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Cambio de hora: ¿cómo influye la luz en lo que comemos?
El ritmo circadiano del cuerpo determina aspectos que van desde la temperatura corporal hasta el apetito. Y la luz dirige esta ‘gran orquesta biológica’
Sensación de malestar, somnolencia y variaciones en el estado de ánimo son algunas de las consecuencias que produce el cambio de hora en la salud. Más de 48 millones de habitantes deberán ajustar las manecillas de los relojes por segunda vez en el año para adaptarse, en esta ocasión, al horario de invierno el próximo 27 de octubre. La medida está vigente desde 1974 y aunque puede parecer algo menor a estas alturas, repercute en el ritmo circadiano, el reloj del cuerpo que regula las funciones fisiológicas y recibe órdenes de una región del cerebro llamada hipotálamo. La mayoría de las investigaciones científicas al respecto se han centrado principalmente en analizar los efectos en el rendimiento físico y mental de las personas, sin embargo, también desencadena cambios en los hábitos alimenticios y el aparato digestivo.
El ciclo natural dura 24 horas e influye en aspectos que van desde la temperatura corporal hasta el apetito. Y la luz, que los ojos perciben a través de la retina, dirige esta gran orquesta biológica. Durante la estación más fría del año, se genera un desequilibrio en la producción de la melatonina y el cortisol (las hormonas que regulan el sueño y el estado de alerta), porque los días son más cortos y las personas suelen reducir su exposición al sol. Alba García Aragón, médica especialista del Instituto del Sueño de Madrid (IIS), explica que en la actualidad existe un desfase de una hora en el periodo invernal y de dos horas en verano, lo que afecta especialmente a adultos mayores y adolescentes.
“Por desgracia, los españoles duermen cada vez menos y peor. No estamos viviendo de acuerdo a las horas de luz y al final, esto influye en lo que comemos”, sostiene sobre el huso horario que se remonta al periodo de la dictadura franquista, una medida que lleva 84 años. La desincronización entre la hora de comer y el reloj biológico del cuerpo humano provoca que las personas no descansen correctamente, lo que produce alteraciones hormonales que repercuten en un aumento de la sensación de hambre. Esto, a largo plazo, eleva también el riesgo de desarrollar alteraciones metabólicas y enfermedades como la obesidad y el cáncer.
En el país, salvo en las Islas Canarias, rige el horario central europeo (al igual que en Alemania y Francia) en lugar del occidental que debería tener España por su localización geográfica en el meridiano de Greenwich, tal como en Portugal o el Reino Unido. Para mantener un equilibrio en los niveles de energía y evitar la fatiga, la nutricionista Clara Puig Muñoz recomienda ajustar los horarios de las comidas. “El cambio de hora hace que algunas personas tengan más apetito durante el día. Es importante adaptar la hora de comer, para así alinear el metabolismo en relación con la luz y oscuridad”, explica.
Según Puig Muñoz, un sueño de buena calidad es, al mismo tiempo, fundamental para tomar buenas decisiones alimentarias.“El cansancio nos lleva a escoger alimentos calóricos con el fin de encontrar en ellos ese plus de energía que necesitamos”, recalca. La falta de sueño lleva a muchas personas a comer mal y en mayor cantidad. En otros casos, algunos acaban teniendo un consumo elevado de café y bebidas energéticas.
“Independientemente de que haya o no un cambio de horario, ya llegamos algo desfasados y esto afectará al cuerpo hasta que se acostumbre nuevamente”, agrega la especialista del IIS.
La importancia de cenar temprano
El ritmo circadiano influye en el metabolismo y la velocidad con la que el cuerpo digiere y absorbe los nutrientes. Por ello, Cristina Sabaté, dietista del Centro Júlia Farré, aconseja que la última comida del día sea preferiblemente más temprano. “Lo ideal sería que la cena no sea más allá de las siete u ocho de la tarde”, señala. Para Sabaté no es saludable “comer a las diez de la noche” de manera constante. Si no es posible adelantar la hora de comer, la experta recomienda que las personas opten por una sopa o un plato de verduras.
Clara Puig Muñoz coincide en este punto: “si hacemos comidas muy pesadas antes de dormir, podemos tener reflujo o acidez y además, seremos más propensos a los despertares nocturnos”, dice. La nutricionista sugiere que es mejor cenar ligero, con tres o cuatro horas de antelación antes de dormir. Sabaté recomienda alimentos ricos en triptófano —un aminoácido que cumple un papel crucial en la producción de serotonina y melatonina—, como queso, yogur, huevos, pescado y pollo.
En esa línea, un estudio de la revista International Journal of Obesity reveló en 2013 que los carbohidratos y las grasas se metabolizan por varias horas. Las calorías que el cuerpo quema al digerir, absorber y metabolizar los nutrientes están regidas por el ritmo circadiano.
Sabaté enfatiza en que no existe alimento que sea mejor que otro, sino más bien la clave es comer equilibrado y elegir los principales que conforman una dieta saludable: cereales, verduras, frutas, lácteos y proteínas. “Es una buena idea tener un menú planificado de la semana, para así lograr reducir el tiempo de cocinar la cena”, propone la dietista.
FUENTE: El País
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Sensores inteligentes para el campo: en algunos casos los agricultores pueden llegar a ahorrar más del 50 % de agua
La falta de lluvia es uno de los principales desafíos a los que enfrenta la agricultura y pone en riesgo la productividad de los cultivos, especialmente en el sur de España y el Mediterráneo, donde se prevé una primavera y un verano más cálido de lo habitual. Ante esta situación, la agrotech alicantina Prismab ofrece una solución con la que ya cuentan más de 1.300 usuarios en la zona de Andalucía, Murcia y Comunidad Valenciana.
En Almería, más de 700 pequeños agricultores ya utilizan esta solución tecnológica. El objetivo es aminorar el impacto de la sequía en el campo y ayudar al pequeño agricultor a aprovechar mejor los recursos y ser más productivo, democratizando su acceso a la tecnología.
Actualmente, la compañía cuenta con más de 3.000 dispositivos inteligentes activos en España (como sensores de suelo, tensiómetros, sensores ambientales y caudalímetros), de los que más de 1.500 se ubican en Almería. Con ellos el agricultor es capaz de obtener información clave sobre sus cultivos de forma centralizada y en tiempo real, evitándole desplazamientos y mejorando la gestión de su tiempo. Para ello, la compañía envía al agricultor el equipo, que lo puede instalar él mismo de forma sencilla en tan solo 5 minutos. A través de una app, puede consultar todos los datos.
Esta tecnología le permite monitorizar los parámetros más importantes. En el caso de los sensores de agua, el agricultor puede conocer su calidad, así como el consumo que ha hecho y la cantidad de agua que tiene almacenada. Esto le ayuda a conocer los costes de su explotación en tiempo real, detectando fugas de forma prematura y la gestión inteligente del almacenamiento del agua a lo largo de un ciclo de cultivo.
Por otro lado, los sensores de clima miden la temperatura, humedad, precipitaciones y radiación. Estos parámetros ofrecen información crítica al agricultor: avisos de heladas, ventanas de peligro como enfermedades o plagas o conocer la cantidad de agua que se está evaporando. Por último, los sensores de suelo miden la cantidad de agua disponible que hay en la tierra, la salinidad y la cantidad de nutrientes, la temperatura, la fuerza de succión que tiene que hacer la planta, etc.
Esta información, mejora la toma de decisión del riego para mantener al cultivo en una zona de “confort” hídrico y reducir el consumo de agua en hasta un 30%. “Hemos percibido hasta un incremento del 15% de la producción en cultivos que cuentan con nuestros dispositivos. Además, el ahorro medio de los agricultores que usan nuestro sistema es del 24,3%, siendo en algunos casos de más del 50% en agua”, ha asegurado Antonio Pastor, CEO de Prismab.
En este mismo sentido, Antonio Salvador, asesor agroambiental en Suministros Limero ha explicado que para él “ha sido la democratización de la tecnología en el campo; con un equipo de bajo coste podemos tener rendimientos en el campo como en las grandes explotaciones. Consigo mejorar el cultivo, ahorramos en agua y fertilizantes y tenemos una mejora medioambiental clarísima».
Gracias a la tecnología de la agrotech, en 2023 se ahorraron 466.357 metros cúbicos de agua, lo que equivale a 187 piscinas olímpicas. Y si tenemos en cuenta el acumulado desde sus inicios en 2017, han conseguido ahorrar 1.715.861 metros cúbicos, el equivalente a 687 piscinas. En Almería se han ahorrado 850.000 metros cúbicos de agua desde que empezaron a hacer uso de estos dispositivos en 2017.
Además, al consumirse menos agua también se consume menos energía, por lo que se reducen las emisiones de CO2 y el uso fertilizantes en la misma proporción, lo que permite al sector cumplir con los objetivos de la Agenda 2030: con el objetivo nº6 (“garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible”), nº12 (“modelos de producción sostenible”) y nº15 (“detener e invertir la degradación de las tierras”).
La fórmula para conseguir una agricultura espacial y cultivar tomates y lechugas en Marte
El ser humano todavía no ha llegado a Marte, ni tampoco ha establecido una colonia en la Luna, pero lo hará. El avance de la tecnología permitirá en los próximos años hacer realidad lo que hoy día son metas científicas, con el desarrollo de espacios habitables, que se autoabastezcan de agua, oxígeno y… ¿alimentos? Un proyecto liderado por investigadores de la Universidad de Talca (UTalca), en Chile, investiga cómo cultivar tomates y lechugas en colonias en otro planeta.
Los experimentos para el desarrollo de esta agricultura espacial se están realizando en el desierto de Atacama, uno de los entornos más inhóspitos de la Tierra. Allí se ensaya con microorganismos propios del lugar, acostumbrados a prosperar en condiciones extremas y especialistas en obtener recursos para la vida de donde casi no los hay.
Este proyecto ha permitido dar pasos muy positivos, hasta el punto de que los investigadores están convencidos de que se podrían cultivar hortalizas en entornos tan complicados para la vida como el planeta Marte, lo que abre una vía muy interesante para la exploración espacial, que puede cambiar el escenario en los próximos años.
Cuál es la fórmula para poder cultivar tomates y hortalizas en Marte
La fórmula para poder cultivar tomates y hortalizas en Marte pasa por asociar los microorganismos del desierto de Atacama, acostumbrados a unas condiciones extremas, a cultivos, de manera que esta vida microscópica establezca las condiciones que permita prosperar a los cultivos.
«Los primeros resultados son muy alentadores, ya que hemos visto que cuando están presentes estas metacomunidades microbianas ancestrales, las plantas podrían crecer, desarrollarse e incluso producir algún tipo de fruto y, en algunos casos, la calidad desde el punto de vista nutricional es mucho mayor, lo que abre una ventana a que podamos desarrollar agricultura espacial», detalló Marco Molina Montenegro, investigador que lidera el proyecto y director del Centro de Ecología Integrativa de UTalca, Marco Molina.
Cómo se simulan las condiciones de Marte
Las simulaciones de las condiciones de Marte se realizan en unas cámaras de uno por dos metros, con una regulación de temperatura entre los -60°C a los 40°C, una condición atmosférica saturada en dióxido de carbono -casi sin oxígeno-, sin nutrientes, ni agua. Además, con una radiación ultravioleta tipo C, que genera un alto efecto negativo sobre el material genético.
«Logramos generar comunidades sintéticas, es decir, utilizamos los mejores individuos, los pudimos mezclar, ver si se toleran entre ellos y si es que pueden convivir. Diseñamos en base a lo que nosotros queremos que ejerzan en la planta y seleccionamos nuestros mejores cultivos«, explicó el académico de la UTalca.
Qué han logrado los científicos con los cultivos en las cámaras marcianas
Los científicos desarrollaron una simbiosis entre los microorganismos del Desierto de Atacama y cultivos como lechugas, tomates, espinacas y acelgas. «Ahora estamos empezando de a poco a bioprospectar quinoa, ya que es un alimento funcional y posiblemente uno de los mejores del punto de vista nutricional», subrayó.
Molina agregó que están probando con una variedad de lechuga que con estos microorganismos «aumenta cuatro veces las vitamina C y también el contenido de calcio, evitando la descalcificación en los viajes espaciales, que se produce mucho al haber microgravedad», especificó.
Esta iniciativa forma parte de un proyecto Fondecyt que busca asegurar la producción alimentaria para la subsistencia de los seres humanos y
además probar cultivos que podrían desarrollarse fuera de la tierra