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Las recetas del hambre: cómo la cocina de escasez de la posguerra influye en lo que comemos hoy

“La memoria colectiva se ha empeñado durante décadas en olvidar aquellos tiempos de escasez y fracaso. Negar el hambre por temor a la vergüenza, al espanto”, los antropólogos David Conde y Lorenzo Mariano recuperan el recetario y las costumbres culinarias de la época en un libro

Hay decenas de libros dedicados a la cocina de una zona, alrededor de un producto o firmados por chefs de renombre. También sobre tendencias, dietas en muchos casos absurdas, consejos nutricionales, cómo hacer que los niños coman mejor… La lista de temas es interminable, pero apenas ninguno se había parado a hablar de lo que se comía en los años de posguerra y hambre en España, y cómo aquella escasez ha marcado en cierto modo la cocina y algunas costumbres. Tal vez sea porque es algo que muchos prefieren olvidar: a nadie le gusta recordar cuando éramos pobres y se pasaba hambre. Menos ahora que cada residente español tira unos 28 kilos de comida a la basura al año, en datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA). Pero no hace tanto, hierbas del campo, sopas con poco más que agua, bellotas, pieles de frutas y, con suerte, achicoria en el desayuno, eran el día a día de la mayoría del país.

“Arroz de Franco”

Más de una década de trabajo, estudios anteriores basados en otros países como Guatemala, y una tesis doctoral avalan la investigación hecha por estos dos doctores en antropología alrededor del hambre en España y los platos que surgieron en torno a él.

“Lo que pretendieron los españoles con estas recetas fue seguir siendo personas en unos tiempos donde se comían algunas cosas propias de animales”, explican. Se trataba, al fin y al cabo, de mantener la dignidad en la mesa con recetas que soñaban siguiendo parecidos a los platos originales que ya no se podían hacer.

El popular “arroz de Franco” o “arroz por cojones” es un buen ejemplo de esta estrategia. Y de la sorna y la rabia porque, por supuesto, este arroz se hacía sin arroz. En su lugar se usaba el trigo que se conseguía como se podía, tomate, pimiento y algo de aceite.

Los testimonios recogidos de quienes vivieron aquellos años van salpicando las páginas de este libro, a medio camino entre un curioso recetario y un interesante estudio antropológico que mira al pasado para entender el presente. “Cuando hablamos de los años del hambre alguien podría pensar que se trata de algo muy lejano, pero en realidad es algo que ha permeado a generaciones de españoles durante décadas, y que por lo tanto también forma parte de nosotros mismos”, explican sus autores.

La tortilla sin huevo ni patatas

La estrategia culinaria más extendida fue la del uso portentoso de la imaginación para llenar los estómagos”, se puede leer en el libro. Algo que se traduce en decenas de recetas que, más allá de su dureza y escasez de ingredientes, seguro que resultan familiares

“Para conseguir el sucedáneo de huevos se ponen unas gotas de aceite, cuatro cucharadas de harina, diez de agua, una de bicarbonato, una pizca de pimienta molida, sal al gusto y una pizca de colorante artificial cuyo cometido es suministrar el tono a la yema. Se bate todo hasta convertirlo en una crema bastante líquida, similar a la de los huevos batidos. Ahora se le añaden las peladuras de naranja convenientemente escurridas, se mezcla y se hace en la sartén como una tortilla de patata”.

La receta se remonta a los años de la Guerra Civil y aparece en el recetario que por aquel entonces escribió Ignacio Doménech, titulado Cocina de recursos (Deseo mi comida). Y, de nuevo, la misma idea: seguir haciendo algo parecido a la tortilla, aunque los ingredientes hayan desaparecido

FUENTE: https://www.eldiario.es/viajes/recetas-del-hambre-cocina-posguerra-escasez_1_10833577.html

Ni Paella ni Cocido: Las Dos Recetas Españolas en la Lista de las 50 Mejores de ‘The New York Times’

18 de septiembre de 2024 – 13:35h

The New York Times Cooking celebra su décimo aniversario con una lista especial de las 50 mejores recetas elegidas por sus lectores. Este compendio, que destaca platos clásicos y populares, incluye solo dos recetas españolas, excluyendo a tradicionales como la paella y el cocido.

1. Gazpacho Andaluz (Sin Pan)

La primera receta española es un gazpacho andaluz publicado por Julia Moskin en 2015. A diferencia de muchas versiones que incluyen pan, esta receta opta por una textura espesa gracias al aceite de oliva y tomates maduros. «Su textura espesa y agradable no se debe al pan, sino a la generosa cantidad de aceite de oliva», explican desde Cooking. Un lector incluso comentó que su versión sin colar, acompañada de vodka y Tabasco, parecía un Bloody Mary.

2. Tinto de Verano (Con Sprite o 7Up)

La segunda receta es el tinto de verano, una bebida refrescante que Rebekah Peppler presentó en 2019. La versión del NYT sustituye la soda La Casera, difícil de encontrar fuera de España, por Sprite o 7Up. Peppler también sugiere preparar el zumo de limón y lima casero para un toque más auténtico.

Estas recetas reflejan la simplicidad y el sabor de la gastronomía española, celebrando su presencia en la lista de los favoritos de los lectores del Times.

Fuente: https://www.elespanol.com/cocinillas/actualidad-gastronomica/20240918/paella-cocido-recetas-espanolas-mejores-the-new-york-times/886911426_0.html

¿Qué se comía en Mesopotamia? Las recetas de 4.000 años que contienen las «tablillas culinarias de Yale»

Nadie sabe exactamente de dónde llegaron y durante mucho tiempo nadie entendió realmente lo que decían.

Los académicos de la Universidad de Yale pensaban que las pequeñas losas de arcilla cubiertas con densa escritura cuneiforme -uno de los sistemas de escritura más longevos en la historia de la humanidad- contenían una lista de medicamentos.

Desenterradas en una excavación arqueológica en el Medio Oriente, probablemente han estado en la Colección Babilónica de Yale desde 1911. Sin embargo, no fue hasta principios de la década de los 80 que el erudito francés Jean Bottéro finalmente descubrió lo que decían las tablillas.

A su manera discreta, durante casi 4.000 años, estas cuatro planchas han estado hablando de la cena.

Todas tienen grabados los ingredientes, no de productos farmacéuticos sino de platos. Fechadas al menos en 1730 a. C., las tres tablillas más grandes contienen en su mayoría descripciones de guisos; el más pequeño, de época posterior, habla de caldo.

El mero hecho de su existencia es un misterio. En la antigua Mesopotamia, la gente rara vez escribía sobre la preparación de alimentos, explicó Agnete Lassen, curadora adjunta de la colección.

«De cientos de miles de documentos cuneiformes, son las únicas recetas de comida que existen», dijo. «No tenemos una explicación».

De hecho, cuando los escribas antiguos colocaban un punzón en la arcilla y grababan historias y relatos que mencionaban alimentos, usaban palabras que a veces resultan misteriosas para los eruditos modernos. Aparecen ingredientes que todavía hoy no se pueden identificar, afirmó Gojko Barjamovic , asiriólogo de la Universidad de Harvard. «Asum» es mirto, «salu» son semillas de berro. Las instrucciones son concisas y cortas.Y como ocurre con muchas recetas antiguas, no se especifican cantidades.

Barjamovic señala que en lo que respecta a estas recetas antiguas, la historia tampoco ha terminado. Cada temporada de trabajo arqueológico trae consigo la posibilidad de que se desentierren nuevos textos, que traigan nueva luz sobre palabras misteriosas para especias y otros ingredientes.

La forma de pensar mesopotámica no fue copiada ni transmitida como lo fueron los textos griegos. Desapareció del conocimiento humano en el siglo I a.C. «Pero como escribieron en arcilla», dijo, «está ahí, indestructible».