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Un estudio afirma que Tik Tok perpetúa la cultura de la dieta tóxica entre adolescentes y adultos jóvenes
La nueva investigación de la Universidad de Vermont en EE. UU., publicada en ‘PLOS One’, ha encontrado mensajes irreales sobre el peso y la salud.
Una nueva investigación de la Universidad de Vermont en Estados Unidos encuentra que el contenido más visto en Tik Tok relacionado con la comida, la nutrición y el peso perpetúa una cultura de dieta tóxica entre los adolescentes y adultos jóvenes y que, por el contrario, la información de expertos está ausente en la mayoría de los video que emite la red social.
El estudio, publicado en ‘PLOS One’, ha encontrado mensajes irreales sobre el peso y la salud; así la idea de que el peso es la medida más importante de la salud de una persona, predomina en gran medida en Tik Tok. De hecho, videos más populares son los que glorifican la pérdida de peso y posicionan la comida como un medio para lograr la salud y delgadez.
Los hallazgos son particularmente preocupantes dada la investigación existente que indica que el uso de las redes sociales en adolescentes y adultos jóvenes está asociado con trastornos alimentarios e imagen corporal negativa.
“La industria de los ultraprocesados tiene el control de nuestra alimentación”
Un nuevo estudio nos advierte una vez más sobre los peligros de la comida procesada: las bebidas azucaradas aumentan el riesgo de enfermedad cardiovascular y cáncer de forma proporcional a la cantidad en que se consumen.
Aunque la lista de evidencias de científicos, organizaciones mundiales de la salud e investigadores no para de crecer, los productos ultraprocesados atiborran nuestro día a día de supermercados y publicidades perjudiciales.
“En la actualidad, la mayoría de las personas viven engañadas con respecto a su alimentación”. Así comienza el libro de Carlos Ríos, Come comida real, un auténtico manifiesto para introducirnos en el mundo del real fooding. A través de una comparativa con Matrix, donde los humanos creen que lo que ven y experimentan es real, Ríos advierte que no comemos “comida real, sino productos que han puesto ante tus ojos”.
Citando la frase de Dostoievski que afirma que “la mejor forma de que un prisionero no escape es asegurarse de que nunca sepa que está en prisión”, Ríos asegura que nuestra libertad a la hora de elegir en un supermercado común es muy limitada.
“Este engaño es producto de los intereses de una fuerza mayor”, asegura, que “arrasa a su paso miles de vidas inocentes y supone la mayor amenaza que existe en nuestro planeta en la actualidad: la industria de los ultraprocesados”.
Y es que, según explica en su libro, “nos hemos ido adaptando a nuestra alimentación de una forma más rápida de la que podíamos sostener, lo cual nos ha pasado y está pasando factura en el presente a la hora de comer”.
Tres sencillos tips que mejorarán tu salud
Tan sencillo como sacar de nuestros hogares los alimentos procesados y priorizar aquellos de origen vegetal. ¿Y cómo saber distinguirlos? Fácil. “Son los alimentos que llevan un solo ingrediente en la etiqueta o directamente no llevan etiqueta”, explica Carlos Ríos a National Geographic España.
Además, debemos complementar nuestra “alimentación con buenos procesados, sin que sustituyan a los alimentos mínimamente procesados. El buen procesado suele estar envasado y lleva una etiqueta nutricional donde se leen entre 1 y 5 ingredientes, entre los cuales no se encuentran en cantidades significativas (es decir, menor o igual al 5-10% del total) el azúcar añadido, la harina refinada o el aceite vegetal refinado”.
Siempre que no desplacen el consumo de alimentos frescos, estos productos deben ocupar un papel complementario en nuestra alimentación. Por su parte, los ultraprocesados son el gran enemigo de nuestra salud, es decir, todos aquellos alimentos que tengan más de 5 ingredientes en la etiqueta, entre ellos azúcares, harinas y aceites vegetales refinados, aditivos y sal.
“Su consumo debe ser ocasional, es decir, alguna vez al mes. La recomendación es que cuanto menos, mejor. Se recomienda no comprarlos ni tenerlos en lugares habituales como en casa o en el trabajo”. Aunque el maestro del real fooding asegura que pueden formar parte de un consumo ocasional voluntario y sin remordimientos, “relacionado con eventos sociales y culturales (10%), pero manteniendo una frecuencia baja sin desplazar una alimentación basada en comida real (90%)”.
Descifrando las etiquetas
Cada vez es más común ver por el supermercado a personas absortas en la lectura de las etiquetas, tratando de que su compra sea no solo sana, sino también sostenible. Un movimiento que impulsa a un consumidor cada vez más concienciado a ejercer el poder que tiene su cesta de la compra en su propia salud y en la del planeta.
“Cada vez el consumidor es más consciente de los engaños y bulos en cuanto a alimentación se refiere y por ello son los primeros en detectar qué productos son saludables y cuáles no”, declara Ríos. “Esto obliga a la industria alimentaria a tomar dos vías: o dar al consumidor lo que quiere o volver a reinventarse para seguir vendiendo lo mismo de una forma camuflada”.
Fotografía de Brooke Lark
Para salir de dudas, los ingredientes son nuestros grandes aliados. Lo principal en lo que debemos fijarnos es en su cantidad y en que, entre ellos, no se encuentren las harinas refinadas, el azúcar añadido o el aceite vegetal refinado. “Si tiene 5 ingredinetes o más y, entre los mismos, se encuentran cantidades superiores al 10% de azúcar, harina refinada o aceite refinado, habrás dado con un ultraprocesado”, afirma el gurú de los real fooders.
Por su parte, la comida real es muy sencilla de detectar, ya que son materias primas donde los ingredientes no son más que el propio alimento en sí mismo.
Un mes de real fooder: el reto que recorre las redes sociales
Decir adiós a esos antojos de comida procesada puede ser difícil al principio, ya muchas personas los han incorporado de manera diaria en su alimentación y tienen cierto carácter adictivo. Pero “conforme los vas abandonando y sobre todo empiezas a disfrutar de la comida real, tus antojos cambiarán”, declara Ríos.
Por ello, el nutricionista anima a todos aquellos interesados en probar el cambio a realizar un mes de alimentación real y escuchar a su cuerpo. Quienes lo han probado aseguran que la preocupación por ser consciente del alimento con el que obtienes la energía para tus células se cuela en tu rutina diaria sin vuelta atrás.
Pese al alto nivel de afectación de enfermedades como la obesidad o la diabetes, entre otras muchas, hoy en día comprar productos que no contengan estos elementos es un auténtico reto. Le preguntamos a este experto en nutrición cómo puede estar permitida esta ingente cantidad de azúcar en la industria y no duda sobre el responsable: “la industria de los ultraprocesados tiene el control y es quien aporta un gran beneficio económico a muchas entidades públicas. Incluso con la comida de los hospitales pasa lo mismo, todo se mueve por conflictos de interés”.
Parte del problema es también que muchos mitos alimentarios, a pesar de haber sido desmontados en muchas ocasiones, “se siguen fomentando por algunos profesionales de la salud llevando a una confusión y desconocimiento a la población con respecto a su alimentación”.
Casi 3 millones de muertes al año por sobrepeso
Ya en 2017 la Organización Mundial de la Salud advertía sobre que la obesidad y el sobrepeso son responsables de 2’8 millones de fallecimientos al año, tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo.
“Cada vez son más numerosos los estudios que salen a la luz sobre la relación directa entre el consumo de ultraprocesados y enfermedades crónicas no transmisibles”, afirma Carlos Ríos, poniendo el foco en la necesaria educación sobre “hábitos de vida saludable desde la infancia” para que “cada persona adquiera unos conocimientos básicos para su alimentación y en definitiva para mantener su salud a largo plazo”.
Pero el experto se muestra optimista, y es que parece claro que el cambio, aunque lento, ha llegado para quedarse. Cada vez más consumidores son conscientes de los engaños y los bulos de la industria alimenticia y son los primeros en detectar qué productos son saludables y cuáles no. Y no solo para su salud, también para el planeta.
Un consumo ecológico, local y de calidad ha venido pisando fuerte los últimos años, junto a un rechazo hacia elementos que rodean nuestra cesta de la compra, como el plástico, y siendo conscientes de que una dieta más vegetal es algo clave para la sostenibilidad y la salud del planeta y sus habitantes.
Quizá nos encontremos en un punto de inflexión que coloque definitivamente a la alimentación de vuelta entre las prioridades de nuestro ajetreado día a día y abra la puerta al conocimiento que sane nuestra salud y la de nuestro planeta.
Estos pequeños cambios en nuestra alimentación pueden ayudar a salvar el planeta
Los alimentos que comemos cada día nos mantienen vivos, pero también pueden suponer grandes costes para la salud y el medio ambiente: enfermedades cardíacas, emisiones de carbono, degradación del suelo, etc. Un estudio reciente publicado en Nature Food concluye que pequeños cambios en las elecciones alimentarias de los estadounidenses podrían suponer grandes beneficios para la salud y el planeta.
Según el estudio, dado que muchos de los alimentos que suponen una gran carga para la salud, como las carnes procesadas o las carnes rojas, también tienen un elevado coste medioambiental, el cambio de unos pocos de ellos -alrededor del 10 por ciento de la ingesta calórica diaria de una persona- puede reducir la huella medioambiental de los alimentos en más de un 30 por ciento.
«Lo bueno es que, no en todos los casos, pero sí en muchos, los alimentos más sanos y nutritivos tienden a ser más sostenibles desde el punto de vista medioambiental, por lo que todos salimos ganando», afirma Michael Clark, investigador de sistemas alimentarios de la Universidad de Oxford (Reino Unido) que no participó en el estudio.
Entre el cultivo, el envasado, el transporte, la cocción y, a menudo, el desperdicio, la producción de alimentos representa entre una quinta y una tercera parte de todas las emisiones anuales de gases de efecto invernadero en el mundo. En un hogar estadounidense medio, los alimentos representan una parte tan importante de la huella de gases de efecto invernadero como la electricidad. La producción de alimentos es responsable de importantes problemas de cantidad y calidad del agua, a menudo requiere herbicidas y pesticidas que ponen en peligro la biodiversidad y engendra pérdidas de bosques y zonas silvestres cuando las tierras se convierten en agrícolas.
«Su impacto es sustancial», afirma Olivier Jolliet, científico medioambiental de la Universidad de Michigan (Estados Unidos) y uno de los autores del estudio. «Es como si, ‘Houston, tuviéramos un problema’ y tuviéramos que tomárnoslo en serio». Hasta ahora, Estados Unidos no se lo ha tomado en serio».
No depende ni es responsabilidad de una sola persona resolver las crisis sanitarias y medioambientales nacionales o mundiales, subraya. Pero ideas como las que él y su equipo han desarrollado pueden ayudar a personas, instituciones e incluso gobiernos a saber hacia dónde dirigir sus energías para ejercer la mayor influencia rápidamente.
Mirar dos cosas a la vez
Para saber cómo reducir el impacto negativo de la producción y el consumo de alimentos en el planeta y el cuerpo, los investigadores evaluaron primero los daños relacionados con los alimentos. Pero averiguar de dónde procede una manzana, y cuál es su impacto en el planeta se ha convertido en una cuestión cada vez más compleja a medida que evoluciona el sistema alimentario mundial. Por ejemplo, los investigadores del Instituto Medioambiental de Estocolmo han tardado años en desentrañar las cadenas de suministro de cultivos como el cacao y el café, aunque procedan de un solo país.
Por ello, en las últimas décadas, científicos como Jolliet han desarrollado formas de realizar «análisis del ciclo de vida» de artículos específicos -por ejemplo, una cabeza de brócoli o una caja de copos de maíz- que tienen en cuenta todos los pasos desde la granja hasta la tienda y asignan a los artículos un número concreto que indica su impacto ambiental, como una estimación de las emisiones de gases de efecto invernadero o el volumen de agua que requiere su producción.
Al mismo tiempo, los epidemiólogos y los científicos de la salud pública realizaron análisis similares para los cuerpos humanos. Examinaron detenidamente los vínculos entre la alimentación y la salud, y determinaron cómo las diferentes dietas e incluso los alimentos específicos podían influir en aspectos como el riesgo de enfermedad, la salud general o la esperanza de vida, y asignaron números concretos a esos riesgos.
Durante años, los investigadores y los gobiernos consideraron que las cuestiones estaban separadas: los investigadores de la salud se centraban en sus prioridades y los científicos del medio ambiente en las suyas (aunque ya en la década de 1970 los científicos relacionaban las elecciones de la dieta con la salud del planeta). Pero cada vez es más evidente que lo que comemos está íntimamente relacionado con la salud del planeta, afirma Sarah Reinhardt, experta en sistemas alimentarios y salud de la Union of Concerned Scientists.
La demanda mundial de carne de vacuno, por ejemplo, ha aumentado la demanda de proteína de soja para alimentar al ganado, y en respuesta a esa demanda, cada año se deforestan vastas franjas del Amazonas para hacer espacio a nuevas explotaciones de soja y ganado, acelerando la pérdida de bosques que absorben carbono y tienen una gran biodiversidad.
«La agricultura es una pieza enorme del rompecabezas climático, y la agricultura, los alimentos y la dieta están estrechamente relacionados», afirma Reinhardt.
Así que Jolliet y sus colegas construyeron un sistema que fusionaba ambas preocupaciones, analizando el impacto sanitario y medioambiental de determinados alimentos.
El equipo de la Universidad de Michigan convirtió esos riesgos alimentarios en una estimación de los «años de vida ajustados a la discapacidad» (AVAD), una medida de la esperanza de vida que alguien puede perder o ganar si cambia sus hábitos. El equipo profundizó en la forma en que la elección de comer o renunciar a alimentos específicos -no sólo a categorías, como las verduras- podría afectar a los AVAD, detallando las ventajas de algunos alimentos y los efectos perjudiciales de otros si la dieta de base de alguien cambiara. Comer mucha carne roja, por ejemplo, está relacionado con la diabetes y las enfermedades cardíacas, mientras que sustituirla por muchas verduras ayuda a reducir el riesgo de enfermedades cardíacas. Sin embargo, advierten que sus análisis son relevantes para toda la población, no necesariamente para un individuo, ya que cada persona tiene su propio conjunto de riesgos de salud que puede cambiar su susceptibilidad a los cambios de dieta.
Para determinar esto, el equipo de Michigan examinó la composición nutricional de casi 6000 alimentos, desde perritos calientes hasta alitas de pollo, pasando por sándwiches de mantequilla de cacahuete y gelatina o remolachas. Un perrito caliente probablemente le costaría a alguien unos 35 minutos de vida; comer la mayoría de las frutas podría ayudar a alguien a ganar unos minutos extra; y las sardinas cocinadas en salsa de tomate podrían añadir 82 minutos. En los cálculos, la tarta de manzana es casi neutra: un poco de beneficio por las manzanas a cambio de algunas pérdidas por la mantequilla, la harina y el azúcar.
No hay nada especialmente sorprendente en este análisis. Los epidemiólogos saben desde hace tiempo que las carnes procesadas, las carnes rojas y los alimentos muy procesados y con alto contenido en azúcar están relacionados con un mayor riesgo de padecer muchas enfermedades. Pero al desglosar los efectos potenciales de tantos productos, los investigadores pudieron clasificarlos, ordenarlos y crear una comprensión detallada de cómo los hábitos específicos podrían afectar a los consumidores.
Paralelamente, el equipo evaluó los efectos medioambientales de esos miles de alimentos. No se limitaron a los costes del carbono, sino que incorporaron 15 formas diferentes en las que el medio ambiente absorbe el impacto de la producción de alimentos, desde los efectos en los sistemas hídricos circundantes hasta los raros minerales necesarios para cultivar los productos o envasarlos, pasando por la contaminación atmosférica local causada por la producción.
Cuando los investigadores analizaron ambas cuestiones a la vez, surgió un patrón alentador. Muchos alimentos buenos para la salud de las personas eran también relativamente respetuosos con el medio ambiente. No es especialmente sorprendente que las judías, las verduras -no las cultivadas en invernaderos- y algunos pescados y mariscos cultivados de forma sostenible, como el bagre, se encuentren en lo que denominan la zona «verde». Los alimentos de la zona «ámbar», como la leche y el yogur, los alimentos a base de huevo y las verduras cultivadas en invernaderos, equilibraban los costes sanitarios y medioambientales. Los alimentos de la zona «roja», que incluyen la carne de vacuno, la carne procesada, el cerdo y el cordero, tienen unos costes sanitarios y medioambientales elevados. Una ración de estofado de ternera, calcularon, tiene el coste en carbono de conducir unos 22 kilómetros.
El patrón se mantuvo para la mayoría de los indicadores ambientales, excepto para el uso del agua. Alimentos como los frutos secos y las frutas tienen importantes beneficios para la salud, pero a menudo se cultivan en lugares con escasez de agua como California. «Cuando hablamos de los alimentos que comemos ahora y de los que «deberíamos» comer, como los frutos secos y las frutas, hay grandes implicaciones para el uso del agua», dice Reinhardt. «Eso no significa que no debamos comer más de ellos, sólo significa que es un problema que tenemos que resolver».
No podemos dejar de comer, así que ¿qué hacemos?
Para algunos retos climáticos, hay soluciones relativamente sencillas. Por ejemplo, las fuentes de energía renovable ya pueden sustituir gran parte de la energía necesaria para alimentar edificios, coches, etc.
No hay sustituto para los alimentos, pero es posible cambiar lo que comemos. Si todos los habitantes del planeta se alimentaran de forma vegana, las emisiones de gases de efecto invernadero del sistema alimentario podrían reducirse a más de la mitad; un planeta de vegetarianos reduciría las emisiones alimentarias en un 44%. Si dejáramos de comer «comida» tal y como la conocemos, existiendo enteramente a partir de una papilla nutricional cultivada en un laboratorio en lugar de en la tierra o el agua, podríamos evitar alrededor de 1 grado Celsius de calentamiento futuro, según un reciente trabajo que considera el singular experimento mental.
«Lo que nos dice este trabajo es: oye, mira, todavía podemos obtener ganancias bastante grandes incluso si no estamos haciendo estos cambios realmente grandes en la composición de la dieta», dice Clark. «Creo que eso es realmente poderoso, porque mucha gente simplemente no quiere hacer esos cambios dietéticos realmente grandes, por muchas razones».
Aunque las dietas vegetarianas y veganas son cada vez más comunes en Estados Unidos y Europa, «es absolutamente absurdo suponer que todo el mundo seguirá una dieta vegetariana dentro de 30 años», afirma.
Las elecciones alimentarias son personales y están profundamente conectadas con la cultura, la religión, las emociones, las preocupaciones económicas y mucho más. «En lugar de dictar, es mucho mejor intentar dar opciones», dice Naglaa El-Abbadi, investigadora de alimentación, nutrición y medio ambiente de la Universidad de Tufts en Massachusetts (Estados Unidos). Este enfoque pretende informar a las personas para que puedan tomar decisiones que se ajusten a sus necesidades y valores. En conjunto, esas elecciones pueden beneficiar tanto a la salud humana como al planeta.
Para que esto ocurra, habría que trabajar conjuntamente con los esfuerzos a gran escala para remodelar la producción industrial de alimentos, subraya.
Pero lo que la gente elige para comer a diario no es ni mucho menos insignificante, dice Clark. «No tenemos que hacernos todos veganos de la noche a la mañana», afirma. «Los pequeños cambios pueden tener un gran impacto».
¿Cuál es la mejor hora para comer? Algo igual de importante que lo que comemos
A las puertas de las vacaciones de invierno, es tiempo de comer, y mucho. Pero la comida puede afectar a tu cuerpo de forma diferente a lo largo del día, así que echemos un vistazo más de cerca a ese reloj interno.
Comprender tu reloj biológico es la clave para que tu organismo funcione de forma óptima. Así es como funciona: todas las fuentes de energía tienen su origen en el Sol. Pero en las épocas en que la luz escasea, las plantas y los animales tuvieron que desarrollar formas de almacenar energía y reducir su consumo para sobrevivir.
El reloj biológico es el sistema automatizado de conservación de energía de tu cuerpo, que influye en el comportamiento a nivel celular de sol a sol. Lo consigue enviando mensajes a todo el cuerpo a través de las hormonas. Las señales nos indican la mejor hora para dormir y comer de forma relativamente constante día tras día, de modo que seguimos las señales naturales de forma eficiente. Este ciclo es el ritmo circadiano.
La comida y la bebida afectan al cuerpo humano de forma diferente en los distintos momentos del día.
Fotografía de Gilaxia, Getty Images
Vivir desincronizados
Algunas personas viven en contra de los instintos naturales de su cuerpo, y éste es un ejemplo importante de cómo la alimentación influye en el ritmo de vida. En España, más de un millón de personas trabaja ocasionalmente en turno de noche, según la Encuesta de Población Activa del INE. Es decir, trabajan de noche y duermen de día. Los estudios que examinan la salud de estas poblaciones revelan que presentan mayores índices tanto de problemas de sueño como de obesidad. Las personas que trabajan en el turno de noche tienden a engordar más que las que tienen horarios normales de nueve a cinco.
Un estudio sobre enfermeras descubrió que, cuando pasaban al turno de noche, quemaban menos calorías que cuando trabajaban de día, aunque realizaban las mismas actividades. Otros estudios determinaron que los trabajadores por turnos tienen un 40 por ciento más de riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, así como infartos de miocardio, accidentes cerebrovasculares y latidos anormales del corazón, en comparación con los que trabajan en horario diurno.
Aunque no entendemos del todo la causa, el principal sospechoso de las alteraciones de la salud y el metabolismo de los trabajadores por turnos es que están luchando contra sus ritmos circadianos naturales y las nociones instintivas de su cuerpo sobre cuándo comer.
Puede que los trabajadores por turnos vayan en contra de su ritmo circadiano a la hora de comer, pero los que almuerzan más temprano se benefician a largo plazo.
Fotografía de Getty Images
El ritmo circadiano y tu reloj alimentario
Nuestro reloj corporal y nuestro reloj alimentario tienen un punto de tensión natural: nos apetece comer por la noche, pero funcionamos mejor cuando comemos antes. Las investigaciones han demostrado que, en ausencia de señales luminosas y horarias normales, las personas tienen más hambre de forma natural alrededor de la hora que correspondería a las ocho de la tarde y menos hambre a la hora que correspondería a las ocho de la mañana.
Ese instinto básico era una ventaja en los primeros tiempos de la existencia humana, pero en los tiempos modernos puede estar perjudicándonos. Una de las hormonas más importantes del cuerpo para tratar la comida es la insulina, que regula la cantidad de glucosa en la sangre.
Estudios en animales han demostrado que la secreción y la respuesta del organismo a la insulina siguen un ritmo circadiano. Los científicos han examinado en qué momento del día los mamíferos son más sensibles y resistentes a los efectos de la insulina; han descubierto que la sensibilidad es mayor durante las fases activas (cuando están despiertos). Cuando un ratón está activo, sus músculos se mueven y necesita energía (en forma de glucosa) para rendir de forma óptima. La insulina ayuda a transportar la glucosa a las células musculares.
En cambio, los animales suelen ser más resistentes a la insulina durante sus horas típicas de sueño. Los estudios sugieren que en los seres humanos ocurre lo mismo. Resulta que la hora de comer tiene un gran efecto en lo que ocurre con los niveles de azúcar en sangre. Si se come lo mismo por la mañana y por la noche, la glucemia aumentará más por la tarde que por la mañana.
Comer la misma comida temprano, como el desayuno, y por la noche puede afectar de forma diferente a los niveles de azúcar en sangre.
Fotografía de Getty Images
Las células adiposas también se muestran más sensibles a la insulina a primera hora del día, con un pico a mediodía; son aproximadamente un 50% más sensibles a mediodía que a medianoche. Esto significa que el cuerpo está preparado para comer a determinadas horas. De hecho, comer a la hora «equivocada» puede echarlo todo a perder. En un estudio con ratones, a los que se les dio acceso a la comida a la hora «equivocada», cuando normalmente duermen, comieron más cuando la comida estuvo disponible por primera vez (un 10% más de calorías totales durante un día) y ganaron más peso.
La investigación está empezando a mostrar los mismos efectos en los seres humanos. Un estudio sobre la pérdida de peso en el que se compararon las horas a las que comían los participantes durante un periodo de 20 semanas reveló que los que almorzaban antes perdían más peso que los que lo hacían más tarde. Un estudio relacionado descubrió que los que comían más tarde quemaban menos energía que los que comían antes.
Un ritmo intestinal
Tus tripas tienen más que ver con tus hábitos alimentarios que el rugido hambriento que emiten. De hecho, está manipulado por un ecosistema de bacterias (llamado microbioma) que influye en muchísimas partes y sistemas del organismo. Las especies bacterianas que habitan en tu microbioma pueden cambiar, y eso es bueno; las personas con más diversidad de bacterias en su intestino parecen estar más sanas que las que tienen menos.
Se puede influir en esa diversidad no sólo con lo que nos metemos en la boca, sino también cuando comemos. En estudios con ratones, se ha descubierto que muchos tipos de poblaciones de bacterias intestinales fluctúan a lo largo del día siguiendo un ciclo rítmico. En un estudio en el que se analizaron las heces de ratones, los investigadores descubrieron que cuando los ratones estaban activos, observaban más signos de actividad celular que fomentaban el metabolismo, el crecimiento celular y la reparación. Cuando los ratones estaban en reposo, los investigadores encontraron más genes relacionados con actividades como la desintoxicación.
Comer mejor para vivir mejor; ¿qué alimentos nos protegen de enfermedades?
En el cóctel biológico de nuestro cuerpo pueden ocurrir muchas cosas diferentes en las distintas etapas de nuestra vida. No podemos predecir con exactitud lo que nos espera, por eso es importante seguir un estilo de vida saludable que minimice el riesgo de dolencias y enfermedades.
Comer a determinadas horas del día puede cambiar tu forma de sentirte y de vivir, y eso incluye prevenir o mitigar problemas de salud, desde el cáncer a cardiopatías o desequilibrios hormonales. Tanto si te consideras una persona de alto riesgo como si no, aquí tienes algunos consejos para que la alimentación forme parte de tu enfoque holístico hacia una vida larga y sana.
Cáncer en la familia
Todos hemos visto (o vivido) los efectos del cáncer y hemos sido testigos de cómo puede cambiar nuestras vidas muy rápida o muy lentamente. El cáncer es una enfermedad compleja, en cuyo desarrollo intervienen muchos factores, desde la genética hasta las elecciones de estilo de vida (el tabaco y el exceso de sol son dos de los principales, por supuesto).
Por todo ello, aunque no podemos afirmar que el consumo de determinados alimentos pueda curar o prevenir totalmente el cáncer, ciertas medidas nutricionales pueden ayudar a disminuir el riesgo de padecerlo. Muchos alimentos y nutrientes se han relacionado con tasas de cáncer más bajas debido a la función que desempeñan en el organismo.
De hecho, un análisis de las investigaciones realizadas por Cancer Research UK indica que sólo unos pocos cambios en el estilo de vida (mantener un peso corporal saludable, seguir una dieta sana, reducir el consumo de alcohol, no fumar, disfrutar del sol de forma segura y mantenerse activo) pueden prevenir cuatro de cada 10 cánceres.
Aunque no se ha demostrado que el consumo de determinados alimentos prevenga o cure el cáncer, comer más alimentos frescos puede ayudar a reducir los riesgos de contraer la enfermedad.
Fotografía de Joshua Cogan, Nat Geo Image Collection
Las verduras, fortificadas con muchos compuestos y nutrientes beneficiosos para la salud, son la mejor medicina protectora de la naturaleza, especialmente crudas o ligeramente cocinadas (nuestras favoritas son las salteadas en aceite de oliva virgen extra). El café y el té también pueden ayudar a prevenir el cáncer; ambos están llenos de antioxidantes, polifenoles y flavonoides que se han relacionado con un menor riesgo de padecer la enfermedad.
En cambio, la carne roja y procesada (jamón, baicon, salami y salchichas) está relacionada con un aumento considerable de las tasas de cáncer, sobre todo por las sustancias químicas que contiene, según los científicos.
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Fortalecer el esqueleto
Nuestro movimiento es una compleja orquesta de huesos, articulaciones, músculos, tendones y otros tejidos blandos; nuestro cerebro es el director. Los compromisos entre cualquiera de esas partes del cuerpo pueden influir en la facilidad con que nos movemos y en la aparición del dolor.
Además de sostenernos y proteger nuestros órganos vitales, los huesos desempeñan funciones químicas vitales: almacenan nutrientes y ayudan a producir sangre y células madre. Pero los huesos están formados por una estructura en forma de panal (piensa en la Torre Eiffel) cuya densidad se va debilitando a medida que envejecemos.
Las articulaciones, por su parte, actúan como las bisagras de una puerta: permiten que los huesos se muevan. Cuando las articulaciones se degeneran, pierden la amortiguación (en forma de tejido blando y lubricación) que les permite deslizarse. El rechinamiento resultante desencadena una respuesta inflamatoria mientras el cuerpo se apresura a curarse.
Pero, ¿cómo influye la alimentación en nuestro intrincado sistema de movimiento? Con los nutrientes adecuados (calcio, vitaminas D y K, grasas saludables) puedes enviar refuerzos para aumentar la densidad ósea, lo que hará que los huesos sean más fuertes a medida que envejeces (y se curen mejor si se rompen).
Ejercicios como el yoga pueden ayudarnos a mantener las articulaciones más flexibles, al tiempo que fortalecen el esqueleto.
Fotografía de Matthieu Paley, Nat Geo Image Collection
Mantener viva la chispa
El cerebro sigue siendo en gran medida un misterio, pero sabemos algo sobre cómo declina nuestra memoria a medida que envejecemos. Para recordar información, las neuronas necesitan comunicarse. Una envía un mensaje a otra, el receptor recibe el mensaje y esa conexión construye puentes de información que puedes utilizar y recordar.
Si no envías y recibes mensajes constantemente, tus conexiones neuronales se marchitan. Los elementos externos también las afectan. Por ejemplo, el tipo incorrecto de alimentos (piensa en refinados y procesados) funciona como un clima extremo que viene a oxidar las vigas del puente; como resultado, la inflamación rompe los puentes y es más difícil que la información viaje de neurona a neurona.
Los alimentos adecuados actúan como constructores de puentes, limpiadores (ayudan a eliminar la inflamación oxidada) y protectores. El momento de comerlos también puede marcar la diferencia: en estudios epidemiológicos, comer temprano se asocia a un menor deterioro cognitivo y, en estudios con animales, se ha demostrado que la alimentación restringida en el tiempo lo previene.
Prevenir la diabetes de tipo 2
Uno de los principales efectos del exceso de peso y de centímetros alrededor de la cintura es el desarrollo de diabetes de tipo 2, la enfermedad que cursa con niveles elevados de glucosa en sangre debido a una mayor resistencia a la insulina. Unos cuatro millones de españoles padecen esta enfermedad, y cada año se registran alrededor de 386 000 nuevos casos, según un estudio de di@bet.es. Esta afección (una de las principales causas de muerte en Estados Unidos) lleva asociados muchos problemas, como daños oculares, nerviosos y renales. Pero también asusta por el mayor riesgo de problemas cardíacos y cerebrales.
La forma de prevenir la diabetes se reduce a comer más sano y mover el cuerpo. Reducir la cintura y perder peso ayudan a disminuir la insulina. Comer alimentos de mejor calidad significa que estarás reduciendo el exceso de azúcar y grasas saturadas que tu cuerpo necesita procesar. Eso incluye evitar las carnes rojas, las carnes procesadas y todos los alimentos procesados, especialmente los cargados de azúcar.
La actividad física también ayuda a perder peso, ya que hace que los músculos trabajen más, mejorando su capacidad para utilizar la insulina y absorber la glucosa. Controlar el estrés también puede ayudar; será menos probable que busques consuelo en un exceso de calorías o en calorías de mala calidad.
Pulmones sanos
Aunque no pienses demasiado en tus pulmones (excepto quizá después de subir ocho tramos de escaleras), sabes de su importancia. Los pulmones desempeñan una importante función inmunitaria, ya que protegen al organismo del mundo exterior, en concreto, mediante unos pequeños cepillos situados en las trompas llamados cilios, que limpian los contaminantes que inhalamos. Pero también pueden resultar dañados por el humo, por ejemplo, lo que los hace menos eficaces a la hora de proteger los pulmones a largo plazo.
Sin duda, seguir el estilo de vida de decir no al tabaco y sí al ejercicio es primordial para una función pulmonar sana y la prevención de enfermedades pulmonares. Los alimentos pueden ayudar a reforzar su función. Para empezar, reduce los alimentos fritos y mantén un peso saludable. El exceso de grasa en el vientre impide respirar profundamente y puede ejercer una presión excesiva sobre los pulmones, obligándolos a trabajar más con cada respiración.
Otro consejo: condimenta tu comida, ya que puede ayudar a reducir la inflamación y mejorar la función pulmonar. Báñalo todo con mucha agua, que ayuda a que la sangre fluya hacia y desde los pulmones y permite que la mucosidad acumulada allí se mueva libremente.
Reducir la inflamación
Para muchas personas, la inflamación se asemeja a la física cuántica: suena importante, pero ¿qué significa en realidad? Sin embargo, la inflamación en su forma más crónica es uno de los conceptos sanitarios más importantes que debes conocer. Esto se debe a que, a diferencia del malestar que produce un dolor de garganta o de cabeza, la inflamación puede ser crónica, persistente y puede atacar al organismo día tras día.
Al principio, la inflamación es un proceso positivo para el organismo; indica que se está combatiendo algo que no debería estar ahí. Es el caso de un resfriado, una alergia o un golpe en un dedo del pie (o incluso una reacción a una toxina inhalada, como las que se encuentran en muchos productos de limpieza). El cuerpo sabe identificar una lesión, entonces hace sonar la alarma anatómica para enviar células inmunitarias a la zona para repararla. En el proceso de reparación, las células inmunitarias se enredan con las células invasoras. El resultado de esta lucha (los restos, la metralla, el caos) es la inflamación.
Aplica el mismo razonamiento a los golpes crónicos que reciben tus células cuando son atacadas constantemente. Tal es el caso cuando circula demasiado azúcar en la sangre o se consumen demasiadas grasas saturadas o proteínas animales. Tu cuerpo envía señales de que necesita ayuda, así que pide refuerzos. Ahora está en modo lucha constante y en modo inflamación constante.
El resultado: más inflamación, lo que pone a tu cuerpo en riesgo de continuar un círculo vicioso que contribuye a que se produzca aún más. Y a largo plazo, te pone en mayor riesgo de desarrollar enfermedades del corazón, derrames cerebrales, cáncer, artritis, problemas de memoria, dolor, problemas hormonales, daños en los órganos, y mucho más.
Entre las cosas que puedes hacer para calmar la inflamación hay un nutrido número de prohibiciones. Por eso no fumar, no comer alimentos procesados ni carnes ocupan un lugar destacado en la lista.
También puedes hacer mucho para calmar la inflamación comiendo alimentos que ayuden a silenciar la respuesta inmunitaria y comiendo a la hora adecuada. Cuando te mueves, tu cuerpo puede frenar la inflamación. Cuando estás en reposo, es más probable que salten chispas. Por eso es especialmente malo comer alimentos inflamatorios (procesados o con azúcares añadidos) por la noche. Las frutas y las verduras, así como las grasas saludables del pescado y los frutos secos, se consideran una de las armas nutricionales más potentes en la lucha contra la inflamación.
Fuente: https://www.nationalgeographic.es/ciencia/2023/03/alimentos-nos-protegen-enfermedades-vivir-mejor
¿Existe una alimentación para mejorar el cerebro?
Todo el mundo ha oído alguna vez que comer zanahorias puede ayudar a mejorar la vista, o que la leche rica en calcio es buena para los dientes y los huesos. Pero, ¿y el cerebro?
«Desde el punto de vista de los neurocientíficos, la alimentación tiene una importancia fundamental para la salud cerebral, porque nuestro cerebro funciona literalmente a base de nutrientes», afirma Lisa Mosconi, directora de la Weill Cornell Women’s Brain Initiative y autora de Brain Food: The Surprising Science of Eating for Cognitive Power [Comida para el cerebro: La sorprendente ciencia de la alimentación para el poder cognitivo].
El cerebro necesita distintos nutrientes a medida que envejece, y la primera infancia es una época especialmente crítica para el crecimiento, el desarrollo y la salud del cerebro.
«Incluso en los primeros años de vida, el cerebro produce neuronas a la velocidad de la luz», dice Mosconi, que también es neurocientífico. «El cerebro de un bebé tiene más neuronas, más células cerebrales, que estrellas hay en la Vía Láctea».
En total, los científicos han encontrado alrededor de 45 nutrientes clave para la salud cerebral, entre ellos proteínas, zinc, hierro, colina, folato, yodo, vitamina A, vitamina D, vitamina B6, vitamina B12 y ácidos grasos omega-3.
Por supuesto, no es probable que las palabras «folato» y «colina» hagan la boca agua a nadie (ni niños ni adultos), así que el truco está en centrarse en los alimentos que son naturalmente ricos en esta sustancia. Además de los alimentos enumerados a continuación, considera la posibilidad de añadir al menú avena, frutos secos, cítricos, judías y verduras de distintos colores.
«Empezar pronto es clave», dice Claire McCarthy, pediatra del Hospital Infantil de Boston y profesora adjunta de Pediatría en la Facultad de Medicina de Harvard en Estados Unidos. «Si lo único que ha conocido un niño son alimentos sanos, es mucho menos probable que se pelee con sus padres por comerlos».
Si te centras en unos pocos grupos de alimentos y experimentas con nuevas formas de prepararlos, alimentar el crecimiento cerebral de tu familia puede ser más fácil de lo que crees.
Cuatro alimentos que ayudan al cerebro
Bayas
POR QUÉ ES IMPORTANTE: Incluso las bayas más corrientes y baratas, como las moras y los arándanos, están repletas de vitamina C y, aunque la mayoría de la gente asocia este nutriente con el sistema inmunitario, el cerebro también lo necesita. Según Mosconi, la vitamina C es un antioxidante, lo que significa que desempeña un papel crucial en la neutralización de los radicales libres naturales que dañan el ADN y las células.
«También es importante para la formación de neurotransmisores, las sustancias químicas utilizadas para la señalización en el sistema nervioso», afirma Mosconi. Sin suficiente vitamina C, la integridad de muchos tejidos corporales, cerebro incluido, empieza a debilitarse.
Las frambuesas, las cerezas negras, las moras y las bayas de goji son otras superestrellas en esta categoría. Las bayas también tienen una buena mezcla de azúcares naturales y fibra, importante para el sistema digestivo.
CÓMO HACER QUE LOS NIÑOS LO COMAN: Las bayas son probablemente las más fáciles de vender de esta lista, pero si quieres cambiar de aires, Mosconi recomienda mojar las bayas en yogur o incluso en chocolate negro, que tiene sus propios beneficios para el cerebro gracias a un aminoácido esencial llamado triptófano. También puedes congelar las bayas y mezclarlas en un sorbete con un toque de zumo de limón y sirope de arce.
Ciruelas
POR QUÉ ES IMPORTANTE: Esta fruta, ya sea fresca o seca (llamada ciruela pasa) es una gran fuente de triptófano, un aminoácido esencial relacionado con un neurotransmisor llamado serotonina, que puede ayudar a regular el estado de ánimo. Mantener el cerebro de tu hijo abastecido de triptófano también le ayudará a dormir por la noche, cuando nuestro cerebro descansa y se repara. Las semillas de chía y el cacao crudo (el ingrediente del chocolate negro) también contienen triptófano.
CÓMO HACER QUE LOS NIÑOS LO COMAN: Con una deliciosa combinación de dulzor y acidez, las ciruelas pasas en puré pueden ser uno de los primeros alimentos sólidos de tu bebé. A medida que los niños crecen, las ciruelas enteras son una divertida alternativa a las manzanas en la fiambrera. O puedes ponerte elegante y cortar las ciruelas pasas por la mitad y untarlas en crujiente mantequilla de cacahuete para obtener un tentempié saludable lleno de fibra y proteínas.
Fuente: https://www.nationalgeographic.es/ciencia/2023/04/alimentos-mejorar-desarrollo-cerebro
El alimento que tiene el doble de vitamina C que la naranja, es un potente antioxidante y tiene pocas calorías
En lugar de buscar lo más novedoso, a veces resulta útil concentrarse en lo que repetidamente parece ofrecer beneficios para la salud. Nos encanta compartir los avances más innovadores en longevidad y los estudios más recientes relacionados con el mundo del bienestar, pero la verdad es que algunos de los consejos más aburridos son los más efectivos. Y si hay uno en el que coinciden todos los nutricionistas consultados por ZEN es en las bondades de un plato de brócoli.
¿Por qué buscamos superalimentos exóticos como las semillas de chía y desdeñamos, por ejemplo, una verdura a mano que podemos encontrar fácilmente hasta en el supermercado? «Este tema puede generar un poco de controversia en general, porque la realidad es que la mayor parte de alimentos que mayor beneficio tienen a nivel salud y son más interesantes en nutrición los tenemos desde hace mucho tiempo cerca de nosotros, en el campo, y al final son los que menos procesado tienen. El marketing y la novedad hacen que perdamos el foco. Por eso es importante la temporalidad para consumir con mejor sabor y más propiedades», explica Sara Vives Rodríguez, química y nutricionista de Pura Healthy Vida.
MUY DENSO NUTRICIONALMENTE
Es difícil quedarse con sólo cinco o seis alimentos base. Pero la experta coincide con los profesionales consultados y el brócoli estaría sin duda en ese indispensable en la nevera que puede contar con los dedos de una mano. «Su alta densidad nutricional y sus grandes beneficios hacen que sea un potente alimento a incluir en un menú saludable. Y si tengo que destacar otros alimentos, sin duda, serían los frutos rojos o las nueces: no pueden faltar cada día», insiste.
Una nueva investigación que analizó a más de 730.000 participantes encontró que las personas que comían más brócoli tenían un 36% menos de riesgo de desarrollar cualquier tipo de cáncer en comparación con aquellas que no consumían habitualmente este vegetal verde. Los estudios observacionales, sin embargo, tienen muchas limitaciones. No muestran una correlación causa y efecto, y (más importante aún) no puedes controlar completamente si desarrollas cáncer o no. Pero sí nos parece importante destacar este metaanálisis porque suma a la hora de acumular comportamientos saludables que tienen una alta probabilidad de brindar beneficios al cuerpo y un bajo riesgo de causar efectos adversos. El brócoli contiene sulforafano, indica el documento, un compuesto con propiedades quimiopreventivas que podría contribuir a su efecto protector. Aunque los resultados son prometedores, los autores subrayan la necesidad de más estudios.
POCAS CALORÍAS Y MUCHA FIBRA
El brócoli también es uno de los top 30 alimentos que incluye Paula Martín Clares en su libro La salud de tu piel está en lo que comes (Ed. Zenith). La nutricionista y farmacéutica explica que es uno de los vegetales con mayor cantidad de nutrientes y tiene pocas calorías, pero un gran contenido proteico y de fibra. «Es fuente de vitamina A, vitaminas del complejo B (tiamina, niacina y ácido fólico), vitamina C y vitaminas E y K. En cuanto a los minerales es rico en potasio, en calcio, en magnesio en zinc y en hierro».
Ahora que comienza la época de resfriados y se habla de la conveniencia de la suplementación de vitamina C, Martín Clares proporciona un llamativo dato: «El brócoli contiene aproximadamente 89 mg de vitamina C por cada 100 gramos, mientras que la naranja tiene alrededor de 53 mg de vitamina C por cada 100 gramos. Esto significa que el brócoli tiene casi el doble de vitamina C que la naranja, convirtiéndose en una fuente excelente de esta vitamina clave para el sistema inmunológico y la salud de la piel».
¿Por qué la larga lista de vitaminas y minerales tiene tanto poder para la salud? Martín Clares enumera su lista:
- Vitamina C: «Refuerza el sistema inmunológico y actúa como antioxidante, protegiendo las células del daño».
- Vitamina K: «Es esencial para la coagulación sanguínea y promueve la salud ósea».
- Vitamina A (betacaroteno): «Mejora la visión y contribuye a la salud de la piel».
- Ácido fólico (Vitamina B9): «Ayuda a la formación de glóbulos rojos y es vital durante el embarazo para prevenir defectos del tubo neural».
- Calcio: «Fortalece los huesos y los dientes. Es importante para la función muscular».
- Magnesio: «Regula el funcionamiento de los músculos y los nervios, además de apoyar la salud cardiovascular».
- Potasio: «Ayuda a mantener un equilibrio adecuado de líquidos y regula la presión arterial».
FUENTE DE ANTIOXIDANTES
La alimentación es la base de todo, cuando falla todo en nuestro cuerpo también lo hace, advierte la nutricionista. «Como ya hemos visto, el brócoli es rico en vitamina C, esencial para la producción de colágeno, que mantiene la piel firme y joven. Además, su contenido en betacarotenos y sulforafano ayuda a regenerar las células, proteger contra el daño solar y retrasar el envejecimiento. También es un potente antioxidante que combate los radicales libres, mejorando la apariencia de la piel».
¿Podríamos tildarlo de superalimento? Sin duda, admite. «Es una excelente fuente de antioxidantes, como los flavonoides. Presenta un alto contenido en fibra, mejora la digestión y la salud intestinal, promoviendo la saciedad y ayudando a controlar el peso«.
¿A qué perfil lo recomienda más? «Es perfecto para personas con anemia ferropénica y adecuado en casos de estreñimiento por su buen aporte de fibra. Ayuda a eliminar el colesterol malo y protege frente a las enfermedades cardiovasculares, a la vez que los huesos y la salud ocular. Tiene propiedades antibacterianas y es beneficiosos contra la tensión alta por su contenido en ácido folico y vitaminas».
BUENO PARA DEPORTISTAS
Aunque el brócoli no es una fuente principal de agua, como las frutas, sí contiene una cantidad significativa, aporta Sara Vives: «Contribuye a la hidratación del organismo. Además, su alto contenido en fibra tiene su efecto en nuestro sistema digestivo a la hora de llevar a cabo el proceso de digestión».
También llama la atención sobre sus ventajas para deportistas. «Sus propiedades antiinflamatorias, gracias a compuestos fitoquímicos como los glucosinolatos, que se convierten en isotiocianatos, como el sulforafano, que tiene propiedades anticancerígenas y antiinflamatorias, puede ayudar a la fatiga muscular después del ejercicio. En cuanto a minerales, el potasio es fundamental para la recuperación muscular y la prevención de calambres y el calcio que aporta es muy importante para la salud ósea».
Fuente: https://www.elmundo.es/vida-sana/bienestar/2024/10/15/670cf87ffdddff52178b459c.html
La revolución de la alimentación sostenible: el futuro de las proteínas alternativas
Las proteínas alternativas, una vez consideradas una opción exótica para unos pocos, se perfilan como la gran promesa para alimentar a un planeta cada vez más poblado y con recursos limitados. Desde las hamburguesas de origen vegetal hasta los insectos comestibles, estas innovadoras fuentes de proteína están revolucionando la industria alimentaria y abriendo un camino hacia un futuro más sostenible.
La creciente demanda de proteínas, impulsada por el aumento de la población mundial y el cambio en los hábitos de consumo, ha puesto en jaque a los sistemas alimentarios tradicionales. La producción de carne, principal fuente de proteínas en la dieta de muchos, tiene un alto impacto ambiental, consumiendo grandes cantidades de agua y tierra, y generando importantes emisiones de gases de efecto invernadero.
Las proteínas alternativas, provenientes de fuentes como plantas, insectos, algas o cultivos celulares, ofrecen una alternativa más sostenible y respetuosa con el medio ambiente. Además, pueden ayudar a abordar problemas como la seguridad alimentaria, la salud pública y la resistencia a los antibióticos.
Los peligros de lavar el pollo: cómo evitar una intoxicación alimentaria
Mucha gente puede pensar que lavar el pollo es bueno. Nada más lejos de la realidad. Lavar el pollo crudo aumenta el riesgo de una intoxicación alimentaria.
La Agencia de Normas Alimentarias de Reino Unido (FSA por sus siglas en inglés) alertó ya hace tiempo que lavar el pollo antes de cocinarlo aumenta el riesgo de propagación de la bacteria campylobacter en las manos, las superficies de trabajo, la ropa y utensilios de cocina por la salpicadura de gotas de agua.
Sin embargo, muchas personas siguen cometiendo el mismo error.
Cuando se pone el pollo debajo del grifo es habitual que se acabe salpicando todo lo que está alrededor. De esta manera, la bacteria puede acabar pasando a nuestro organismo a través, por ejemplo, de un cuchillo que teníamos cerca del fregadero.
No todo el mundo piensa en esto. De acuerdo con la FSA, un 44% de las personas en Reino Unido lava el pollo antes de cocinarlo. Las razones más citadas para hacerlo fueron para eliminar la suciedad o los gérmenes, o porque siempre lo habían hecho.
La enteritis por campylobacter es una de las causas más comunes de intoxicación alimentaria. Sobre todo cuando se viaja, lo que ha llevado a que sea conocida también como la diarrea del viajero.
Normalmente la infección se debe al consumo de aves crudas, vegetales frescos o leche sin pasteurizar.
Esta bacteria se contagia al comer o tomar alimentos infectados y, según el sitio MedlinePlus, puede causar diarrea, dolor abdominal, fiebre, náuseas y vómito.
Cómo eliminar las bacterias del pollo
«El pollo naturalmente tiene una cierta cantidad de bacterias y la mejor manera de eliminarlas es a través del proceso de cocción», explica el profesor de Microbiología Uelinton Pinto, del Centro de Investigación en Alimentos de la Universidad de São Paulo (FoRC-USP), en una entrevista reciente con BBC Brasil.
De acuerdo con el experto, la clave es cocinar bien la carne y los huevos. Lo ideal es que el corazón del alimento alcance una temperatura de al menos 70 °C. Esto asegura que la mayoría de los microorganismos han sido eliminados. Una forma de asegurarse es usando termómetros específicos para cocinar.
Si a pesar de esta recomendación, te gustaría lavar el pollo antes de cocinarlo, es importante intentar hacerlo con mucho cuidado. Sin abrir mucho el grifo para evitar salpicaduras a objetos cercanos.
Secuelas de la infección
La mayoría de las personas solo están enfermas durante unos pocos días, pero puede ocasionar problemas de salud a largo plazo.
El síndrome de intestino irritado y el síndrome de Guillain-Barré, que ataca el sistema nervioso periférico, pueden surgir como consecuencia de una infección con esta bacteria.
También puede ocasionar la muerte. Las personas con más riesgos son niños y adultos de edad avanzada.
Normalmente el tratamiento para una infección con esta bacteria consiste en tomar abundante agua; comer pequeñas porciones de alimentos durante el día, en vez de grandes cantidades en el desayuno, almuerzo y cena; llevar una dieta alta en potasio, así como ingerir comidas saladas.
No obstante, cada caso puede variar, por lo que siempre se recomienda visitar al médico.
Japón, el único país desarrollado que tiene una elevada tasa de mujeres con peso demasiado bajo
Cuando era adolescente, Sarah Mizugochi, que mide 1,64 m, tenía un peso bajo.
«Pensaba en comida todo el tiempo y siempre tenía hambre. Comía pastel solo una vez al año, en mi cumpleaños, y eso duró de tres a cuatro años. No era nada feliz».
Casos como el de Sarah, que ahora tiene 29 años, son tan comunes en Japón que la prevalencia del bajo peso entre las mujeres jóvenes se ha convertido en un grave problema de salud.
Una encuesta realizada por el Ministerio de Salud japonés en 2019 encontró que el 20,7% de las mujeres de entre 20 y 29 años tenían clínicamente bajo peso, que se define como tener un IMC (índice de masa corporal) inferior a 18,5. El IMC de Sarah estaba por debajo del rango de peso saludable.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que las personas busquen que su IMC esté entre 18,5 y 25.
Japón es el único país de altos ingresos del mundo con esa prevalencia de mujeres con bajo peso. Niveles similares solo se encuentran en los países más pobres, como Timor Oriental, Burundi, Eritrea y Níger, según un estudio de 2024 sobre tendencias mundiales de bajo peso y obesidad publicado en la revista médica Lancet.
En 1990 las mujeres japonesas tenían menos problemas de bajo peso que actualmente y el país no era un caso atípico en las tablas internacionales. Lo es ahora.
Varios estudios y encuestas nacionales han revelado una tendencia creciente hacia la delgadez entre las mujeres jóvenes.
Hace unos años, el término «peso de Cenicienta» circulaba entre las mujeres jóvenes de Japón. El término se refiere a un IMC justo por debajo del peso saludable, que se clasifica oficialmente como bajo peso en la escala de IMC, pero que muchas mujeres quieren alcanzar.
Sin embargo, el peso de Cenicienta (en kilogramos), que se calcula elevando al cuadrado la altura de una persona en metros y luego multiplicando ese número por 18, desató un debate en internet. Algunas personas se pronunciaron en contra de lo que consideran un objetivo poco realista y poco saludable.