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“La industria de los ultraprocesados tiene el control de nuestra alimentación”

Un nuevo estudio nos advierte una vez más sobre los peligros de la comida procesada: las bebidas azucaradas aumentan el riesgo de enfermedad cardiovascular y cáncer de forma proporcional a la cantidad en que se consumen.

Aunque la lista de evidencias de científicos, organizaciones mundiales de la salud e investigadores no para de crecer, los productos ultraprocesados atiborran nuestro día a día de supermercados y publicidades perjudiciales.

 “En la actualidad, la mayoría de las personas viven engañadas con respecto a su alimentación”. Así comienza el libro de Carlos RíosCome comida real, un auténtico manifiesto para introducirnos en el mundo del real fooding. A través de una comparativa con Matrix, donde los humanos creen que lo que ven y experimentan es real, Ríos advierte que no comemos “comida real, sino productos que han puesto ante tus ojos”.

Citando la frase de Dostoievski que afirma que “la mejor forma de que un prisionero no escape es asegurarse de que nunca sepa que está en prisión”, Ríos asegura que nuestra libertad a la hora de elegir en un supermercado común es muy limitada.

“Este engaño es producto de los intereses de una fuerza mayor”, asegura, que “arrasa a su paso miles de vidas inocentes y supone la mayor amenaza que existe en nuestro planeta en la actualidad: la industria de los ultraprocesados”.

Y es que, según explica en su libro, “nos hemos ido adaptando a nuestra alimentación de una forma más rápida de la que podíamos sostener, lo cual nos ha pasado y está pasando factura en el presente a la hora de comer”.

Tres sencillos tips que mejorarán tu salud

Tan sencillo como sacar de nuestros hogares los alimentos procesados y priorizar aquellos de origen vegetal. ¿Y cómo saber distinguirlos? Fácil. “Son los alimentos que llevan un solo ingrediente en la etiqueta o directamente no llevan etiqueta”, explica Carlos Ríos a National Geographic España.

Además, debemos complementar nuestra “alimentación con buenos procesados, sin que sustituyan a los alimentos mínimamente procesados. El buen procesado suele estar envasado y lleva una etiqueta nutricional donde se leen entre 1 y 5 ingredientes, entre los cuales no se encuentran en cantidades significativas (es decir, menor o igual al 5-10% del total) el azúcar añadido, la harina refinada o el aceite vegetal refinado”.

Siempre que no desplacen el consumo de alimentos frescos, estos productos deben ocupar un papel complementario en nuestra alimentación. Por su parte, los ultraprocesados son el gran enemigo de nuestra salud, es decir, todos aquellos alimentos que tengan más de 5 ingredientes en la etiqueta, entre ellos azúcares, harinas y aceites vegetales refinados, aditivos y sal.

“Su consumo debe ser ocasional, es decir, alguna vez al mes. La recomendación es que cuanto menos, mejor. Se recomienda no comprarlos ni tenerlos en lugares habituales como en casa o en el trabajo”. Aunque el maestro del real fooding asegura que pueden formar parte de un consumo ocasional voluntario y sin remordimientos, “relacionado con eventos sociales y culturales (10%), pero manteniendo una frecuencia baja sin desplazar una alimentación basada en comida real (90%)”.

Descifrando las etiquetas

Cada vez es más común ver por el supermercado a personas absortas en la lectura de las etiquetas, tratando de que su compra sea no solo sana, sino también sostenible. Un movimiento que impulsa a un consumidor cada vez más concienciado a ejercer el poder que tiene su cesta de la compra en su propia salud y en la del planeta.

“Cada vez el consumidor es más consciente de los engaños y bulos en cuanto a alimentación se refiere y por ello son los primeros en detectar qué productos son saludables y cuáles no”, declara Ríos. “Esto obliga a la industria alimentaria a tomar dos vías: o dar al consumidor lo que quiere o volver a reinventarse para seguir vendiendo lo mismo de una forma camuflada”.

Carlos Rios 02

Fotografía de Brooke Lark

Para salir de dudas, los ingredientes son nuestros grandes aliados. Lo principal en lo que debemos fijarnos es en su cantidad y en que, entre ellos, no se encuentren las harinas refinadas, el azúcar añadido o el aceite vegetal refinado. “Si tiene 5 ingredinetes o más y, entre los mismos, se encuentran cantidades superiores al 10% de azúcar, harina refinada o aceite refinado, habrás dado con un ultraprocesado”, afirma el gurú de los real fooders.

Por su parte, la comida real es muy sencilla de detectar, ya que son materias primas donde los ingredientes no son más que el propio alimento en sí mismo.

Un mes de real fooder: el reto que recorre las redes sociales

Decir adiós a esos antojos de comida procesada puede ser difícil al principio, ya muchas personas los han incorporado de manera diaria en su alimentación y tienen cierto carácter adictivo. Pero “conforme los vas abandonando y sobre todo empiezas a disfrutar de la comida real, tus antojos cambiarán”, declara Ríos.

 Por ello, el nutricionista anima a todos aquellos interesados en probar el cambio a realizar un mes de alimentación real y escuchar a su cuerpo. Quienes lo han probado aseguran que la preocupación por ser consciente del alimento con el que obtienes la energía para tus células se cuela en tu rutina diaria sin vuelta atrás.

 Pese al alto nivel de afectación de enfermedades como la obesidad o la diabetes, entre otras muchas, hoy en día comprar productos que no contengan estos elementos es un auténtico reto. Le preguntamos a este experto en nutrición cómo puede estar permitida esta ingente cantidad de azúcar en la industria y no duda sobre el responsable: “la industria de los ultraprocesados tiene el control y es quien aporta un gran beneficio económico a muchas entidades públicas. Incluso con la comida de los hospitales pasa lo mismo, todo se mueve por conflictos de interés”.

Parte del problema es también que muchos mitos alimentarios, a pesar de haber sido desmontados en muchas ocasiones, “se siguen fomentando por algunos profesionales de la salud llevando a una confusión y desconocimiento a la población con respecto a su alimentación”.

Casi 3 millones de muertes al año por sobrepeso

Ya en 2017 la Organización Mundial de la Salud advertía sobre que la obesidad y el sobrepeso son responsables de 2’8 millones de fallecimientos al año, tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo.

“Cada vez son más numerosos los estudios que salen a la luz sobre la relación directa entre el consumo de ultraprocesados y enfermedades crónicas no transmisibles”, afirma Carlos Ríos, poniendo el foco en la necesaria educación sobre “hábitos de vida saludable desde la infancia” para que “cada persona adquiera unos conocimientos básicos para su alimentación y en definitiva para mantener su salud a largo plazo”.

Pero el experto se muestra optimista, y es que parece claro que el cambio, aunque lento, ha llegado para quedarse. Cada vez más consumidores son conscientes de los engaños y los bulos de la industria alimenticia y son los primeros en detectar qué productos son saludables y cuáles no. Y no solo para su salud, también para el planeta.

Un consumo ecológico, local y de calidad ha venido pisando fuerte los últimos años, junto a un rechazo hacia elementos que rodean nuestra cesta de la compra, como el plástico, y siendo conscientes de que una dieta más vegetal es algo clave para la sostenibilidad y la salud del planeta y sus habitantes.

Quizá nos encontremos en un punto de inflexión que coloque definitivamente a la alimentación de vuelta entre las prioridades de nuestro ajetreado día a día y abra la puerta al conocimiento que sane nuestra salud y la de nuestro planeta.

Fuente: https://www.nationalgeographic.es/ciencia/2019/03/la-industria-de-los-ultraprocesados-tiene-el-control-de-nuestra-alimentacion

Los diagnósticos de diabetes graves en adultos jóvenes se multiplican en España, debido a la obesidad infantil

La enfermedad a edades tempranas implica alteraciones más graves e incrementa la posibilidad de desarrollar trastornos cardiovasculares o ceguera.

España es el tercer país con más exceso de peso infantil y el cuarto con más obesidad. Según los últimos datos oficiales, dos de cada diez niños tienen sobrepeso y un 16% presenta obesidad. Un problema que, en ocasiones, se mantiene en el tiempo y que está provocando un aluvión de diagnósticos de diabetes tipo 2 en adultos jóvenes, entre los 30 y los 40 años, cuando es una enfermedad que se suele detectar en la década entre los 50 y los 60 años.

La juventud de los pacientes no ayuda a afrontar mejor la enfermedad. “Al contrario, que se diagnostique antes significa que tienen alteraciones más graves y que va a ser más difícil de controlar”, indica Antonio Pérez, director de la unidad de Endocrinología del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona y presidente de la Fundación de la Sociedad Española de Diabetes (FSED), con motivo del Día Mundial contra esta enfermedad, que se celebra este 14 de noviembre.

La diabetes tipo 2, que implica una pérdida progresiva de la secreción de insulina, la hormona que regula la glucosa en la sangre, es una de las principales causas de las enfermedades cardiovasculares y puede provocar también insuficiencia renal, ceguera y amputaciones de los miembros inferiores. Por todo ello, se calcula que reduce la esperanza de vida entre ocho y 10 años y es la octava causa de muerte en España, teniendo en cuenta que más del 50% de los pacientes con diabetes mueren por infarto.

Las complicaciones

Todo ello se agrava en el caso de adolescentes o adultos jóvenes, porque tienen muchos más años por delante para que las enfermedades asociadas a la diabetes se desarrollen. Además, los tratamientos más suaves y que proporcionan una mejor calidad de vida funcionan durante unos años pero, a medida que pasa el tiempo, hay que aumentar la dosis, por lo que muchos enfermos con tipo 2 y diagnosticados más jóvenes acabarán requiriendo la administración de insulina.

Por ejemplo, una persona diagnosticada con 65 años puede que no desarrolle nunca complicaciones graves y que su diabetes sea sencilla de controlar, tomando una pastilla, pero en un adulto joven, es más fácil que acabe sufriendo enfermedades graves debido a la hiperglucemia crónica.

No hay apenas estudios que indiquen cuántos adultos jóvenes tienen diabetes tipo 2, pero una investigación internacional publicada a principios de 2023 por ‘The British Medical Journal’ y elaborada con datos de 204 países indica que en las últimas tres décadas, de 1990 a 2019, la incidencia en la población entre 15 y 39 años se ha incrementado en un 56%, pasando de 117 casos por cada 100.000 habitantes a 183 en 2019. El estudio detectó una prevalencia más alta en países de ingresos medios y bajos y más carga de enfermedad en mujeres menores de 30 años.

La obesidad

No obstante, el doctor Pérez precisa que en España los diagnósticos del tipo 2 en adolescentes y adultos tan jóvenes son aún infrecuentes. En EEUU también se han incrementado en esa franja de edad pero en nuestro país lo más llamativo es el aumento de casos en personas de entre 30 y 40 años, asociado a la obesidad mantenida, especialmente la adiposidad visceral, que es el principal factor de riesgo para desarrollar diabetes.

Otro de los inconvenientes es que la diabetes tipo 2, en un inicio, no da síntomas, por lo que los adultos jóvenes son, en su mayoría, diagnosticados gracias a una analítica realizada por el centro de salud o en las revisiones sanitarias que ofertan muchas empresas. Pero hay una «bolsa importante» de personas que no acuden al médico o a las revisiones empresariales.

La incidencia

Por todo ello, se calcula que en España alrededor del 13,8% de la población (5,3 millones de personas) tienen diabetes tipo 2, pero con una tasa de infradiagnóstico del 43%, lo que implica que alrededor de 2 millones de personas lo desconocen. España es el segundo país de Europa con más casos y la incidencia va en aumento. A todo ello hay que sumar la diabetes tipo 1, que suele ‘debutar’ en la infancia porque el páncreas pierde capacidad de generar insulina, que representa el 3,5% de todos los casos de diabetes y afecta a en torno a 100.000 personas en España.

Fuente: Los diagnósticos de diabetes graves en adultos jóvenes se multiplican en España, debido a la obesidad infantil