hacerlo mediante un aumento moderado de la ingesta calórica acompañado de ejercicios para aumentar esa masa muscular. Pero es un proceso que es más lento y gradual”, confiesa la asesora nutricional.
Además, las consecuencias de hacer una dieta a niveles extremos se pueden traducir en el desarrollo de trastornos alimentarios como la anorexia o la bulimia, entre otros. Esto se debe en gran medida a que existe un vínculo potencial entre las dietas extremas y los trastornos alimentarios. “Cuando una persona se somete a una restricción calórica tan severa o a un control estricto de los alimentos, el riesgo de desarrollar comportamientos obsesivos o poco saludables con la comida, aumenta”, comenta Eva.
Impacto y repercusiones en la salud mental
Los efectos o secuelas que pueden provocar dichos cambios drásticos, no sólo se pueden percibir a nivel físico, sino que también afectan a nuestra mente de forma severa. En los casos más leves, se puede llegar a padecer estrés o algo de ansiedad, pero en situaciones extremas como a la que están expuestos los actores y actrices del mundo del cine, se pueden desarrollar trastornos mentales compulsivos o la depresión.
“Las personas que siguen dietas restrictivas a menudo experimentan irritabilidad, ansiedad o dificultades de concentración. Obviamente, eso va a afectar a la salud causando estrés, agotamiento mental y, además, puede contribuir al desarrollo de una relación un poco saludable con la comida”, destaca la dietista.
Debido a estas dietas, son muchos los actores que han llegado a sufrir secuelas físicas y psicológicas, las cuales les han afectado de manera significativa. Existen varios ejemplos como el del actor Jared Leto, que tras ganar 30 kilos para interpretar al asesino de John Lennon, Mark David Chapman, aseguró en varias entrevistas que dicho aumento drástico de peso lo llevó a una depresión y afectó su bienestar emocional.
“En el caso más severo, la constante presión para modificar el peso o mantener un físico específico puede llevar al desarrollo de trastornos psicológicos más graves, como trastornos de la conducta alimentaria, una depresión crónica o una ansiedad generalizada”, explica Quirós.
Otros actores y actrices como Tom Hardy, Anne Hathaway, Zac Efron o Chris Hemsworth, entre otros, han dado constancia acerca de la presión, las exigencias extremas, el agotamiento y el estrés mental que les han generado los cambios corporales radicales, especialmente cuando ha tenido que hacerlo varias veces en cortos períodos de tiempo.
“Después de alcanzar el objetivo de peso, es importante trabajar con un equipo de profesionales, que te ayuden bien como nutricionistas, entrenadores o médicos, para recuperar el equilibrio del cuerpo y la mente de manera segura. Además, deben ser conscientes de sus límites y no prolongar estas dietas extremas más”, concluye la experta en nutrición.
«Producimos la mayoría de nuestra propia comida»: Ian Somerhalder y Nikki Reed se alejaron de Hollywood para vivir en una granja y cumplir su sueño
La pareja de actores decidió hace un tiempo mantenerse algo más alejados de los focos para centrarse en una experiencia vital mucho más sostenible y respetuosa con el medio ambiente
Seguro que en estos días has oído hablar o leído sobre el caso de Ballerina Farm, el movimiento de las «tradwifes» o la chica de «Hoy a Pablo le apetece», que por aquí me pone la piel de gallina y despierta en mí cosas que no debería porque esto último sé que es toda una artimaña para llamar al «engagement», pero claro, una no es de piedra.
Sin embargo, entre todas estas tramas que terminan conduciendo a una nueva sumisión de la mujer hacia el hombre en el mundo heteropatriarcal, hay gente que sí que aboga por una vuelta a los orígenes que tenga más que ver con la igualdad y la sostenibilidad, así como con el respeto hacia el medio ambiente, como es el caso de la pareja de guapísimos actores formada por Ian Somerhalder y Nikki Reed, ¿¡vaya par de vampiros, eh!? Las cosas de la vida hollywoodiense.
Los dos intérpretes se casaron hace ya nueve años y tienen en común una hija de seis años y un hijo de poco más de uno. No obstante, desde hace un tiempo vive alejados de los focos y centran la mayoría de sus esfuerzos en la crianza de su descendencia y en los trabajos que realizan en la granja a la que se mudaron. «Producimos la mayoría de nuestra propia comida», comentó el encargado de interpretar a Damon Salvatore en Crónicas Vampíricas al portal E!News.
Y es que tal y como declaró Nikki Reed al mismo medio, su sueño en la vida consiste nada más y nada menos que en alcanzar la autonomía total para su subsistencia teniendo en cuenta los alimentos, el abastecimiento de agua y demás. «Queremos tener cero conexión con el supermercado, ser capaces de salir adelante sin formar parte del sistema. Y creo que estamos a poco de conseguirlo».
No obstante, esta decisión que tomó la pareja no fue casual ni muchísimo menos, sino que llegó a raíz de una reflexión que ambos realizaron, ya que los dos querían alejarse un poco del ojo público a pesar de adorar y sentirse muy agradecidos por su trabajo, como recogen en People.
Sin embargo, sería injusto no señalar que puede que la vida en la granja sea la vida mejor, pero la realidad es que tanto Somerhalder como Reed tienen algunos que otros «side-hustles» para poder mantener y apostar por este estilo de vida. Porque sí, yo sé que tú al igual que yo le has propuesto a tu amiga en un arrebato de desesperanza vital cortar con todo e iros a un pueblito perdido con vuestro huertito y unas gallinejas, pero la cosa no es tan fácil si eres de clase media-trabajadora.
El caso es que además de apostar por este estilo de vida más sostenible, los actores también lo hacen por su documental con conciencia ecologista Common Ground, así como la línea de suplementos que lanzaron en el mes de enero, The Absorption Company, además de la marca de Bourbon, la bebida que más tomaban en Crónicas Vampíricas, que Somerhalder comparte con Paul Wesley, el actor que interpretaba a su hermano, Stefan Salvatore en la serie, o la línea de joyería de Nikki Reed, Bayou With Love.
El vínculo entre la televisión y nuestros hábitos alimentarios
Sin duda muchos estudios vinculan la dieta con la televisión y muchos otros nos hablan de la influencia de la publicidad televisiva en nuestra forma de comer. Sin embargo, qué pasa cuando sólo nos sentamos una hora a ver nuestra serie preferida y en la misma nos dejan ver imágenes que hablan de la decadencia de nuestra alimentación.
Existe un vínculo entre la televisión y nuestros hábitos alimentarios que no podemos negar, sobre todo, porque lo que vemos refleja la triste realidad. Si bien en nuestro país puede suceder lo mismo pero en otras dimensiones (para alegría de nuestra salud), es verdad que cada vez se cocina menos, cada vez comemos más comida pre- elaborada y pedimos al domicilio casi de manera habitual.
En las grandes ciudades ya casi es más económico comer comida rápida o comprarla que ponerse uno mismo a cocinar y esto influye en la cada vez menos comida casera que disfrutamos y en el analfabetismo alimentario que tenemos.
Más allá de que la televisión es reflejo de la sociedad, nosotros también podemos resultar influidos por unos personajes televisivos a los cuales admiramos y que pasan todo el día comiendo chatarra.
Aunque aquí todo es mucho más personal, pues si ponemos un poco de nosotros, dedicamos un mínimo de tiempo y esfuerzo a la cocina, y nos organizamos, la comida elaborada en casa no tiene por qué perderse por completo, pero no es posible negar que sí puede afectarse la calidad de la misma.
Simplemente, esto que vemos en series norteamericanas también podemos verlo en la televisión nacional que todavía rescata ocasiones de comidas familiares y caseras, y marca distancia respecto a la cultura anglosajona. Pero no podemos negar que la tendencia es la misma, cada vez cocinamos menos, cada vez encargamos más comida comprada o basamos la dieta en congelados, alimentos pre-elaborados y demás, perdiendo noción de hasta la forma de un pepino o de cómo se come el brócoli. En definitiva, nuestros hábitos alimentarios son cada vez peores.
https://www.vitonica.com/dietas/el-vinculo-entre-la-television-y-nuestros-habitos-alimentarios
Fríe huevos con bacon en una sala de cine para desafiar la prohibición de introducir comida
Es una de las polémicas que no se pasa de moda: la prohibición de entrar comida y bebida traída de fuera a recintos como salas de cine y festivales de música, que venden sus propios productos y que no quieren perder una vía importante de ingresos. Mientras tanto, los consumidores opinan que ya gastan suficiente dinero con las entradas y con los abonos, y que si a eso hay que sumar el precio de la comida y la bebida, el coste, por ejemplo, de ver una película en el cine se torna excesivo, y más teniendo en cuenta la mejoría de la oferta audiovisual y de la calidad de la imagen y del sonido que hay en las televisiones de muchos hogares.
Pero a pesar de que ya hay sentencias que dan la razón a clientes a quienes han negado la entrada de comida, con multas a cines por considerarlo una «práctica abusiva», la realidad es que a día de hoy muchos cines siguen indicando que está prohibido llevar alimentos o bebidas que procedan de fuera, porque probablemente les compense más seguir ingresando ese dinero que lo que puedan perder en posibles reclamaciones que casi nadie presenta.
Fuente. Noticias de Guipúzcoa.
¿Por qué se come tanto en el cine? Esto es lo que dice la ciencia
Es difícil imaginar ir al cine sin antes comprar unas palomitas o al menos algo para picar. Ir al cine y simplemente ver la película no es algo muy común. Y una vez empieza el filme, uno comienza a comer y a comer hasta que se acabe la película. Además, lo normal es llevar palomitas o golosinas. No encaja, ni tampoco parezca que abra el apetito, comer algún plato de comida. Evidentemente hay factores psicológicos que determinan esto.
Un comportamiento aprendido
Lo primero de todo y lo más evidente, es que comer en el cine según qué cosas es un comportamiento aprendido. Comer palomitas en el cine es una tradición que se remonta a principios del siglo XIX con la Gran Depresión, una profunda crisis económica a nivel internacional originada en Estados Unidos entre 1929 y 1939. El maíz era un alimento barato y fue adquiriendo mucha popularidad en las salas de cine hasta convertirse prácticamente en una tradición.
La luz del cine juega un papel importante
Según explica Sarah Lefebvre, profesora asociada de marketing en la Universidad Estatal Murray para Time, «cuando bajamos la iluminación, estamos más relajados, lo que generalmente aumenta la satisfacción general con su experiencia.» El estado de ánimo es lo que más influye.
Además, la baja iluminación no solo hace que se coma más, también hace que la selección de la comida sea este tipo de comida basura: palomitas, golosinas, patatas fritas, etc. Son alimentos ideales para ver mientras estás distraído porque requieren de menos atención.
Por otra parte, precisamente esa distracción que provoca ver una película en el cine hace que la gente coma más porque no piensa en la cantidad que está comiendo.
Factores ambientales
Como bien dice Lefebrve, el frío hace que se coma más, en especial si llegamos a temblar. Esto hace que se quemen reservas de energía y el cerebro pida más calorías. En las salas de cine se suele bajar la temperatura.
En conclusión, comer en el cine es toda una tradición y los espectadores pueden verse claramente influenciados por diversos factores que hacen que coma más y se orienten en según qué casos por lo salado o por lo dulce.
https://www.businessinsider.es/come-tanto-cine-dice-ciencia-1288632
¿Por que ver películas de miedo nos hace comer más
¿Sabías que cuando ponemos nuestro foco de atención en una película que nos interesa tendemos a inhibir inconscientemente la sensación de saciedad y en consecuencia consumimos más alimentos?
Algo contradictorio en una película de miedo porque nuestro sistema nervioso simpático ante situación de estrés y peligro nos pone en estado de alerta. Nuestro cuerpo experimenta: vasoconstricción a nivel digestivo, disminución de saliva, taquicardia, etc.
Como dato curioso, en una investigación de Najat Yahia y Alice Achkar, publicada en la revista Eating Beaviours (Eating habits and obesity among Lebanese university students, 2008), se realizó un experimento con sujetos aleatorios donde querían comprobar como se comportaban, a nivel emocional y fisiológico, dos grupos diferentes al ver una película de terror y una película de comedia romántica.
El experimento involucró a 84 participantes de edades entre los 20 y 30 años de manera aleatoria. Los participantes se dividieron en dos grupos. El primer grupo miraba una película violenta y el segundo una comedia romántica.
A ambos grupos se le repartieron diferentes alimentos: patatas en bolsa, galletas, golosinas, bebidas azucaradas, chocolate, palomitas, manzanas y zumo de naranja. Y les dijeron que podían comer lo que quisieran durante la película.
Antes de entrar al cine, todos los participantes se sometieron a diferentes pruebas: prueba de esfuerzo, presión sanguínea y frecuencia cardiaca.
El resultado del estudio muestra que el grupo que había visto la película horror comió aproximadamente el doble respecto al grupo de comedia romántica consumiendo, además, más alimentos de alto contenido calórico. Asimismo, quienes vieron la película de terror mostraban una frecuencia cardiaca más alta y un estado psicológico de nerviosismo.
Pero si mirar películas de terror genera estrés y nerviosismo, podríamos decir que estamos ante una situación de peligro. Entonces ¿Por qué comemos más?
Primero porque básicamente, al año 2020 ver una película de terror es considerado como una situación de falso peligro debido a que nuestro cerebro ya entiende que se trata de una película pese a que, como vimos en el experimento, se generan algunas respuestas fisiológicas asociadas a una situación de peligro.
En segundo lugar, nuestro cerebro como respuesta psicológica en un momento de ansiedad y estrés tiende a generar una respuesta emocional que nos induce a comer más de forma compulsiva, “inhibiendo” la sensación de saciedad.
En tercer lugar, tendemos a comer “comida más alta en contenido calórico” como el chocolate porque suele estar asociado a un mayor nivel de serotonina, que se le conoce fisiológicamente como la “partícula de la felicidad”, debido a que regula nuestro estado de ánimo.
https://www.psiconetwork.com/porque-ver-peliculas-de-miedo-nos-hace-comer-mas